Una excursionista termina su caminata temprano para vencer las altas temperaturas registradas en la ciudad de Phoenix.
AGENCIAS
Tucson
Rachelle Williams estaba harta de entregar el correo durante los fríos inviernos en Indiana, por lo que, en 2019, pidió ser transferida a Arizona, y se sumó a la avalancha de recién llegados que han convertido Phoenix en una de las ciudades de más rápido crecimiento en el país.
Sin embargo, esta semana estaba cuestionando su decisión cuando el lunes la temperatura alcanzó los 43 grados Celsius por onceavo día consecutivo. Williams vestía manga larga, guantes negros y una visera de ala ancha con solapas que cubrían su cuello para desviar el sol mientras caminaba por su ruta.
Pero sin importar cuánta agua o solución de electrolitos tomara, sus piernas hormigueaban y su cabeza daba vueltas.
"Ni siquiera sé cómo le hago", dijo Williams, de 35 años.
Los veranos en Phoenix son ahora un combate de resistencia brutal. Los meteorólogos dicen que los niveles peligrosos de calor aumentan desde principios de año, duran más -a menudo mucho después de Halloween- y encierran a la ciudad más calurosa de Estados Unidos en una camisa de fuerza sofocante.
Las barras de los juegos queman las manos de los niños, las botellas de agua se deforman y los cinturones de seguridad de los automóviles se sienten como hierros candentes.
Los corredores devotos salen a correr a las 4:00 de la madrugada, cuando aún son 32 grados Celsius, regresan a casa empapados en sudor y bajan rápidamente las persianas. Los vecindarios parecen pueblos fantasma al mediodía.