Bárbara Zamora, asesora del EZLN durante la negociación con el Gobierno mexicano que desembocó en los acuerdos de paz de San Andrés, recuerda aquellos tiempos en el libro ‘Días de rabia y rebeldía’.
AGENCIAS
CDMX
El subcomandante Marcos escribe una carta a un adolescente de 14 años, Manuel Ernesto Fuentes Zamora. Tiene fecha del 11 de febrero de 1996. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), la insurgencia indígena armada que capitanea Marcos, está a cinco días de firmar el papel que marcará el devenir de su historia, pero en ese momento ni remitente ni destinatario lo saben aún con certeza. El joven, que ha vivido unos meses en una comunidad zapatista en Chiapas, quiere ser amigo del hombre de la pipa y el pasamontañas. Entrevistarlo, incluso. Marcos acepta, en parte: “Lo de ser tu amigo, ni lo dudes. Lo de la entrevista conmigo, de acuerdo. Pero, ¿quién va a ser el entrevistado? ¿Tú o yo?”. En la posdata, el guerrillero de verbo fácil sentencia: “Bueno Manuel, saluda a Bárbara si la ves y dile que tiene una asignatura pendiente y que el jurado del tiempo espera para dar su veredicto”.
El capitán (antes subcomandante) Marcos en el Caracol Dolores Hidalgo (Estado de Chiapas), el 1 de enero.Nayeli Cruz
Bárbara es la madre de Manuel. Se apellida Zamora, es abogada y se examinará de su asignatura pendiente cinco días después. El 16 de febrero, una comitiva de los zapatistas y otra del Gobierno mexicano firma en las montañas de los Altos de Chiapas los Acuerdos de San Andrés. Es un tratado de paz y mucho más: el reconocimiento de los derechos y la autonomía indígena. Las dos partes del conflicto negocian desde hace dos años, después de que el EZLN declarara la guerra al Estado el 1 de enero de 1994. Para las conversaciones, la guerrilla pide ayuda. Publican una carta en La Jornada en la que invitan como asesores a políticos, intelectuales, letrados, periodistas, artistas. Muchos acuden al llamado. Así es como Zamora llega a su cita con el jurado del tiempo.
Han pasado 28 años desde la firma de los Acuerdos de San Andrés, 30 desde el alzamiento armado, que celebró este enero sus tres décadas de supervivencia en las montañas chiapanecas. Y Zamora, que pasados los 60 sigue siendo abogada de pleitos pobres, especializada en disputas de pueblos indígenas que intentan recuperar sus tierras, ha publicado Días de rabia y rebeldía (Arkhé Ediciones), un libro en el que rememora aquellos tiempos algo borrosos en la memoria con la ayuda de decenas de documentos históricos —cartas como la de Marcos a su hijo, fotografías, dictámenes— que todavía conserva.
“Los Acuerdos fueron traicionados, pero algo quedó en la Constitución”
“Aunque parezca un lugar común, realmente sí fue un hecho histórico, un parteaguas entre cómo se hacía antes la ‘política’. El EZLN tuvo la gran generosidad de convocar a todos los pueblos indígenas del país y a toda la gente en general. Fue trascendente por cómo se construyeron esos documentos, porque fue un coro de voces múltiples, muy diversas, de gente con diferentes pensamientos, posición económica, social, ideológica, pero todos sabíamos que esa lucha era más que justa y más que legítima y estábamos ahí por eso. Nunca se había visto ese ejercicio tan democrático, tan plural”, dice Zamora, una tarde de junio desde su oficina en el Paseo de la Reforma de Ciudad de México.
Arrancaron las actividades del 30 aniversario del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en el VIII Caracol Dolores Hidalgo, en Chiapas, el 1 de enero de 2024.
Arrancaron las actividades del 30 aniversario del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en el VIII Caracol Dolores Hidalgo, en Chiapas, el 1 de enero de 2024.Nayeli Cruz
Tras la firma de los Acuerdos, el Gobierno se echó atrás y nunca cumplió con sus promesas. Los zapatistas se refugiaron en sus montañas y decidieron practicar su autonomía de todas formas, de espaldas al Estado mexicano, mientras la guerra sucia contra ellos se recrudecía. Sin embargo, algo de esos documentos caló en la Constitución, aunque en una medida mucho menor a la que esperaban los guerrilleros. A pesar de la ruptura, una brecha ya nunca salvada entre Gobierno y zapatismo, constituyeron “uno de los textos de mayor trascendencia para el movimiento indígena”, escribe la abogada en el libro.
Zamora los sigue admirando: “La mecha de esperanza y de rebeldía que prendieron en el 94 sigue encendida. Siguen siendo una gran referencia. Su ejemplo, su lucha, la dignidad, la congruencia que durante todos sus treinta años han demostrado, es una motivación para los que seguimos de este lado de la mesa, porque hay muchísimos que ya están en el lado contrario”. Abrazó a su viejo amigo Marcos por última vez en unas conferencias que organizó el EZLN en San Cristóbal en 2015. Zamora acudió a la cita con el jurado del tiempo, pero el veredicto todavía está en el aire.