EL PAÍS
ANTONIO PITA
Catorce fallecidos son niños, según Hamás. El ejército israelí asegura que el objetivo eran entre 20 y 30 milicianos escondidos en el colegio, que albergaba en ese momento 6.000 desplazados por la guerra
Al menos 35 personas han muerto este jueves en un bombardeo aéreo israelí en una escuela de la ONU que albergaba unos 6.000 desplazados por la guerra, según Philippe Lazzarini, el máximo responsable de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos que gestiona el recinto. El Gobierno de Hamás en Gaza eleva la cifra a 40 y asegura que 14 de las víctimas mortales eran niños y nueve, mujeres. El ejército israelí reconoce el ataque, pero habla de una operación “precisa” dirigida contra 20 a 30 milicianos de Hamás y de la Yihad Islámica que se habían hecho fuertes allí.
En las fotografías e imágenes difundidas por las agencias de prensa y las cadenas de televisión, tanto en el interior de la escuela como en el Hospital Mártires de Al Aqsa, en la cercana Deir al Balah, se pueden ver al menos 15 cadáveres envueltos en mantas o en bolsas blancas. También restos de sangre en los colchones tirados por el suelo y varios heridos de distinta gravedad, entre ellos niños y mujeres. “Había restos de personas esparcidos por dentro y fuera del patio. La bombona de gas explotó”, ha asegurado a la agencia Reuters una de las supervivientes, Huda Abu Dhaher, que se despertó con el sonido de las explosiones.
Uno de los portavoces del ejército israelí, Peter Lerner, ha asegurado en una videoconferencia con periodistas que el ataque aéreo tenía como objetivo tres habitaciones en las que se encontraban entre 20 y 30 milicianos de Hamás. “Estamos seguros de haber limitado y reducido el daño a civiles en el ataque […]. Estamos seguros de nuestra información de inteligencia y de que los terroristas estaban allí”, ha añadido. No lanzaban ataques desde la escuela, pero se escondían allí, ha precisado. El Ejecutivo de Hamás ha calificado de “mentira” e “invención” la presencia de combatientes en la escuela.
El ejército admite que había civiles en el centro educativo, pero no reconoce víctimas entre ellos. Tampoco ha abierto una investigación ni habla de error, a diferencia del bombardeo en mayo en un campamento de desplazados en el sur de Gaza, en Rafah, donde uno de los dos misiles israelíes lanzados causó un incendio en el que murieron 45 palestinos por las llamas y el humo.
Lazzarini ha recordado que el ejército lanzó el bombardeo de madrugada y sin avisar previamente ni a la agencia, ni a los 6.000 desplazados que se encontraban en la escuela. “Las afirmaciones de que podría haber dentro grupos armados son impactantes, pero no tenemos la capacidad de verificarlo”, ha apuntado antes de cifrar en 180 los edificios de la UNRWA bombardeados en ocho meses de guerra y en 450 los desplazados muertos en esos ataques, pese a que la ONU facilita a las partes en conflicto las coordinadas de sus recintos, incluida esta escuela. “Atacar instalaciones de la ONU o usarlas con objetivos militares no se puede convertir en la nueva norma”, ha criticado en un mensaje en la red social X, antes Twitter.
La escuela atacada se encuentra en Nuseirat, un campamento de refugiados en el centro de Gaza. Es una de las zonas de las que las tropas se habían retirado hace meses e iniciaron en la víspera una nueva operación terrestre contra los hombres armados de Hamás, que emplean tácticas de guerrilla y tratan de reorganizarse.
Israel mantiene los bombardeos con la misma fuerza en distintos puntos de Gaza, pese al llamamiento del pasado viernes del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a poner fin ya a la guerra tras ocho meses. El optimismo que generó el discurso del mandatario, presentando una “propuesta israelí” por fases que concluiría en alto el fuego permanente ―y que Hamás recibió “positivamente” y aplaudieron numerosas cancillerías―, se ha desvanecido desde entonces.
Diecisiete países, entre ellos España, han hecho este jueves un inusual llamamiento conjunto, liderado por Estados Unidos, en apoyo del acuerdo de alto el fuego “ahora mismo sobre la mesa y como lo resumió Biden”. “En este momento decisivo, llamamos a los líderes de Israel, así como a Hamás, a hacer las concesiones finales necesarias para cerrar este acuerdo […]. Es hora de que termine la guerra y este acuerdo es el punto de partida necesario”, señalan. Entre los firmantes hay tres países latinoamericanos (Argentina, Brasil y Colombia) y otros nueve europeos (Bulgaria, Dinamarca, Francia, Alemania, Polonia, Portugal, Rumania, Serbia y el Reino Unido).
Hamás ha pedido clarificaciones a los mediadores (Egipto, Qatar y Estados Unidos) porque la propuesta para poner fin a la guerra que expuso Biden difiere de la realmente presentada por el Ejecutivo de Benjamín Netanyahu. “Tras examinar el contenido del documento israelí, está claro que no propone las bases correctas para el acuerdo requerido, ya que no garantiza un alto el fuego definitivo, sino uno temporal, y no vincula estrechamente las tres etapas estipuladas”, ha indicado este miércoles en un comunicado.
El movimiento islamista acepta entregar por fases a todos los rehenes en sus manos (124, en torno a un tercio, sin vida), siempre y cuando esté clara la última estación del camino: el fin de la guerra. De hecho, está pidiendo a Washington ―principal aliado de Israel― garantías de que Netanyahu no se limitaría a respetar la primera fase para luego retomar los bombardeos.
Esa primera fase consiste en una tregua de al menos seis semanas durante la que Hamás entregaría a una treintena de los rehenes vivos (mujeres, ancianos, enfermos y heridos) y algunos de sus cadáveres. A cambio, Israel liberaría a cientos de presos palestinos, permitiría a los desplazados en el sur de Gaza regresar al norte (ahora lo impiden unos puestos de control), retiraría sus tropas de las zonas pobladas y permitiría cada día la entrada de 600 camiones con ayuda humanitaria.
Netanyahu ―al que los socios ultraderechistas amenazan con abandonar la coalición si sella el acuerdo― se niega a un alto el fuego permanente sin “destruir” antes la capacidad de Hamás para combatir y gobernar Gaza. Biden insistió en su discurso en que el ejército israelí había destrozado a Hamás en estos ocho meses de bombardeos ―que han dejado unos 36.000 muertos y más de la mitad de los edificios dañados o en ruinas― y es ya incapaz de lanzar otro ataque como el del 7 de octubre, que desencadenó la invasión de la Franja.
Mientras mantiene la retórica belicista en Gaza, el primer ministro ha puesto el foco en los últimos días en Líbano. Este miércoles visitó la zona fronteriza, donde el ejército israelí y la milicia de Hezbolá protagonizan a diario un creciente ―pero todavía medido― fuego cruzado que mantiene evacuados de sus hogares a unos 100.000 libaneses y unos 60.000 israelíes. Desde allí, a pocos kilómetros de Líbano, lanzó una advertencia: “Quien piense que puede hacernos daño y que responderemos quedándonos quietos está cometiendo un gran error. Estamos preparados para una acción muy intensa en el norte. De una forma u otra, restableceremos la seguridad en el norte”.