26 de Noviembre de 2024
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La muerte del presidente de Irán: el contexto interno y externo

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Mauricio Meschoulam
EL UNIVERSAL

La muerte del presidente de Irán tiene implicaciones importantes no solo para ese país. De acuerdo con fuentes oficiales en Teherán, el helicóptero en que viajaba ese presidente con su ministro exterior sufrió fallas técnicas mientras volaba por una zona montañosa que, además, experimentaba condiciones meteorológicas complejas. Todos los pasajeros murieron. Así que el primer dato, enormemente relevante, tenía que ver con la forma en la que las autoridades iraníes encuadraban los hechos. El hablar de un “accidente” y “fallas técnicas”, por lo pronto, reduce la especulación en torno a un posible atentado que hubiese inflamado las tensiones en una región que pasa por momentos enormemente conflictivos. Pero más allá de eso, se requiere algo de contexto tanto acerca de la figura presidencial en Irán como acerca de Ebrahim Raisi, este presidente en particular, el momento que vive Irán al interior y al exterior. Todo importa.

Raisi y la función presidencial en Irán

El presidente de Irán, Ebrahim Raisi gobernaba el país desde 2021. En ese entonces, dejó el cargo Hassan Rohani, un político considerado pragmático y de posturas negociadoras, al menos relativamente. Ebrahim Raisi, era un personaje de línea bastante más dura y conservadora. No obstante, hay varios elementos que deben ser considerados para comprender las implicaciones que tuvo ese cambio.

El primer punto es que, en Irán, las funciones del presidente son limitadas.El país es en realidad dirigido por el líder supremo y comandante en jefe, cargo que ocupa desde 1989 el Ayatola Alí Khamenei. El presidente oficialmente se ocupa de la política interna, no de la política exterior ni de defensa. Aun así, dado que el presidente también encabeza el Consejo de Seguridad Nacional, su posición importa y puede impactar en las decisiones del líder supremo, quien a su vez le puede encargar funciones que sí competen a negociaciones internacionales en temas como el nuclear, o aspectos de política exterior. Pero quien tiene la última palabra es el Ayatola Alí Khamenei. Cuando un presidente actúa en contra de las posturas del líder supremo—cosa que sí ha llegado a suceder—lo paga caro.

Aún así, el presidente, Raisi, quien hasta antes de serlo encabezaba el poder judicial del país, era una persona muy cercana a Alí Khamenei. De hecho, muchos lo consideraban como su posible sucesor y su paso por la presidencia pudo ser clave en este camino. De ahí que Khamenei pareció siempre estar muy interesado en el éxito de su gestión.

Esta relación explica en parte lo siguiente: una de las funciones del líder supremo es designar al Consejo Guardián, el cual determina quién puede y quién no puede competir en las elecciones. En 2021 dicho consejo dejó el camino prácticamente libre de competencia para Raisi, descalificando de la contienda a varios de los candidatos fuertes que hubiesen podido representar un reto para ese aspirante.

Con todo, y a pesar de las funciones limitadas del presidente, lo que vemos es que el mapa político en Irán ha estado prácticamente dominado por actores de línea dura, muy alineados en torno al líder supremo y a sus Guardias Revolucionarias, el cuerpo que mayor poder concentra en el país.

Las elecciones de ese año suscitaron particular interés en Occidente, dado que se había considerado que el papel de Rohani fue crucial en las negociaciones del acuerdo nuclear que Obama firmó en 2015, del cual Trump se retiró en 2018, y que Biden pretendió reactivar; y se temía que las conversaciones con un presidente distinto se podían estancar.

Para entenderlo, hay que considerar el contexto. Aunque las políticas de presión máxima de Trump nunca consiguieron sentar a los iraníes a renegociar el pacto nuclear, sí es un hecho que las sanciones impuestas por Washington han ocasionado estragos en la economía iraní, afectada posteriormente por la pandemia con todo su impacto en las finanzas, en la actividad productiva y en el ánimo social de la gente, y más adelante por la situación económica global en temas como niveles adicionales de inflación.

La ciudadanía ya desde antes de Raisi, se encontraba frustrada con el sistema, y particularmente con las políticas del último presidente Rohani, quien a pesar de no tener en sus manos las decisiones finales, si llevaba sobre sus espaldas la responsabilidad del convenio nuclear: fue él quien empujó a Khamenei para seguir por esa ruta. A Rohani se culpó por el fracaso de dicho acuerdo, y por todas las repercusiones que ello generó directamente en el bolsillo de la ciudadanía de a pie, a lo que se suma una gestión de la pandemia muy mal percibida por la gente.

Pero la verdad es que Raisi, un político que en las elecciones de 2017 había perdido contra el propio Rohani, tampoco suscitaba entusiasmo entre la mayoría de la sociedad. En 1988, Raisi formó parte de un comité que dictaminó las ejecuciones de miles de opositores políticos, sin mencionar que mucho más hacia el presente, desde el poder judicial que presidía, sus duras medidas en contra de disidentes y opositores han sido muy mal vistas por amplios sectores de la sociedad.

Lo interesante es que, durante varios años, un presidente sujeto a sanciones estadounidenses por sus antecedentes en derechos humanos, estuvo negociando de manera indirecta con Washington una reactivación limitada e incluso reducida del acuerdo nuclear. Para Raisi, el asunto no tenía mucha ciencia: Estados Unidos fue quien abandonó el acuerdo, y, por tanto, debía regresar a cumplir con los compromisos adquiridos. Punto. La expansión del convenio hacia otros rubros que preocupan a EU y sus aliados—el proyecto de misiles iraníes y su financiamiento a milicias chiítas que operan en diversos escenarios en contra de intereses Washington o sus aliados—simplemente no son negociables.

Las dificultades de Raisi: contexto interno y externo

  1. Pero como era de esperarse, la situación económica en Irán se siguió deteriorando. Eso, además del descontento político generalizado, contribuyó a un movimiento de protestas masivas que inició en septiembre del 2022, detonado por la muerte de una mujer, Mahsa Amini a manos de la Policía de la Moral, por "violaciones al código de vestimenta", las cuales inspiraron a millones de mujeres y hombres a salir a la calle bajo el lema: "Mujer, Vida, Libertad".
  2. Ese movimiento, liderado por las mujeres, resistió de formas inesperadas por el régimen. Sorprendía no sólo la cantidad de personas que se mantenían protestando a pesar de la represión ampliamente documentada, sino la capacidad que tuvieron las mujeres para liderar un movimiento que convocó a personas de toda clase de regiones y edades, con múltiples causas, varias de las cuales habían logrado movilizar a diversos sectores de la sociedad iraní en tiempos previos como 2019 o 2017, pero que ahora movían a todas esas causas y a más. Mahsa Amini era una mujer musulmana e iraní, pero también kurda. La múltiple simbología que ello representaba encendió añejos agravios en prácticamente todas las regiones del país, y en muy distintos sectores que componen esa sociedad. Ello tuvo a las manifestaciones con vida e intensidad durante varios meses.
  3. A pesar de lo anterior, el gobierno se mantuvo firme y consiguió sofocar el movimiento popular. Esto obedeció tanto a factores internos—como la cohesión al interior de los actores políticos, incluidas las poderosas Guardias Revolucionarias—como a factores externos. El eje Rusia-China-Irán se fortaleció a raíz de la guerra en Ucrania, especialmente, con una incrementada cooperación entre Teherán y Moscú. Estos factores contribuyeron a que los actores políticos percibieran que contaban con la fuerza suficiente para reprimir y resistir.
  4. En otro sentido, las negociaciones nucleares con EU se han mantenido estancadas a pesar de muy diversos intentos por hacerlas revivir. Así que por un lado Irán sigue padeciendo el brutal peso de las sanciones económicas en su contra, y por el otro lado, Teherán se mantiene progresando en su proyecto nuclear, enriqueciendo uranio cada vez a mayores grados de pureza al punto en el que, si se tomara la decisión, probablemente Irán estaría a pocas semanas de armar varias bombas atómicas.
  5. A ello se añade también el progreso de Irán en su proyecto de misiles (ahora desarrollando misiles hipersónicos, entre otros avances), y el incremento en la cooperación entre Teherán y múltiples milicias aliadas en distintos puntos de Medio Oriente. En otras palabras, los aspectos que preocupaban a Estados Unidos cuando Trump abandonó el acuerdo, no han hecho otra cosa que crecer.
  6. El resultado de lo anterior, para la gestión de Raisi, fue, internamente una situación económica complicadísima (con una inflación de más del 30%), un descontento político que, si bien ha podido ser sofocado una y otra vez, no implica que no esté ahí a punto de ebullición, y una situación externa que le aleja cada vez más de posibles entendimientos con Washington y sus aliados, y que le coloca mucho más cerca de los adversarios y rivales de Occidente en un momento en el cual hay dos guerras mayores en curso. En la de Ucrania, Irán participa activamente suministrando a Rusia drones y otro armamento que ha resultado esencial para Moscú. En la guerra en Medio Oriente, Teherán está incluso más activa a través del eje de milicias proiraníes que dirige, las cuales se encuentran involucradas en distintos grados en la guerra contra Israel. Ya una cadena de hechos hizo que incluso Irán mismo atacara territorio israelí con más de 300 drones y misiles hace pocas semanas en un evento que pudo escalar hasta niveles inusitados.

Este es el momento político en el que Raisi y su ministro exterior mueren en el accidente el domingo y de ahí la importancia de que su muerte esté señalada por las autoridades en Irán como producto de un accidente, y no de un atentado en contra de su vida.

La sucesión presidencial, la sucesión del líder supremo y la legitimidad vulnerada

  1. Para Irán será importante mantener la estabilidad durante la sucesión del presidente, cosa que al momento de este escrito, ya ha iniciado. El líder supremo, Khamenei, ha nombrado al primer vicepresidente, Muhammad Mukhbar, como presidente interino y en teoría debe convocarse a elecciones en un período inferior a dos meses.
  2. Como dijimos, los temas de política exterior y de seguridad no son funciones del presidente de ese país, salvo por encargos específicos del líder supremo. En ese sentido, no prevemos mayores cambios en temas de seguridad como el proyecto nuclear, o como la actividad de las Guardias Revolucionarias Islámicas o el ejército. De hecho, la línea conservadora, también ganadora en las últimas elecciones parlamentarias, muy probablemente permanecerá como la pauta en la toma de decisiones durante los tiempos que vienen.
  3. El tema en donde hay mayor preocupación tiene que ver con la sucesión del líder supremo, el Ayatola Alí Khamenei, quien ya tiene 85 años de edad. Esto es porque, como arriba señalamos, Raisi era uno de los mayores contendientes a sucederle en el cargo. Otro de los posibles sucesores es justamente el hijo de Khamenei. Pero bajo el contexto arriba señalado, un contexto en el que el régimen ya experimentaba momentos de alta ilegitimidad, la situación se complica para el hijo de Khamenei. Esa situación se complica si no emerge una figura alternativa y competitiva que goce al mismo tiempo del beneplácito del actual líder supremo—quien ahora pierde a uno de los personajes más cercanos que tenía y que, por tanto, le garantizaba estabilidad y predicción—y de algo más de aprobación, cuando menos relativamente, entre la sociedad iraní.

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