RAÚL J. FONTECILLA/EL UNIVERSAL
CIUDAD DE MÉXICO
En los restaurantes identificamos a las meseras o meseros por su uniforme; sin embargo, una imagen clásica y tradicional es sin duda el de las empleadas de la conocida tienda de los tres tecolotes.
Una falda con rayas de colores, blusa blanca, cofia y huipil a juego, muchas veces con el cabello peinado en chongo, es el uniforme de quienes llevan a la mesa los alimentos en toda sucursal de Sanborns que cuente con un restaurante o cafetería.
Anticuado para algunos, folclórico para otros, no hay duda de que llevan tanto tiempo en uso que se han vuelto icónicos.
Sin importar si se trata de un capitalino o de algún turista, este ajuar resulta fácil de identificar y recordar.
Con poco más de una década operando, llegó un extranjero a la sucursal de Los Azulejos que sin ser diseñador de moda dejaría su huella confeccionando un traje para las meseras.
PRESENCIA DE VARIOS ESTADOS
Para conocer el origen de este uniforme hay que hacer un Mochilazo en el Tiempo al Distrito Federal de los años 30, cuando a Sanborns aún le faltaban años para ser toda una cadena.
El propio sitio web de la firma comparte los datos que guían el inicio de este recuento. Sería hasta finales de la Revolución Mexicana que Frank Sanborn rentó la Casa de los Azulejos, pero pareciera no haber rastro de las meseras y su distintivo uniforme.
Sobre avenida Balderas, casi en frente del Metro Juárez, una sucursal de ambiente relajante luce sus mesas y barra en escuadra en torno a la cocina. Casi recuerda a la clásica cafetería estadounidense del cuadro de Edward Hopper, Nighthawks.
Cuando le preguntamos de su oficio a una de las meseras habituales, explica que no siempre trabajó para la cadena, sino que al principio laboró para Denny's. Cuando Sanborns compró estas cafeterías "en 1997, nos volvimos samborinas", dice.
Pero no por ello desconoce el origen de su uniforme: "La falda es de Oaxaca, la blusa de Puebla, y el huipil es de Tepic". Más adelante confirmaríamos que estos datos, de hecho, son una muy buena aproximación a la historia del traje.
MERCADOTECNIA DE UN EXTRANJERO
Para saber más del tema entrevistamos a Aldo Solano, historiador del arte y uno de los pocos investigadores que han estudiado la indumentaria de las trabajadoras que por décadas han llevado café, pan y comida mexicana a las mesas de esta cadena.
Nos habla de Frederic Davis, un estadounidense que "en cuanto conoció México, se enamoró de las artesanías populares". Davis se uniría a esta historia cuando los hermanos Walter y Frank Sanborn se asociaron con él para instalar la venta de artesanías mexicanas en su negocio.
Pero más que los distintivos productos de esta casa comercial, el legado que más se le conoce a Frederic Davis sería el uniforme que diseñó alrededor de 1930.
Esto, explica, se debe al éxito que tenía la Casa de los Azulejos entre los turistas estadounidenses, gracias a su servicio de restaurante.
De acuerdo con Solano, lo que llevaría a Davis a proponer el uso de un uniforme tan llamativo fue que notó que, mientras otras zonas turísticas como Pátzcuaro y Veracruz ya practicaban la estrategia del atavío folclórico para su personal, en el DF no se hacía.
Para él era una buena idea porque, como extranjero, comprendía que los vacacionistas vienen con una expectativa al país, respecto a qué verán en tierras mexicanas. "Davis se da cuenta de que puede cubrir esa expectativa y diseña el traje", resume.
El detalle, comenta, era que en la Ciudad de México no había para entonces un traje que pudiera considerarse "típico para su diversa historia y población". Fue así como procedió a armar un conjunto que a simple vista convencía de ser muy mexicano.
UN REVIVAL ALGO INCÓMODO
Lo anterior sin dudas da lugar a la polémica, al tratarse de un conjunto folklórico "artificial". Solano opina que podríamos considerar al uniforme de las meseras como un revival.
El término viene de la arquitectura y se refiere a "una tendencia o grupo que retoma gustos del pasado para parecer antiguo, generar legitimidad…", explica.
Aquí entraría el uniforme "samborino" porque "al adoptar, deforma", y justo es lo que algunos opinan. Gladys, quien trabajó dos años con este uniforme, opina que "pretende recuperar, de mala forma, los trajes típicos mexicanos, su belleza y su trasfondo histórico-cultural".
También comenta que llega a ser muy caluroso y la falda es más pesada de lo que parece, nada práctico para meseras que pasan horas transportando charolas con platillos y bebidas.
El historiador del arte lo considera una discusión abierta, pues "podría ser apropiación cultural o ser celebración cultural", si bien coincide en que es una mezcla, sin mucha precisión.
LAS SAMBORINAS LO USAN CON ORGULLO
El tema del origen de cada pieza nos lleva a Oaxaca, donde no podría decirse que exista un único traje típico. Solano concuerda que esto difiere del relato de la cadena.
Señala que se rumora la posibilidad de que la autoría sea del pintor guatemalteco Carlos Mérida. La razón no es del todo improbable, serían sus serigrafías Trajes Regionales Mexicanos.
De todos modos, se identifican algunas similitudes con las faldas de Pinotepa Nacional y la blusa de la china poblana. Aparte está el huipil hasta los hombros.
Cerca de un siglo después del debut del uniforme, no faltará quien afirme que es una buena propuesta, en vista de que no hay registro de que se haya interrumpido su uso. A pesar de ello, Solano indica que se sabe que Davis mencionó el diseño en sus memorias sin resaltar que fuera una creación suya, "porque entonces no funcionaba así".
Por otro lado, no duda en retomar la polémica del que a veces pareciera considerarse un "traje típico fabricado".
Nos recuerda que el uniforme se implementó cuando Sanborns seguía el modelo de la fuente de sodas norteamericana. "En su origen socio-racial, funcionaba diferente. Hoy representa empoderamiento y orgullo".
Solano tiene sus propias memorias de este traje: hay meseras que lo conocen desde su niñez. No duda en afirmar que es "algo muy chilango, la relación [que los comensales entablan] con las meseras". Da la impresión de que este uniforme está lejos de ser descontinuado. Puede decirse que miles recibirán por más décadas la atención de meseras con el "traje samborino".