Por Lorena Piñón Rivera
La protección civil es un pilar fundamental para la seguridad y el bienestar de los ciudadanos en México, un país que se enfrenta a diversos riesgos naturales y desafíos constantes. A lo largo de las décadas, México ha experimentado eventos que han dejado una huella imborrable en la conciencia colectiva, marcando la necesidad de una acción decidida y constante en la materia. Entre estos eventos destacan los sismos de 1985 y 2017, que dejaron cicatrices profundas y despertaron la conciencia de la nación en materia de protección civil.
México es una región sísmica de alto riesgo. Además, enfrenta amenazas de fenómenos meteorológicos, incluyendo huracanes, tormentas tropicales e inundaciones. Estos eventos, de carácter predecible en comparación con los sismos, permiten una mayor margen de maniobra para la prevención y respuesta. Sin embargo, la falta de acción del actual gobierno federal ante estas amenazas sigue siendo preocupante.
El caso de Guerrero ha resultado devastador, es cuestionable que a pesar de contar con la tecnología y los conocimientos necesarios, las autoridades gubernamentales y la sociedad civil no tomen medidas preventivas adecuadas para mitigar los riesgos de inundaciones. Se necesita una acción urgente y coordinada para fortalecer las infraestructuras de protección, así como para crear conciencia sobre la importancia de la preparación y la respuesta en situaciones de emergencia.
La inacción en materia de huracanes, a pesar de su predictibilidad, es un riesgo que no podemos seguir tolerando. La protección civil es un pilar fundamental para la seguridad y el bienestar de los ciudadanos en México, y es esencial para asegurar un futuro más seguro y resiliente.
Los sobrevivientes de Otis tienen una experiencia traumática que no ha sido aliviada por la acción gubernamental. La pérdida de seres queridos, propiedades y el entorno conocido han desencadenado sentimientos de tristeza profunda y pérdida de interés en la vida cotidiana, lo que a menudo se manifiesta en forma de depresión. La incertidumbre, el caos y la lucha por la supervivencia durante y después del ciclón pueden provocar síntomas de ansiedad y angustia, por lo que el consuelo y la recuperación se retardan.
El duelo por la pérdida de seres queridos y la culpa por no haber podido proteger a sus familias son emociones comunes entre los sobrevivientes de un ciclón. Estos sentimientos pueden ser abrumadores y perjudiciales para la salud mental. Por eso es angustiante la intermitencia de los apoyos. Pero frente a la parálisis oficial, siempre estará el ánimo de salir adelante y el aliento de la sociedad civil mexicana que siempre se solidariza con apoyos en especie y con sus oraciones por las personas en desgracia. @lorenapignon_ Diputada federal