Por pulmonía, muere Botero, en Mónaco a los 91 años
AGENCIAS
CDMX
Fernando Botero nació el 19 de abril de 1932 en Medellín, la segunda ciudad de Colombia, enclavada en los Andes.
Hijo de un vendedor ambulante y una costurera, Botero quiso ser torero, pero colgó el capote para dedicarse a la pintura y a los 14 años logró vender su primera acuarela, casualmente de un matador, en las puertas de la plaza de toros La Macarena de Medellín.
"Picador en la plaza de toros", obra de Fernando Botero fechada en 1985. Imagen tomada de www.sothebys.com
"Cuando yo empecé ésta era una profesión exótica en Colombia, no era aceptada ni tenía ninguna perspectiva. Cuando le dije a mi familia que me iba dedicar a la pintura respondieron: 'Bueno, está bien, pero no le podemos dar apoyo'. Lo hice igualmente y afortunadamente".
Tras una primera exposición en Bogotá en los años 50, partió a Europa, pasando por España, Francia e Italia, donde descubrió el arte clásico. En su obra también influyó el arte mural de México, donde se instalaría posteriormente.
Pero fue en la década de los 70 cuando su carrera comenzó a despuntar, tras conocer al director del museo alemán de Nueva York, Dietrich Malov, con quien organizó exitosas exposiciones.
"Pasé de ser un completo desconocido, que no tenía ni siquiera una galería en Nueva York, a ser contactado por los más grandes marchands del mundo".
ARTISTA DEL VOLUMEN
Los voluminosos personajes y figuras en la obra de Botero se convirtieron en el sello de su obra, una rasgo distintivo que iba a contracorriente de las tendencias de la época.
"Me interesa el volumen, la sensualidad de la forma. Si pinto una mujer, un hombre, un perro o un caballo, lo hago con volumen".
Las desbordadas formas de su arte, habían aparecido como una revelación en 1957, con la pieza Naturaleza muerta con mandolina. Entonces, por casualidad, hizo un agujero demasiado pequeño para ese instrumento y de golpe, “entre el pequeño detalle y la generosidad del trazo exterior, se creó una nueva dimensión que era como más volumétrica, más monumental, más extravagante”, explicaría Botero.
Su estilo figurativo se contraponía al arte pop y abstracto dominantes en la década de 1960, por lo que Botero tardó en ser apreciado.
Aunque no tiró la toalla y en 1961 vendió su primera pintura al Museo de Arte Moderno de Nueva York, una Monalisa regordeta de manos diminutas.
Dos décadas después ya era uno de los artistas latinoamericanos más famosos y sus obras ocupaban las salas de los museos más importantes del mundo.
COLOMBIA EN SU OBRA
Si bien vivió la mayor parte de su vida en Europa y Estados Unidos, la obra de Botero estuvo siempre poblada de rollizos toreros, trabajadoras sexuales, caudillos y otros personajes que evocaban a su Medellín natal.
"Pinté a Colombia toda mi vida. Los aspectos amables que conocí en la infancia y adolescencia".
Sus personajes de curvas y colores pastel denunciaron también la violencia que desangró a Colombia.
Una de sus esculturas, El pájaro, fue destruida a mediados de 1995 por la explosión de una bomba en un parque de Medellín que mató a más de 20 personas. Botero respondió instalando otro enorme pájaro junto a los vestigios del primero.
"El pájaro", escultura de Botero en Medellín. Imagen tomada de www.medellin.gov.co
Fue también un importante mecenas, con donaciones estimadas en más de 200 millones de dólares. El artista regaló a los museos de Medellín y Bogotá muchas de sus obras, que en 2012 fueron declaradas bienes de interés cultural por el Gobierno colombiano.
"(Fue) el pintor de nuestras tradiciones y defectos, el pintor de nuestras virtudes. El pintor de nuestra violencia y de la paz", dijo el presidente Gustavo Petro.
Muchas obras de Botero engalanan parques y plazas, pues el artista reivindicó el arte público como un “acercamiento revolucionario” del arte con la gente. Una idea que estrenó en 1992 en París, con una muestra en los Campos Elíseos, y que luego llevó al gran canal de Venecia y frente a las pirámides de Egipto. Sus personajes de inmensas curvas también desembarcaron en 2015 en China, “un sueño cumplido”, dijo entonces.
Botero, el artista latinoamericano mejor vendido en vida, batió su propio récord en 2022, cuando su escultura Hombre a caballo alcanzó los 4.3 millones de dólares (más de 70 millones de pesos) en una subasta de la casa Christie´s.
Casado tres veces y viudo de su última esposa, la escultora griega Sophia Vari, quien falleció en mayo, Botero sufrió el duelo de la muerte tras un accidente de tránsito de uno de sus hijos, de solo 4 años de edad. Más tarde, la implicación de otro hijo en un escándalo por corrupción.
Botero, el colombiano más universal después del escritor Gabriel García Márquez, murió el 15 de septiembre en Mónaco a los 91 años, a consecuencia de una pulmonía.
"Pienso con frecuencia en la muerte y me da lástima irme de este mundo y no poder trabajar más, porque tengo un gran placer trabajando".