29 de Noviembre de 2024
Director Editorial Lic. Rafael Melendez | Director General - Dr. Rubén Pabello Rojas

América Latina va por la soberanía alimentaria: Mario Lubetkin

 

 

 

 

 

El 40% de la población pasa hambre, pero al mismo tiempo es obesa.

EL UNIVERSAL

CIUDAD DE MÉXICO

Poco más de 40% de la población en América Latina pasa hambre. Al mismo tiempo, cerca de 24% de la población es obesa. El Covid-19, y ahora la guerra entre Rusia y Ucrania, han agravado el problema de la seguridad alimentaria en la región y el tiempo para encontrar soluciones se agota, advierte en entrevista con el Grupo de Diarios América, al cual pertenece EL UNIVERSAL, Mario Lubetkin, subdirector general y representante regional para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El problema del hambre, subraya, no está aislado. Pobreza, educación, migración, incluso violencia están relacionados, y requieren de soluciones integrales y de lograr que América Latina actúe a una voz y busque lo que se ha dado en llamar "soberanía alimentaria".
¿Cuál es la situación actual de la región en materia de seguridad alimentaria? 
No es ninguna novedad decir que la situación no es positiva. Vivimos un escenario de riesgos importantes y los números son el testimonio más importante. Mientras en el mundo, según nuestros informes, los números globales de 2021 dan 828 millones de personas que pasan hambre, en América Latina son 56.5 o 56.6 millones. Si sumamos las personas que pasan hambre con las personas que tienen inseguridad alimentaria moderada, nos estamos refiriendo a más de 200 millones de personas, lo que representa un poco más de 40% de la población en América Latina.
Es una gran contradicción, si se piensa que América Latina y el Caribe tendrían una capacidad de producción alimentaria para mil 300 millones de personas.
Lo que no se puede es limitar el análisis de la seguridad alimentaria sin tocar el tema de la desnutrición. El tema de la seguridad alimentaria hoy tiene componentes de producción, ambientales, de cambio climático, componentes sociales, comerciales, de comercio exterior, de desarrollo territorial, socioeconómicos.
Pero al mismo tiempo enfrentamos el problema de la obesidad. 
Cerca de 24% de la población en América Latina es obesa o con sobrepeso. Pero el mayor drama es el de la población menor a cinco años: 7.5% de ellos tienen obesidad o sobrepeso.
¿Por qué hoy se ven estos problemas de obesidad que no se veían antes? 
Primero, porque uno se alimenta mal. Hay un problema de mal consumo. Hay un problema de salud. Es una cadena de cosas.
La dieta saludable es cara. Según nuestros datos, el valor de la dieta saludable diaria es de 3.89 dólares (72.39 pesos mexicanos). Es un poco más alta del promedio mundial. Pero no es sólo un problema de costos... La calidad tiene un costo superior. Pero también es un problema educativo, de comprensión de lo que se está consumiendo, del tema de salud.
A eso hay que sumarle el tema del impacto del Covid-19, primero, y la guerra entre Rusia y Ucrania, después.
Ya estamos viendo los efectos del Covid-19 y hay un aspecto que todavía no tenemos claro: los efectos de la guerra.
En América Latina, dijimos, son 56 millones que pasan hambre. Si pensamos en los números antes de 2019, antes del Covid-19, hubo un aumento de 30%. Y todavía el escenario no ha terminado.
Desde el punto de vista de las garantías de producción alimentaria, todavía no sabemos cuáles son los efectos que va a generar la guerra para América Latina y el Caribe.
Está claro que somos 85% dependientes de la importación de fertilizantes, que vienen de allá, de donde está la guerra. La mayoría de Rusia, de Ucrania. No sabemos qué nivel de producción van a tener... Hay una dependencia importante, en los países de América Latina, de los cereales, el maíz, por ejemplo.
Va a haber un empuje al aumento de precios. Va a haber un sistema de transportación problemático. Si a eso se suman los escenarios de guerra y el tema político, se generan una serie de elementos explosivos. Objetivamente, hay que prepararse. Ahí está el desafío de esta América Latina y caribeña.
Viendo cómo se enfrentó el tema del Covid-19, ¿está la región preparada para lo que se viene con el tema de la guerra?
Hay que entender primero qué significa estar preparado: sustituir fertilizantes, crear una capacidad alimentaria superior, reducir la importación de cereales.
A corto plazo esas cosas no se resuelven... En diciembre, por solicitud de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) realizamos una reunión de ministros de Agricultura de América Latina. La sensación que me dio, por las intervenciones de los ministros, era de que la posición es de buscar soluciones. En otras épocas históricas, era más fácil decir: ‘La culpa es de éste’. Hoy sabemos que eso no ayuda.
Pero lo que veo es un esfuerzo que está haciendo la inmensa mayoría de los gobiernos para buscar soluciones. Claro, las soluciones son parciales. Por ejemplo, falta diálogo entre los países. ¿Qué pasó con el Covid? Que cada quien buscó su propia solución. Hoy cada uno está buscando su propia solución al tema de la seguridad alimentaria. Hay que ir por la integración de los países en la búsqueda de las garantías de seguridad alimentaria. El Caribe 100% importaba. Ahora están planteándose un desafío tremendo: reducir 25% de las importaciones. Significa empezar a producir alimentos, aunque sea 25%. Eso es un cambio tremendo.
Esta América Latina tiene diferentes caras, pero un proceso de integración diferente puede garantizar la ganancia de todos y mayores equilibrios. La integración hay que hacerla en esta región, entre nosotros. Tiene que participar sector público y privado. Con el Covid-19 nos dimos cuenta qué frágiles estábamos y en cierto punto la discusión era: ‘Tenemos que hacer vacunas propias’.
Ahora se habla de soberanía alimentaria. Los gobiernos que dicen esto se refieren a nuestra capacidad de producir, pero no puede ser capacidad de producción local, sino integrada.
¿Cómo se ve la posición mexicana desde la FAO?
Sé y he leído que ha habido una tendencia a una reducción leve en los niveles de inseguridad alimentaria y una reducción leve del problema de la obesidad. Cuando las tendencias cambian, la señal es positiva. Pero son tendencia que tienen que incrementarse, profundizarse.
¿Existe disposición de parte de los gobiernos de escuchar, de ir más adelante? 
Yo creo que sí. La inmensa mayoría de los gobiernos están buscando seriamente una solución. Vamos a partir de un elemento clave: la crisis de la inseguridad alimentaria llegó para quedarse. La profundidad que las soluciones requieren mucho tiempo. La búsqueda puede ser mejor o peor, pero es seria.
¿La inflación es otra preocupación?
Nosotros lanzamos el primer informe posguerra a finales de marzo y dio un salto brutal; los precios aumentaron 13% o 14%. La especulación era que se iba a disparar más. Pero todos nuestros informes posteriores mostraron que no ha habido un gran aumento de precios… No es una escalada brutal. La inflación de alimentos en América Latina es de 11%, más o menos, mientras que a nivel global representa 8% o 9%. No es lo que está moviendo completamente la balanza. El tema está en la capacidad de mayor diálogo entre gobiernos.
En diciembre hicimos una propuesta: adecuar el plan San-CELAC (Seguridad Alimentaria), que se aprobó en 2015. Se autorizó en enero la propuesta de adecuación. Esa adecuación podría permitir tener, ante la crisis generada, una nueva plataforma de seguridad alimentaria que dé instrumentos a los países para dirigir sus políticas a partir de sus propias características. Estamos en un nuevo escenario, en el cual la primera línea de gestión del gobierno ha marcado una preocupación muy grande sobre el tema de seguridad alimentaria. Eso no estaba planteado antes.
Yo creo que hay señales de modificación. Quizá desordenadas, caóticas, pero no hay una parálisis de movimiento. ¿Se irá en el camino correcto? ¿Encontraremos la solución? Es para donde estamos empujando.
El tema de la seguridad alimentaria no se puede separar de otros problemas como la pobreza, la educación, y se convierte en una especie de círculo vicioso. ¿Cómo se sale de ahí?
Más que círculo vicioso, son componentes de lo mismo. Si no se elimina la pobreza no se elimina el hambre. La Cepal dice que estamos llegando a 200 millones de personas en niveles de pobreza. Son parte de lo mismo… Creo que hay experiencias en América Latina que han demostrado que es posible reducir y eliminar el hambre. Como Brasil, que salió del mapa del hambre de la FAO en 2014.
Círculo vicioso sería si tenemos el problema y no lo afrontamos, pero tengo la sensación de que hay un esfuerzo para afrontarlo.
No hay otro escenario que no sea la búsqueda de las soluciones, que son por cierto, muy complejas: hablar de inseguridad alimentaria en Centroamérica es hablar de factores de migración, de factores de violencia, hasta factores del narco. Son escenarios integrados que antes no estaban planteados, y es importante asumirlos y no buscar soluciones aisladas. Ni siquiera de un país. México sólo no va a salir del escenario del hambre. Brasil salió y entró.
Mi sensación es que estamos en la búsqueda de soluciones que eviten escenarios que van a generar inestabilidades. Si hay hambre y aumenta la pobreza, sin duda va a haber un escenario de mayor inestabilidad.
No tenemos tiempos largos. Los tiempos no nos favorecen. No podemos esperar. No podemos pensar que la solución la podemos encontrar en cinco o seis años. Tiene que haber soluciones inmediatas. Tiene que haber proyectos y procesos de corto y mediano plazos para generar resiliencia y sostenibilidad.