24 de Noviembre de 2024
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Biden tira la toalla  y se postula Kamala

 

 

 

 

 

Anuncia que no se presenta a la reelección como presidente de Estados Unidos y pide el voto para Harris con sendos mensajes en las redes sociales a menos de cuatro meses de las elecciones y tras semanas de presiones para que renunciara.

AGENCIAS

CDMX

Fueron necesarios 24 agónicos días desde el desastroso debate que lo enfrentó en Atlanta a Donald Trump para que Joe Biden se rindiera a la evidencia: el presidente de Estados Unidos anunció este domingo a las 13:46, hora de la Costa Este estadounidense (19.46 en la España peninsular), que, a sus 81 años, ceja en el empeño de presentarse a la reelección el próximo mes de noviembre.

Con esa decisión histórica, anunciada un domingo cualquiera mediante un mensaje sorpresa en la red social X, la campaña estadounidense más atípica de la memoria reciente se adentró un poco más en el caos, con un partido, el demócrata, sin candidato claro ―aunque Biden apostó rápidamente por su vicepresidenta, Kamala Harris―, y el republicano rendido a los pies de un líder que acaba de sobrevivir a un atentado que por poco le cuesta la vida y cuyos fieles adoran, como consecuencia de ese milagroso golpe de suerte, casi como una figura mesiánica.

La carta que publicó Biden está dirigida a sus “compatriotas estadounidenses”, a quienes les confiesa que ser presidente “ha sido el mayor honor” de su vida y les promete que comparecerá ante ellos “a finales de la semana próxima”. “Mi intención era la de buscar la reelección, pero creo que lo mejor para mi partido y para el país es que me retire y que me centre únicamente en cumplir mis deberes en el cargo durante el resto de mi mandato“.

“En los últimos tres años y medio hemos hecho grandes progresos como nación”, dice Biden en la segunda frase, antes de pasar a defender el legado de su tiempo en la Casa Blanca, a la que llegó con el encargo de suturar las heridas de un país hecho jirones tras cuatro años de Trump y que abandona, sin haberlo logrado, empujado por los suyos y por el clamor global ante las sospechas sobre sus aptitudes físicas y mentales, puestas a prueba en un cara a cara electoral que el 27 de junio pasado siguieron en directo más de 50 millones de personas.

Biden resume a continuación algunos de esos logros, pero obvia todos sus fracasos, entre ellos, los problemas que le trajo el apoyo a Israel en la guerra de Gaza y que le valieron el apodo de Joe el Genocida. Entre los primeros: que deja la economía estadounidense como “la más fuerte del mundo”; que bajo su mandato cayó el precio de los medicamentos y que aumentaron las prestaciones sanitarias; que salió adelante la primera ley para el control de armas en 30 años y que el Tribunal Supremo incorporó a la primera jueza afroamericana en sus 235 años de historia, Ketanji Brown Jackson.

Nada de eso fue suficiente para contrarrestar la escasa popularidad que lo acosó durante todo su mandato. Tampoco bastó para que el mundo le creyera cuando insistió una y otra vez en las semanas que siguieron al debate y con un tono frecuentemente airado que estaba capacitado para seguir. Casi todas las encuestas auguran a menos de cuatro meses de las elecciones una victoria de Trump en las urnas.

En un segundo mensaje, también publicado en X, aunque esta vez dirigido a sus compañeros demócratas, Biden anunció a los pocos minutos que apoyaba la candidatura de Harris para sucederlo al frente de la campaña. Era la opción más lógica. “Mi primera decisión como candidato del partido en 2020 fue elegirla como mi vicepresidenta”, dice el mensaje de Biden. “Y ha sido la mejor decisión que he tomado. Hoy quiero ofrecer todo mi apoyo y respaldo para que Kamala sea la candidata de nuestro partido este año. Demócratas: es hora de unirse y vencer a Trump. Hagámoslo.”

Harris tardó dos horas y media en agradecer ese apoyo, y lo hizo con un comunicado en el que afirmaba: “Me siento honrada de contar con el respaldo del presidente y mi intención es ganar esta nominación. (...) Haré todo lo que esté a mi alcance para unir al Partido Demócrata —y unir a nuestra nación—, así como para derrotar a Donald Trump y su agenda extrema. Tenemos 107 días hasta la jornada electoral. Juntos lucharemos. Y juntos ganaremos”.

Tarde de llamadas

El equipo de Harris pasó el resto del domingo llamando a congresistas, senadores y otros miembros destacados del partido para asegurarse apoyos. Algunos, desde los Clinton hasta la senadora Elizabeth Warren (Massachussets) o Josh Shapiro, gobernador de Pensilvania, Estado clave en las elecciones, lo hicieron públicamente. El expresidente Barack Obama prefirió escribir una larga carta alabando la figura de Biden, que fue durante ocho años su segundo de a bordo, pero se guardó para sí a quién piensa apoyar ahora.

Además de abrir una nueva etapa en el Partido Demócrata, un partido que poco a poco rompe con aquella generación con vínculos en los convulsos años sesenta que pudo ver gobernar a Kennedy y a Jimmy Carter, aún vivo a sus 99 años, los dos mensajes de Biden en X ponen fin a medio siglo de una de las carreras políticas más tenaces de Washington, donde lo fue casi todo: de vicepresidente a senador por Delaware.

El escenario que asoma ahora puede acarrear consecuencias imprevisibles para Estados Unidos, pero al menos trae el alivio de superar algo más de tres semanas de encuestas desfavorables y dudas sobre las capacidades de un anciano para ganar en noviembre, primero, y, lo que es más importante, continuar cuatro años más en la Casa Blanca. Si hubiera ganado las elecciones habría tenido 86 años al final de su segundo mandato.

Desde el debate, las presiones fueron in crescendo, en público y en privado, por parte de donantes, estrategas, analistas, votantes preguntados por los encuestadores, medios de comunicación, senadores, congresistas y sus líderes en ambas Cámaras, Chuck Schumer y Hakeem Jeffries, así como de figuras tutelares del Partido Demócrata como Nancy Pelosi, expresidenta de la Cámara de Representantes, u Obama, de quien el viernes trascendió que había presionado a su viejo colaborador para que tirara la toalla.

Primero, fue el “pánico” que sintieron sus simpatizantes al verlo errático, de lapsus en lapsus, en el plató televisivo que la CNN destinó en Atlanta al primer debate presidencial de 2024. Después vinieron el editorial de The New York Times que pedía su renuncia, y los primeros legisladores demócratas en apuntarse en la lista de quienes le rogaban que lo reconsiderara y que fue engordando en cantidad y en prominencia de sus abajo firmantes hasta superar la treintena. Este domingo, se sumó un último nombre de relieve: el del senador por Virginia Occidental Joe Manchin, que había renunciado al partido en mayo pero aún lo representa en el Capitolio.

El pasado viernes Biden, desde el interior de una olla a presión, advirtió de su intención de regresar a la campaña la próxima semana. Dos días antes, había dado positivo por covid. Pasó el fin de semana enfermo, recluido en su casa en la playa de Rehoboth (Delaware), tomando Paxlovid y manteniendo una agenda de trabajo ligera que incluyó una llamada con Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Cuentan los medios estadounidenses que también pasó esas horas incubando su enfado con los viejos aliados que le han ido dando la espalda.

Finalmente, en un gesto que nadie esperaba ya este fin de semana, soltó la bomba el domingo a primera hora de la tarde, y, de paso, logro hacerse de nuevo con el foco mediático, que llevaba demasiados días puesto sobre Trump, que el sábado pasado sobrevivió a un atentado en Butler (Pensilvania) y que pasó toda la semana certificando su dominio total sobre el conservadurismo estadounidense en la Convención Nacional Republicana, celebrada a mayor gloria de su figura y de su familia, en Milwaukee (Wisconsin). Esta semana, afirman en la Casa Blanca, Biden piensa seguir con sus obligaciones, entre ellas, recibir la polémica visita a Washington del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.

La reacción de Trump

El expresidente reaccionó a las sensacionales noticias diciendo primero que creía que le será “fácil” ganar a Harris en las urnas. Más tarde, en un mensaje en Truth, su red social, argumentó (mayúsculas incluidas) lo siguiente: “El ESTABLISHMENT DE WASHINGTON, los medios que Odian a Estados Unidos y el corrupto ESTADO PROFUNDO hicieron todo lo posible para proteger a Biden, ¡pero él ha acabado abandonando la campaña, [es una] COMPLETA DESGRACIA!”. Destacadas voces del Partido Republicano se sumaron, con el candidato a vicepresidente J.D. Vance a la cabeza, a pedir la dimisión del presidente de Estados Unidos, bajo la lógica de que si no puede ser candidato tampoco está capacitado para dirigir el país y tener a mano, por ejemplo, el botón nuclear.

Más allá de esos ataques y del debate rayano en la charlotada que a buen seguro se abrirá en torno a la vigesimoquinta enmienda, que recoge las opciones para destituir a un presidente incapaz mientras está en el cargo, la incógnita más urgente es ahora saber si el partido estará de acuerdo o no con que Harris sea la candidata.

No hay mucho tiempo para discusiones: la Convención Nacional Demócrata se celebra en Chicago entre el 19 y el 22 de agosto.