26 de Noviembre de 2024
Director Editorial Lic. Rafael Melendez | Director General - Dr. Rubén Pabello Rojas

Voladoras demandan igualdad a 20 metros de altura

 

 

 

 

 

 

 

La ceremonia tradicional del vuelo ocurre tras una ardua preparación física y espiritual.

REDACCIÓN

CIUDAD DE MÉXICO

Volar es una declaración de principios para las mujeres de Cuetzalan y de Xochiapulco, Puebla.

Porque la igualdad se demuestra en el aire, a 20 metros, cuando danzan junto con sus compañeros para solicitar buenas cosechas, de acuerdo con el ritual de raigambre prehispánica, reconocido por la Unesco como Patrimonio Intangible de la Humanidad, que la tarde del miércoles se presentó en el Cencalli del Centro Cultural Los Pinos con motivo del Día Internacional de la Mujer.

"Somos iguales, ahí está demostrado", señala María del Carmen Ortiz García, voladora de 34 años que danzó en la cima del palo volador, la "manzana", como se le conoce.

Desde su niñez aspiraba a surcar el cielo, pero su madre se lo impedía, preocupada por su seguridad, relata en entrevista. Debió de aprender a escondidas, a punto de cumplir 17 años, y desde entonces participa en la ceremonia que este miércoles, bajo un sol tan espléndido como ardiente, convocó también a Irene García Hernández, Xóchitl Salas de la Cruz, Karina Zárate y Bonilla, Jocelyn de Jesús Mora Chávez, integrantes de los grupos Doncellas del viento y Sangre Nueva de Xochiapulco, y al caporal Gregorio Antonio Morales, que interpretó la flauta.

"Cuando subí la primera vez sentí miedo porque hay que tener mucha fuerza en los brazos y sí se cansa uno. Una vez arriba es más fácil: se amarra uno, se avienta y se siente muy bonito volar, por la adrenalina y porque uno está en el aire", cuenta.

Lo más importante, dice, es el valor, convencida de que mujeres y hombres pueden comulgar por igual con esta tradición.

"Al volar", afirma Ortiz García, "me siento libre".

La ceremonia transcurrió entre la admiración y el desasosiego del público, que una hora antes atestiguó la caída de un danzante de una estructura paralela, de menor tamaño, en la que se preparaban. Pronto se repuso, aunque adolorido.

Las mujeres se persignaron, se sahumaron y volaron sin percances, para descender luego entre aplausos.

Paz, armonía y respeto, demandaron las mujeres con su voz y con su vuelo.

Desde cada trinchera, lo mismo en el servicio público que en el campo, ellas abren brecha, destacó por su parte la titular de Cultura del Gobierno Federal, Alejandra Frausto, al término del acto.

SOBRE EL SIGNIFICADO CEREMONIAL

La ceremonia tradicional del vuelo ocurre tras una ardua preparación física y espiritual; el caporal, junto con los cuatro voladores o —en este caso— las voladoras, se elevarán ataviados con su vestimenta tradicional hasta una altura de 20 metros sobre un palo de madera, con una cuerda atada a su cintura.

Durante el vuelo rodearán los cuatro puntos cardinales al son de la flauta, tambor y palillo de zapote, dando 52 vueltas que representan el antiguo calendario cósmico mesoamericano de la renovación del fuego.

El vuelo de las mujeres es un acto de devoción y sacrificio, que representa la conexión con la tierra, el cielo y los espíritus.

Aunque esta representación se asocia generalmente a la región del Totonacapan, Veracruz, otros grupos indígenas también la realizan como una actividad propia de su vida ceremonial y ritual.

Actualmente, se practica en los estados de Hidalgo, San Luis Potosí, Puebla, Ciudad de México y Michoacán, así como en los países de Nicaragua y Guatemala.