27 de Noviembre de 2024
Director Editorial Lic. Rafael Melendez | Director General - Dr. Rubén Pabello Rojas

Números Rojos/ ¡Ya no quiero vivir!

                                                                       

 

Brenda Caballero

 

¡Ya no quiero vivir!

 

 

¡Creo que me picó una araña! comentó Olga Gabriela Martínez González a sus amigas, al ver una erupción pequeñita en su piel.

Sin embargo, al otro día, los brotes se reprodujeron como una especie de varicela. Era extraño… a ella ya le había dado, y según los profesionales de la medicina, solamente se manifiesta una sola vez en la vida, además de que los brotes no aparecen en las manos. Momentáneamente acude al polvo de haba y la maicena en lo que acude a su médico general del Issste para la revisión, diagnóstico y tratamiento.

En la consulta, cuenta que la doctora sin hacer una revisión profunda de las erupciones en su piel, le indica que tiene una alergia por algo que comió y le receta Loratadina, así como baño coloide para la comezón.

Olga no está conforme con el diagnóstico pues las erupciones se multiplican en espalda, piernas y brazos y la comezón se hace más intensa, razón por la que acude con una dermatóloga externa para su valoración. Allí le realizan estudios. Resultado: Valores Normales. ¡Olga no tiene nada!

II

En varias ocasiones la habían invitado, sin embargo, no se había animado a ir al balneario de Ojo de Agua. Ese día decidió trasladarse a Orizaba. Al echarse un clavado, sintió un dolor en el hombro. Al principio pensó que era un calambre, sin embargo, ante la intensidad del dolor, gritó con desesperación. Nadie la escuchó y como pudo, salió a flote. Ya en la orilla, sus amigas se acercaron y notaron que se  había luxado el hombro.

Allí mismo en Orizaba acudió a una clínica particular para que le acomodaran el hombro.

–¿Eres alérgica a algún medicamento?– preguntó el doctor.

–No­– contestó Olga.

Le recetó Paracetamol y Meloxicam.

Tomó el tratamiento para el dolor y la inflamación. Pasó una semana y entonces surgió una erupción, cómo la que provoca la picadura de araña.

III

Después de la comezón empezó el dolor. Acudió a Urgencias del Issste. Allí, el médico general la canalizó a Epidemiología. Empezaron todas las preguntas relacionadas con la comida, mascotas, medicamentos, alergias, enfermedades anteriores. Todo estaba muy raro, ya que Olga no se enfermaba ni de gripe. Discusiones y más discusiones. Choque entre médicos por el diagnóstico, pero sin coincidencia alguna.

Su caso en el Issste fue tan sonado que hasta la ex candidata a la diputación federal por Xalapa Rural y ex funcionaria estatal, Consuelo Thomas Yáñez, hoy administradora de la Clínica de Medicina Familiar, personalmente la visitaba y hasta intervino para agilizar los estudios de laboratorio, ante la incertidumbre del diagnóstico.

IV

“¡Ya no quiero vivir!”, decía Olga, de apenas 30 años de edad. “¡Pónganme algo, por favor!”, externaba entre llanto y desesperación. El dolor y la comezón eran insoportables al grado que fue internada. Le habían salido llagas en manos y brazos, como si se hubiera quemado. Tenía escalofríos y fiebre que llegó hasta los 39.5 grados. No podía tomar nada; apenas le permitían compresas de agua fría sobre su cuerpo.

Las lesiones se incrementaron en los brazos y se extendieron a las piernas… estaba toda enrojecida y amoratada que dejó de verse el color natural de su piel.

La recomendación médica como mejor opción: Zona de Quemados, pues había que darle tratamiento como si fueran quemaduras, de lo contrario no iba a soportarlo.

Su caso ya había sido turnado a Epidemiología del Issste; sin embargo, los especialistas no coincidían en el diagnóstico. Se acudió incluso a un infectólogo del hospital José Zubirán en la Ciudad de México.

Incluso hasta le realizaron la prueba de VIH y hepatitis y tres veces al día le hacían estudios de sangre. Todos, con valores diferentes. Se llegó a pensar en un virus, ya que alguna vez sus leucocitos se manifestaron en una cantidad mayor a 15 mil. Lo último fue hacerle una biopsia para mandarla a Puebla. El resultado aún está pendiente.

V

No pudo dormir bien durante tres días donde tuvo la crisis máxima, pero ése fin de semana fue bastante complicado. Nadie quería atenderla. Se había corrido el rumor de que tenía SIDA.

Ante las quejas de su familia y ante un posible diagnóstico de Vasculitis urticariante, le empezaron a suministrar altas dosis de esteroides. La inflamación cedió. Las erupciones de la piel empezaron a disminuir al igual que la coloración.

Olga fue dada de alta. Le dijeron que es alérgica a los Aines (anti-inflamatorio no esteroideo) como el paracetamol, Diclofenaco, Naproxeno e ibuprofeno, entre otras categorías.

Actualmente Olga está en su casa. No puede exponerse al sol. No puede comer embutidos, carnes rojas,  ni conservadores. Usa cremas humectantes pues su piel está descamándose.

Tiene pase abierto al área de Urgencias del Issste, pero ha consultado de manera externa a otros especialistas que han coincidido que si no se hubiera atendido a tiempo, su caso hubiera derivado en el Síndrome de Stevens-Johnson, lo que hubiera sido mortal para Olga.

El Síndrome de Stevens-Johnson es una dermatosis potencialmente fatal caracterizada por una extensa necrosis epidémica y de mucosas que se acompaña de ataque al estado general. Una de sus causas más comunes es la automedicación.

 

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