Margarita Zavala
En 2016 muchos artículos fueron sobre el tema económico. Hacía mucho tiempo que las familias mexicanas no hablaban de dos palabras: “deuda” y “devaluación”. Vimos un gobierno que eludía su responsabilidad culpando siempre a factores externos: Brexit, China y ahora Trump. Explicamos el daño que el gobierno le hacía al crecimiento con los impuestos, el abandono de la inversión en infraestructura, y el irresponsable manejo de la deuda pública. A mitad del año, Standard & Poor’s confirmaba esta visión, al cambiar su perspectiva sobre nuestra economía de “estable” a “negativa”. Para crecer, nuestra economía necesita un liderazgo que regrese al camino de la responsabilidad y que esté comprometido a derribar el muro que nos está deteniendo, el de la corrupción.
Escribí sobre la debilidad del Estado de derecho y la urgencia de construir instituciones eficaces y confiables, así como la exigencia de que las autoridades se comprometan con la legalidad. Vimos que en el país el enojo se extendió. Algunas manifestaciones públicas fueron acompañadas con violencia y agresiones sin que la autoridad hiciera justicia ni pusiera orden. De ahí la insistencia en que la rectitud de la autoridad es indispensable porque si es la primera en violar la ley, no hay gobernabilidad y se genera la sensación de caos. Sentimos que vivimos en un país donde “no pasa nada”, donde la impunidad es la norma y por ello se genera más corrupción, frustración e injusticia.
2016 fue un año electoral. Apoyé las campañas del PAN y compartí con ustedes la alegría de ver cómo los ciudadanos hicieron escuchar su mensaje en las urnas en contra de la corrupción y del abuso. Ellos dijeron: si no pasa nada legalmente, debe pasar algo políticamente. El voto sigue siendo una herramienta eficaz para transformar la indignación en acción, porque no podemos quedarnos estancados en la mediocridad, pero tampoco merecemos caer en el abismo de la demagogia y el discurso de odio. Este año también despedí a uno de los más grandes demócratas de México: Don Luis H. Álvarez, de quien aprendí que sí se puede hacer política digna, con ética, con integridad, con verdad y actuando por principios. A lo largo del año, defendí esa forma de hacer política con mis dichos y hechos.
Escribí sobre mujeres a las que admiro y aprecio: la ex tesorera de Estados Unidos, Rosario Marín, quien fue reconocida por el Senado mexicano; Las Patronas, esas mexicanas únicas que ayudan a los migrantes en su trayecto. Reconocí a las mujeres que se enfrentaron a las palas mecánicas en Tajamar para salvar el manglar. Felicité a las mujeres que ponen en alto el nombre de México en el arte, la cultura y el deporte. Especialmente a las atletas que ganaron en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Río de Janeiro, a pesar de las deficiencias de la política deportiva nacional.
El tema de las elecciones de Estados Unidos marcó la agenda. Por eso, advertí en estas páginas del enorme peligro del discurso de odio de Trump. Me indigné junto con millones de mexicanos al ver cómo se le recibió con trato de dignatario, lo que le dio oxígeno a su campaña. Y ante su triunfo, he dicho que México debe tener un gobierno firme, empresarios decididos y una sociedad unida. Siempre estaré del lado de México y de los mexicanos, dispuesta a defender a nuestro país.
Es muy triste cerrar este año tan complicado con la tragedia de Tultepec. Envío mis más sentidas condolencias a todas las personas que perdieron a un ser querido y mis deseos de recuperación a quienes sufrieron heridas. No se ha encontrado la forma de hacer segura la pirotecnia popular y hasta no tener clara la manera de hacerlo la decisión simple de rehacer el mercado como lo ofrecieron las autoridades locales y federales parece una mala idea. Decir que la supervisión de los explosivos corresponde al Ejército es lavarse las manos por parte de las autoridades civiles de una tarea que es tema de protección civil y de comercio.
Fue un año difícil para México.