Agustín Contreras Stein
Empiezo por creer lo que un funcionario de alto rango me expresó hace algunas semanas.
Preocupado por las condiciones políticas, económicas y también sociales que se viven en estos momentos, pregunté a este importante personaje cuál era su perspectiva acerca de todos estos acontecimientos.
Fue claro y preciso.
No pasará nada, me dijo, no hay por qué preocuparse, las cosas estarán bien y es cosa, solamente, de esperar los tiempos.
Ahondé en el asunto y le dije que las condiciones no eran como antes, que todo se estaba complicando conforme pasaban los días y que podría darse algo, de verdad, inédito en estos últimos meses de la administración estatal, pero sobre todo, en el inicio del próximo periodo gubernamental que ya se acerca.
Sí, me dijo, hay cosas que son graves, que se están poniendo graves, pero no hay de qué preocuparse.
Así que mejor vete tranquilo.
Salí de su oficina, de verdad tranquilo, pero al salir a la calle me encontré con nuevas manifestaciones y una serie de opiniones que venían precisamente de quienes observan los acontecimientos, pero también de aquellos que han estado en espera de soluciones claras, principalmente en materia económica, donde los veracruzanos de verdad están sufriendo.
La tranquilidad aparente que me dio el funcionario se desvaneció apenas había caminado unos cuantos pasos por la calle, donde me encontré con amigos, gente de la calle y algunos políticos de menor rango que también, aunque nadie lo crea, están de la misma manera, pensando en lo que puede suceder en breve.
Los acontecimientos se han mantenido permanentemente y se dan otros hechos que forman parte de lo mismo, aunque aparentemente tengan otro origen. Todos, de alguna manera, se entrelazan y llegan, finalmente, al mismo lugar.
Cada día me entero de nuevos casos, de diversos asuntos que le ponen a cualquiera con los pelos de punta. Y conforme pasa el tiempo y la verdadera sucesión gubernamental se acerca, también arrecian los temores, las dudas, la incertidumbre de cómo se podrán desarrollar los acontecimientos, esos mismos que ya conocen los veracruzanos y que no dejan dormir tranquilamente a nadie, sobre todo porque está de por medio el futuro de cada uno de los que habitan este estado con grandes problemas económicos y retos importantes que vencer.
Pero yo, como la mayoría de ciudadanos de esta entidad, no estoy tranquilo, aunque el experimentado político, funcionario de alto rango, me haya dicho que no pasará nada, que todo se acomodará en el momento preciso y que las cosas seguirán siendo como antes.
Y en medio de la intranquilidad y la preocupación de mucha gente, he comenzado con unirme a la constante reflexión sobre lo que, en verdad, puede pasar.
Ya se ha dicho mucho, se ha escrito suficiente y se han dado miles de explicaciones oficiales, los medios de comunicación se han dado vuelo con noticias que animan y al mismo tiempo, desaniman, pero empiezo por creer que en verdad, no pasará nada.
El funcionario de alto rango me lo dijo y salí de su oficina con la creencia de que así pudiera ser.
Luego, en la calle dudé. Pero ahora, ya comienzo por creer que todo esto es pura faramalla que se da en el interior de un sistema político, donde nadie puede traicionarse fácilmente, porque entonces, ¿quién protegerá a los demás?
Nadie, por lo tanto, debe preocuparse, incluyendo, desde luego, a quienes han saqueado nuestras arcas estatales. Sencillamente, no pasará nada.
Que Dios, nos siga manteniendo confesados.
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