Agustín Contreras Stein
FINALMENTE lo que tanto se trató de evitar sucedió en un solo día, el domingo 5 de junio.
La derrota electoral, auspiciada por intereses oscuros, se concretó dentro de un panorama político, previamente enrarecido por los mismos generadores de la debacle electoral del tricolor.
No perdió, desde luego, Héctor Yunes Landa, quien a pesar de haber sufrido el revés más escandaloso de la historia política de Veracruz, queda prácticamente, como se dice, con sus derechos a salvo, pues hizo lo que tenía que hacer y supo reconocer en su momento que los resultados de la elección no le favorecían.
Se le fue el sueño de su vida, como tantas veces aquí lo comentamos, pues con sinceridad, Yunes Landa quería ganar la gubernatura del Estado para demostrar que tenía profundo interés en que las cosas cambiaran radicalmente. Además, luchó permanentemente por lograr este honor de dirigir los destinos de su patria chica.
Pero no hubo respaldo político, tampoco unidad política en torno a su aspiración, como alguna vez el propio dirigente nacional de su partido lo vino a pedir a los veracruzanos, pues desde entonces se sabía que las fuerzas políticas locales estarían actuando en contra y de alguna manera tratando de desencadenar el resultado que hoy ya es una realidad, aunque no precisamente con los actores que han triunfado, sino con otros más que podrían ser, en su momento, ideales para salir del gran problema en que ahora se encuentran.
Héctor Yunes Landa tuvo que luchar con un monstruo de muchas cabezas, ya que aparte de la oposición tuvo que enfrentar los ataques y los obstáculos provenientes del propio fuego amigo.
Sin embargo, fue persistente, luchador, es decir, un buen contrincante político para los que ganaron, quienes seguramente, después de la batalla campal del proselitismo político, le deben reconocer porque nunca cedió, aún cuando todo lo tenía en contra.
Tampoco perdió su partido, el PRI, aunque ahora se encuentre descobijado por la derrota electoral, no sufrida en tantos años, más de ochenta de estar en el poder y que de no haberse instrumentado acciones, también en su contra, otra cosa se diría en este momento, como pudo ser la retención de la gubernatura del Estado.
Tampoco fueron los propios dirigentes del partido, pues, en todo caso, fueron parte de este proceso de descomposición política en que se metió al partido y a todos sus militantes.
El panorama estaba enrarecido y muchos analistas lo dijeron en su momento, es decir, que Veracruz se había convertido por la necedad, la desesperación y las estrategias y la misma táctica con la cual se quiso manipular este proceso electoral, además de la mínima sensibilidad política para enfrentar los propios problemas en que ya se había metido la administración estatal, en un complicado asunto que sería muy difícil resolver.
Queda, pues, para la historia política, registrar estos hechos en los cuales sigue habiendo una creencia de que el proceso electoral de la entidad veracruzana era realmente inédito, pues nunca, que se recuerde, se había presentado este panorama desde el momento mismo en que se inició la actividad política con rumbo a la sucesión gubernamental.
Veracruz cambió sustancialmente desde el momento en que las casillas electorales se cerraron para dar paso al conteo de votos, que en una muestra dada a conocer por el mismo Órgano Público Local Electoral, alrededor de las 23:00 horas del mismo domingo 5 de junio se definió el nuevo futuro de Veracruz.
Ahora, los veracruzanos esperaran a que se cumplan las promesas, mas no los proyectos anunciados, porque el tiempo y el dinero prácticamente no estarán a la disposición en su totalidad para quien gobernará en los próximos dos años.
EL GOBERNADOR del Estado, Javier Duarte de Ochoa, aceptó la alternancia en Veracruz como parte de la democracia.
Sin duda esto está bien, pero los priistas de todo el Estado están dolidos todavía por la derrota y quizá no quieran, por el momento, coincidir con el mandatario estatal, quien, en verdad, pierde la elección.
En conferencia de prensa, en Palacio de Gobierno, aseguró el mandatario que ahora viene el momento de la reconciliación. No dijo, exactamente, con quién, pero se antoja que se refería a la oposición triunfadora de las elecciones del próximo domingo.
Lo difícil del asunto es que esta reconciliación se ve muy lejana, por lo que muchos han preferido esperar a los tiempos, antes que buscar entender este mensaje, aunque, en realidad, lo más sobresaliente de la comparecencia del Gobernador fue la petición a todo su equipo de trabajo para que sigan trabajando seriamente hasta el momento en que concluya, definitivamente, la administración estatal que encabeza.
Lo mejor que se puede hacer es precisamente trabajar para dejar las cosas en estado de aceptación para un nuevo gobierno, que no será con personajes salidos de las siglas priistas, sino de otra organización política que históricamente ha sido la más fuerte presión que ha recibido el PRI a lo largo de más de 80 años en que el tricolor ha ejercido el poder en la entidad.
Se hacía necesaria la aparición del mandatario estatal para enfrentar estos momentos de graves consecuencias para el PRI. Así lo hizo la mañana de ayer con un mensaje que, efectivamente, no fue del todo aceptado, pero, insistimos, se debe a los momentos críticos de la clase política veracruzana, que no termina todavía, de entender estos cambios que se han dado en la vida política de Veracruz.
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