25 de Noviembre de 2024
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Afganistán y bombardeo a Médicos Sin Fronteras

Mauricio Meschoulam

Columnista invitado

 

A pesar de ser uno de los países menos pacíficos del planeta, Afganistán difícilmente llega a las primeras planas. No porque lo suceda ahí no sea importante.

Sino porque ante las audiencias, Afganistán dejó de ser noticia hace tiempo. Por ejemplo, ¿usted recuerda haberse enterado del ataque del 7 de agosto en Kabul que mató a 9 personas, o del ataque suicida en Kunduz dos días después, o del ataque el 18 del mismo mes en el aeropuerto de Kabul, o del ataque del 22, o el del 23? Podríamos seguir contabilizando atentados y muertos hasta llegar a octubre, cuando ese golpeado país, ahora sí, fue nota de ocho columnas. Dos veces. La primera, por el escalamiento de la ofensiva talibana y la segunda, un bombardeo estadounidense dirigido, por error, contra un hospital operado por Médicos Sin Fronteras. Tenemos acá al menos tres fenómenos a analizar: Primero, la sostenida falta de paz que envuelve a Afganistán desde hace tiempo. Segundo, las respuestas internacionales cuando las potencias se sienten amenazadas por entornos de esta naturaleza. Y tercero, la habituación que parece provocarnos la violencia prolongada.

Lamentablemente, ni la violencia es algo nuevo en Afganistán, ni las intervenciones internacionales inician con la del 2001. La historia es demasiado larga como para relatarla acá. Baste decir que en 2001, Afganistán era gobernado por los talibanes, y Al Qaeda operaba con toda libertad en ese territorio. La invasión estadounidense consiguió derrocar al gobierno talibán y envió a Al Qaeda a sus escondites, pero 14 años después: (a) Los talibanes siguen vivos, controlan buena parte del territorio, y siguen avanzando, (b) Al Qaeda, aún mermada, sigue operando desde esa y otras regiones, (c) Quizás el terrorismo no amenaza ya a EU en la forma como ocurría en 2001, pero sí de otras maneras. Además, a 14 años, ese fenómeno arrasa justamente a países como Afganistán varias veces por semana. En parte porque esa clase de violencia, según la investigación, no se combate de manera eficaz mediante estrategias militares.

 

Los talibanes han venido recuperando el territorio y por si fuera poco, algunos grupos militantes de ese país han manifestado su lealtad a ISIS, y ahora combaten no solo contra el gobierno, sino también contra los propios talibanes. Así que, lamentablemente, podemos predecir que las sucesiones de actos violentos en ese país, continuarán. Eso es tristemente lo que termina habituando a las audiencias. Los eventos dejan de ser considerados como “nota”. Nuestra mente, percibiendo una densa masa de ataques que ocurren en “países lejanos”, deja de detenerse en aquello que no estima como novedoso o interesante. Claro, salvo que suceda un bombardeo contra de un hospital operado por Médicos Sin Fronteras, un terrible evento que si bien debe ser investigado hasta las últimas consecuencias, debería llamar nuestra atención también hacia lo que hay detrás del conflicto que desgarra a ese país, del cual en México tendríamos mucho que aprender. No solo por la falta de paz, sino porque la habituación a la violencia es un proceso que no distingue regiones y porque acá nos está sucediendo algo similar, aunque de ello hablaremos después.