25 de Noviembre de 2024
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Hundimiento

Alberto Aziz Nassif

Columnista invitado

 

De las pocas cosas rescatables que dejó la fallida transición democrática es el valor de la opinión de los ciudadanos sobre las tareas del Gobierno.

No tenemos en México mecanismos de rendición de cuentas efectivos y la transparencia es bastante limitada, pero —a pesar de todo el cinismo gobernante y las fallas en la representación— una opinión negativa de los ciudadanos sobre el Presidente puede tener consecuencias. Un Gobierno reprobado complica la gobernabilidad del país. Estamos ante un fenómeno relativamente nuevo: el hundimiento de la imagen del gobierno. Hace muchos años que no se tenía una desaprobación tan alta.

A fines de julio Reforma publicó una medición sobre la aprobación presidencial y el resultado fue una abierta reprobación: los ciudadanos desaprueban en un 64% y los líderes en un 84%; del cero al diez la nota de Peña Nieto es de 4.7 entre ciudadanos y de 3.3 entre líderes (31/VII/2015). En ninguna política existe una opinión favorable: ni en educación, salud, combate a la pobreza, tampoco en política exterior, empleo, seguridad pública, narcotráfico, economía o combate a la corrupción. Esta caída es el resultado de una línea descendente que se inicia a mediados de 2014 y que no se ha detenido. No es una mala racha, sino el hundimiento de una imagen difícil de recuperar. Lo más preocupante es que estamos sólo a la mitad del sexenio.

Detrás de la reprobación está un gobierno que ha perdido la iniciativa y está inmerso en una ola de acontecimientos negativos frente a los que no ha podido tener una respuesta creíble. Los datos positivos se revierten, por ejemplo en el caso de El Chapo Guzmán, cuando lo atrapan en 2014 se generó una opinión aprobatoria para Peña, pero con la fuga se ha revertido completamente la imagen. Detrás de la fuga del capo de Sinaloa se ha visibilizado una grave corrupción en el sistema carcelario. Otros ejemplos son los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa, en donde existe la percepción -cada vez más firme- de que hay una responsabilidad del Estado. De las reformas legislativas queda una sensación de fracaso y, cuando se repasa la situación de cada una, surge la certeza de que el gatopardismo domina: en telecomunicaciones no se observan cambios significativos de mayor pluralidad y mejores contrapesos; en materia energética, las rondas no han resultado como espera el Gobierno; en educación predomina una suerte de fetichismo de la evaluación, pero no se ve un nuevo proyecto educativo. La parte económica se ha complicado, desde la caída de los precios del petróleo, la devaluación del peso, la falta de crecimiento de la economía y, sobre todo, las condiciones cada vez más precarias del empleo, la informalidad y los bajos salarios. En los sensibles espacios de la transparencia y combate a la corrupción, tampoco hay cambios visibles que le ayuden a Peña a mejorar la imagen que le generó el conflicto de interés de la casa blanca. No existe una mínima expresión para atender los casos de corrupción local en donde varios gobernadores han sido actores destacados, como los Duarte, de Chihuahua y Veracruz, sólo para mencionar a dos personajes impresentables a los que la federación protege. El caso del partido Verde (aliado del PRI), que ha sido protegido de nuevo por la autoridad, deja el mensaje de que la impunidad es el mecanismo de reproducción de un sistema podrido que no tiene salida.

Las acciones que podrían ser positivas para la imagen del gobierno llegan tarde y no logran hacer contrapeso. Por ejemplo, el reciente caso de la Sección 22 de la CNTE en Oaxaca, quitarle el control del Instituto de Educación estatal Pública (IEEPO), que era un feudo del que se abusó (El Universal, 1/VIII/2015). Esta solución puntual no logra revertir el hundimiento. Se ve una lógica similar al caso de Elba Esther Gordillo, se mueve la pieza, pero sigue la maquinaria. Nada se ha modificado en el pantano de la corrupción.

Desaprobación y falta de credibilidad caracterizan la opinión ciudadana sobre este gobierno. Ahora llega el relevo en el PRI y con Beltrones se ven signos concentrados de más de lo mismo, de lo viejo, es decir, restaurar al partido de Estado para 2016, pero esa será otra historia…

 

@AzizNassif