Edgar Hernández
“Pequeñas mezquindades”
La política siempre es una contradicción: quienes deben de ganar pierden y los perdedores y transas ganan.
Es el caso de Anilú Ingram, quien brilló en el último lustro para finalmente ser estrellada víctima de perversiones, envidias y afanes de un loco con poder, Marlon Ramírez, invento de Jorge Carvallo.
A Marlon, exporro educado en los sótanos de la perversión de la Fidelidad, se le hizo fácil truncar la carrera política de una joven comunicadora que con su inteligencia, belleza y carisma logró introducirse en las esferas del Duartismo hasta colocarse en un plano de dignidad política.
Quienes la tratamos y censuramos su rápido avance político con el tiempo comprobamos su talento, integridad y entrega.
Al arranque del sexenio en el área de la comunicación social mostró disciplina, lealtad y trabajo. Luego en la lucha por una curul se lanzó en una guerra cuerpo a cuerpo contra Maryjose Gamboa a quien derrotó 3 a 1.
Ya en el Congreso estatal y con la bendición del señor ocupó la presidencia de la Mesa Directiva, responsabilidad que con muchas horas de trabajo y ya con talento para concertar pudo sacar delante de cara a fieros opositores.
Todo indicaba pues que la dama priista no tendría ningún problema para repetir la dosis de ganadora, sobre todo en un terreno que ya conocía como lo es el puerto, su tierra.
Un Marlon, que más bien parecía Merlín, se le atravesó en el camino desviando la atención del electorado, invirtiendo millones de pesos ¿de dónde saldrían? para que votaran en su contra para finalmente terminar vapuleada por este arrogante individuo que jamás imaginó se le entregaría tanto poder y dinero.
Marlon jamás permitiría que Anilú alcanzara otro cargo de elección popular, ya que en automático la colocaría como la más viable para la alcaldía porteña en un par de años.
El juego de este amigo fue tan torpe y tan lesivo para los intereses de la Fidelidad que más tarde que aprisa le dieron una patada en el trasero y lo corrieron de la posición que ostentaba donde no había problema político que no pasara por su matiz.
Siempre en la perversión. Siempre gestando problemas de manera artificiosa para después él mismo erigirse como el gran solucionador. Jamás respetó la jerarquía de su jefe, Gerardo Buganza, y se ostentaba como el político de más influencia ante el gobernador.
Desde luego que al final del día quien terminaba resolviendo los entuertos era el propio secretario de Gobierno.
Anilú hoy fue atropellada por un abusivo de poder. De nuevo la cubre el manto del jefe ¡Sanará!
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo