Gustavo Adolfo Iram Ávila Maldonado
Allá por los años treinta, un honrado sastre de la Ciudad de México, se preguntaba: "¿Qué hacer con este muchacho que en lugar de estudiar se pone a hacer monitos?". El inconforme era don Hesiquio Beltrán y se refería a su hijo Alberto. Este muchacho insistió y encontró su vocación de dibujante, se especializó en el grabado, hasta llegar a ser el mejor.
En 1939, a los 16 años, Alberto se inscribe en la Escuela Libre de Arte y Publicidad, que quedaba en las calles de Uruguay, fundada por el profesor Ricardo Barcenas; en 1943 es alumno de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, que actualmente es conocida como Academia de San Carlos, y asiste a los talleres de grabado en metal y pintura, impartido uno por Carlos Alvarado Lang, y el otro por el maestro Alfredo Zalce.
Diez años más tarde, en 1953, aquel niño que hacía monitos, recibe el primer Premio de Carteles sobre Alfabetización; en 1956, el Premio Nacional de Grabado; en 1958 el primer Premio de Grabado en la Primera Bienal Interamericana de Pintura y Grabado; el 7 de junio de 1976, el presidente de la República le entrega el Premio Nacional de Periodismo en la rama de cartones (él prefiere usar el nombre de Comentario gráfico); en 1968 fue elegido Miembro de la Academia de Arte, y en 1980 ingresó al Seminario de Cultura Mexicana.
La entrevista con el maestro Alberto Beltrán tuvo lugar en el pequeño cubículo que tenía en el periódico El Día, cuyo Consejo Editorial presidía. Ahí, casi perdido entre miles de papeles, libros, folletos, dibujos y recuerdos, en su lugar de trabajo, pendiente de las noticias que veía en un pequeño televisor y de donde quizás, surgiría el tema de su próximo comentario gráfico, baja el volumen del aparato y me dijo con su habitual sencillez: "Cuando usted disponga".
-Maestro Beltrán, he visto todos los reconocimientos que le han otorgado, ¿Qué opina de los galardones? Le pregunto casi adivinando su respuesta, pues es sabido que es un hombre sencillo y humilde.
-Que son un estímulo, sobre todo que impresionan a la gente. En este sentido son como los títulos, aunque tal vez no sean reveladores de algo. A veces los galardonados no son los que más saben, ni siempre son los mejores. Esta sociedad se impresiona de todo a veces.
-¿Usted, como grabador conserva una tradición ?
El maestro cruza las manos sobre su guayabera impecablemente limpia y me dice con voz pausada: Hago ya muy poco grabado, en esta época el grabador está siendo sustituido por el diseñador gráfico. El grabado es una reliquia del pasado, pero ya no funciona para lo que fue creado, para ver multiplicada la obra en cientos y miles de ejemplares. (Continuará)