Por Sergio González Levet
A usted… que me ha hecho el favor de seguirme de lunes a viernes en este año cruento y difícil para el país -aunque en Veracruz nos fue mejor-, pero que significó de seguir también para muchos, y de ilusiones compartidas y de sueños empecinados y de esa esperanza que no se quiere morir porque si fenece, la vida no tendría sentido entonces.
A ti… que me has leído con paciencia y de repente has estado de acuerdo con alguna idea o alguna ocurrencia (transito sin querer entre Paz y Monsiváis), o que te has agradado con algún hallazgo del lenguaje entre mis palabras, que sólo quieren ser ellas y no tienen otras pretensiones, porque no son pretenciosas (ojo, señor corrector, que ambas palabras están bien escritas así, aunque no parezca).
A usted… que ha estado de acuerdo conmigo en ciertas proposiciones y que ha mostrado su desacuerdo y hasta su enojo en otras. Todo porque de eso vive quien escribe: de que los otros lo lean y, para bien o para mal, reaccionen ante lo que puso. Es un acto de certeza y vanidad que sólo se completa cuando al otro lado de la línea alguien posa su vista y su entendimiento en lo que uno trató de pergeñar, eso sí siempre con la mejor intención de hacerlo bien, en la forma y en el fondo.
A ti… que a veces te ha parecido bueno lo que he hecho o que has criticado mi descuido, la limitación en que me aprisiona el tiempo siempre escaso o perdido del diarista; que te has tomado la molestia, que tanto agradezco, de mostrar una respuesta a lo que escribo aunque haya sido ingrata, “porque el rencor duele menos que el olvido” (gracias, Julio Jaramillo).
A usted… que me ha donado unos minutos de su tiempo y he podido hacerle sonreír, acatar, compartir, aunque también enojarse, disentir, desdeñar. Le agradezco su sonido pero también su furia.
A ti… que me has regalado tu tiempo, momentáneo pero ah qué importante, y me has hecho parte de tu atención por unos minutos cada mañana o cada mediodía o cada noche, según, y con ello le diste razón de ser a esta columna.
A usted… que me siguió aunque no estaba de acuerdo conmigo, o con mi postura, o con lo que sea que signifique expresar públicamente nuestras ideas.
A ti… que me criticaste, que me alabaste, que me reprobaste, que me agradeciste, que me insultaste incluso, porque me hiciste tratar de ser un poco mejor, que de eso se trata la vida.
A usted y a ti… por las coincidencias que nos han unido; por las disidencias que también nos juntaron de algún modo; por las visiones y revisiones que transcurrimos juntos durante estos doce meses en los que logramos sobrevivir como lectores y como mexicanos.
Y como cada año, usted, tú y yo nos damos una necesaria y ¿merecida? vacación de “Sin tacto”.
Deseo a todos el mayor cúmulo de felicidad, y nos vemos de regreso el lunes 5 de enero de 2015.
Que haya paz.
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