Manuel Zepeda Ramos/
Pinar. Pinar del Río, la ciudad tradicional del poniente habanero, ahora la ciudad estudiantil por excelencia de Cuba.
De allí han salido los cuadros de la revolución cubana en proceso, para formarse en las mejores universidades del mundo, hoy ya integrantes importantes de la burocracia que gobierna la isla.
Hasta allí fueron los estudiantes mexicanos de Educación Superior de los años 70 del siglo pasado. Visitaron la revolución en formación durante los presidentes Echeverría y López Portillo, para tener encuentros de diálogo y análisis con los jóvenes universitarios cubanos.
Fueron encuentros históricos y eternamente recordados por sus protagonistas.
Pasó el tiempo y los debates de los mexicanos ya no eran con los universitarios cubanos. Eran con los estudiantes de enseñanza media de las provincias cubanas. Viene lo triste: el nivel de nuestros estudiantes de Educación Superior era del nivel de los estudiantes de enseñanza media de toda la isla. Es un dato que se ha sabido con el transcurso de los años, contado por los, en aquel tiempo, universitarios nuestros que eran masacrados por los preparatorianos cubanos en cultura del mundo, conocimiento científico y tecnológico e ideología política.
La Revolución Cubana fue el gran ejemplo ante el mundo de su época de lo que era poner en práctica una revolución con resultados inmediatos. Nadie sensato de mi generación puede olvidar que, en seis meses, en solo seis meses, el pueblo entero cubano con los jóvenes de secundaria y preparatoria al frente, abolieron el analfabetismo para siempre, condición sine qua non para intentar el desarrollo integral de todo un pueblo.
La herramienta básica, lo han demostrado los países emergentes que hoy están a la vanguardia en el Planeta, está en la educación y el conocimiento y, su arma necesaria, la escritura y la lectura bien hecha la primera y comprendida la segunda.
No puedo evitar acordarme que el instituto que en México se encarga de alfabetizar a los mexicanos y sus correspondientes oficinas estatales cada año, desde hace más de 50 años, dan cifras locas de más alfabetizados que habitantes tenemos, junto a otras cifras que nos dicen que el analfabetismo existe todavía, sobre todo en las zonas indígenas y marginadas de México.
La revolución cubana, a pesar de la enorme campaña mediática bien estructurada desde hace más de medio siglo por el poder mundial, es un hecho real, a pesar de sus detractores que existen en El Planeta y que en nuestro país se encargan de denostarla cotidianamente.
Mientras que el guerrillero heroico caía derrotado en la cañada del Yuro por la traición de algunos bolivianos, la Revolución Cubana enviaba un ejército de soldados a Angola para apoyar su Revolución de independencia con resultados positivos. Ese mismo ejército que en estos días ha partido a Costa de Marfil, pero ahora con médicos especialistas bien formados en el conocimiento de excelencia del mal que ataca inmisericordemente al continente negro: el ébola. Cuba hace con África lo que los países desarrollados de Europa hacen con este padecimiento, nada más que Cuba de manera intensa y con más participación.
El deporte ha sido un tema que Cuba ha privilegiado enormemente.
Varias Olimpíadas de un pasado mediato convirtieron a Cuba en el país más importante de América, después de los Estados Unidos, en conquistar medallas de oro en la justa deportiva más importante del mundo por su espíritu pacifista inventada por Pierre de Coubertin.
El caballo Juantorena, campeón de algunas de ellas en 400 y 800 metros libres con sus áureas medallas correspondientes entregadas en el lugar de honor, se convirtió en el velocista y plusmarquista olímpico más importante de su época. Teófilo Stevenson, lamentablemente ya fallecido, fue el ganador invencible de la medalla de oro en boxeo de peso completo durante cinco olimpiadas. En Xalapa, lo recordarán los que lo vivieron, vimos cómo Silvio Leonard, el cubano plusmarquista que puso la marca de 100 metros planos por debajo de los 10 segundos, arrasaba con los competidores de otros países, inmisericordemente, en el estadio Heriberto Jara hace casi 40 años.
El desarrollo de un pueblo, también se mide con los resultados deportivos. Las competiciones internacionales son pruebas confiables de escrutinio.
Los recién terminados Juegos Centroamericanos y del Caribe, que yo califico de bien hechos y muy bien organizados por las autoridades veracruzanas, en donde un ejército de jóvenes estudiantes voluntarios trabajó incansablemente convirtiéndose en los héroes anónimos de los Juegos, tuvo a Cuba como su principal triunfador, por encima de nuestro país.
Es destacable porque, mientras vemos en la prensa internacional que Cuba pasa por momentos difíciles de falta de comida y situación social precaria en donde los Derechos Humanos no existen y etcéteras y más etcéteras, que son verdades a medias, llega su delegación deportiva a los juegos en Veracruz y se lleva el mayor número de medallas de oro, a pesar de que hubo más de un cubano que desertó para unirse al sueño americano de los que lo han hecho significativamente a partir del Mariel, que llenó de cubanos vagos —que también los hay allá en la isla—, al estado de Florida y a Miami en particular.
Cuba, aquí lo he dicho, ha llegado a su madurez política. Respeta y quiere a sus héroes que hicieron la revolución. Cuando ellos mueran, Cuba se habrá de convertir en una democracia como la queremos todos los que creemos en ella —en la democracia y en Cuba—, para convertirse en un país importante, competitivo, de América Latina.
Estados Unidos entenderá entonces que un bloqueo económico de más de 50 años, inmisericorde y de alto poder de destrucción, no pudo con la voluntad de un pueblo que decidió cambiar con su revolución a cuestas.
Llegó el tiempo de respetar a Cuba y permitir su autodeterminación.
Hoy demostró en nuestra tierra quién es: La gran triunfadora de los Juegos.
Triunfó en su Casa, que es Veracruz.