Gilberto Haaz Diez
*Del sencillito Pelé: “Nací para el fútbol como Beethoven a la música”. Camelot
El futbol es pasión, que une y alegra los corazones, y a veces desilusiona al más pintado. En este mundo muy nuestro, donde los Piojos se engrandecen, donde también a ratos el luto llega, como la muerte dolorosa del hijo de Hugo Sánchez Márquez, el mejor futbolista que ha parido este país, donde después del Mundial se aferran a sus cargos, Decio de María y el inútil Justino Compéan, junto al no menos inútil Héctor González Iñárritu, cuando debieron haberse ido por la puerta de atrás, como lo hizo el macuarro exgobernador guerrerense, que dejó el trono por su inutilidad y por haber convertido ese bello estado, que ahora nada más tiene 14 mil cancelaciones de turistas del mundo, en un territorio de fosas comunes. Pero ando en el futbol. Hoy es fecha FIFA, las selecciones caminan por el mundo y a México le viene su revancha, con el clavadista de Juegos Olímpicos, medalla de Oro, un pelón que era mejor que Joaquín Capilla, de apellido Robben, que nos robó la gloria cuando el sonso de Rafa Márquez le metió el pie sabiendo que era casi volador de Papantla, y ufff, la historia allí terminó. Adiós al salado y maldito quinto juego. Pero no pasó nada, el Piojo regresó con sus maletas y en México por poco los van a recibir al Ángel de la Independencia, porque Televisa así lo quiere y cuando Televisa habla, se abren los mares.
EL GRAN CARLOS VELA
El juego presagiaba dureza. A la una y media algo del país espiaría el juego. Vendría la Revancha y la Revancha llegó. Los holandeses son una potencia. Traen un pelón Robben, que vale por medio equipo, batallador, luchón, bregador, con ese de nuestro lado quizá hubiéramos (ah, los dichosos hubiéramos) llegado a una final. México plantaba su jerarquía, la que suele tener, de equipo de media entre los grandes, de equipo que no ha podido aun ver qué se siente jugar un Quinto partido mundialista. Pero ayer fue distinto. Si hubiera (va de nuevo) llegado el impredecible Carlos Vela al Mundial de Brasil, quizá no estaríamos quejándonos y lamentándonos de que aquello ‘Era penal’, el clavado de magnitudes históricas de Robben. Vela llegó y les anotó dos veces, las campanas de la iglesia de San Sebastián, donde rola la Real Sociedad, su equipo, tañeron de alegría. Luego, en La Casa Blanca, donde juega el otro, Chicharito Hernández, del Real Madrid, el Santiago Bernabéu se alegraba, como se alegran los corazones del Cielito lindo. México ganó 3-2 y dominó esa frontera donde Holanda es una potencia, donde los Van Gogh y Rembrandt un día los pusieron en el arte del mundo. Y llegó Vela, impredecible, con su zurda jerárquica, aquel jugador que ocho veces se negó a alinear con México, que una vez se negó a ser campeón olímpico, por sus líos con los inútiles federativos. Todos les decían, vayan, ruéguenle, díganle que aquel insulto que le habrán hecho, quedaba en el pasado. Otros decían que no, que no valía la pena. Claro que lo valía. Alguna vez, en plena Guerra de Secesión, al presidente Abraham Lincoln los generalotes de sus tropas del Sur se quejaban de que Ulyses Grant no debía ser el jefe de los ejércitos de la Unión, porque tomaba a diario, chupaba y libaba el hombre. Lincoln les respondió que con dos como él la guerra habría terminado hacía tiempo. Así nos pasó con Carlos Vela, con dos de estos y un Chícharo cazando goles, otro gallo cantaría. El juego sirvió por varias razones, el Piojo se afianza como buen entrenador, aprende cada día, Vela demuestra su jerarquía, Guardado, de primera, Herrera, igual, al Chicharito le sirve para que los blancos del Bernabéu le vean y lo dejen de tener en la banca, aunque jugar en el Real Madrid es algo que ni la tarjeta Master Card puede comprar. Se ganó y se ganó bien, con un poco de sufrimiento, pero valió la pena relajarse y ver un poco hacia otro lado, porque mientras los goles caían, la turbamulta quemaba el Congreso de Guerrero, como si con más violencia saldremos adelante. Donde el turismo ha huido y donde México aún no sale de ese asombro. Hay días así.
CORREO LECTOR
Estimado Gilberto: En tu Acertijos de hoy, muy interesante como siempre, mencionas que el hijo de Hugo Sánchez falleció por una FUGA DE GAS, pero debo aclararte que no fue el gas LP del ‘boiler’ que tenía ‘encerrado’ en su departamento, sino el Monóxido de Carbono, que también es un gas producto de la combustión (del quemador); el gas LP o el Natural tienen ‘olor’ (por el Mercaptano que los distribuidores le adicionan) y permite identificarlo inmediatamente y tomar medidas; en el caso del Monóxido es un gas inodoro e incoloro y en materia de seguridad se conoce como ‘el enemigo invisible’ y es de alto riesgo, porque al no percibirlo lo primero que ocurre es que ‘da sueño’, la sangre se intoxica y es una muerte lenta sin dolor, te lo comento porque también en esta época de frío es muy común (sobretodo aquí en el Norte) que en muchas casas se usen los calentadores a base de gas LP y hay muchas familias que fallecen porque el Monóxido de Carbono al estar encerrado la gente muere dormida; por eso es bueno dejar alguna ventana abierta. Discúlpame la observación pero me parece oportuno advertir a la gente que tengan cuidado. Yo prefiero los ‘calentadores eléctricos’ aunque también tiene su riesgo, en este caso también se puede uno morir, pero del susto cuando llegue el recibo de la luz. Arturo Haaz Díaz.
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