Manuel Zepeda Ramos
Feria. Sin duda, la más complicada de todas las que se hacen, es la Feria del libro.
Creo que es así porque hay que conjugar muchas variables que exploten al mismo tiempo. Primero, la más preocupante: el plano inclinado descendiente en cuanto al interés por los libros. Para revertir eso, es necesario poner en práctica las otras que se convierten en atractivos necesarios para la gran masa asistente: presentación de autores que se distinguen más allá de su palabra escrita y enlibrada; autores que se hacen visibles en la televisión o la radio o en la prensa o en las redes sociales, desarrollando otras habilidades que el gran público detecta y que, si se magnifican en la campaña de promoción, ese público que lo identifica amplia y mediáticamente y se entera además que habrá de presentar un libro, se motiva y va. También es importante la presencia de autores que han superado la marca de venta en las librerías del Samborns —están en todo el país y toda la clase media asiste a sus tiendas y restaurantes—, con grandes niveles de venta y público consultante.
Con la mezcla de esas variables, decía, se conjuga un buen principio para iniciar el prestigio, que habrá de desarrollarse con los años, para que una feria del libro sea exitosa.
Lo comento aquí y ahora porque me sorprendió gratamente ver que en la Feria del Libro de la Universidad Autónoma de Chiapas, instalada en Tuxtla Gutiérrez, la ausencia ya recurrente en otras ferias universitarias en el país de visitantes interesados en ellas, no fue asunto de esta feria. Esta feria tuvo buena asistencia en general y las presentaciones de novedades hechas por sus propios autores fueron en porcentaje mayoritario concurridas con sus excepciones que confirman la regla.
Y si este asunto no fuera suficiente para decir que la feria del libro chiapaneca cumplió con sus objetivos para convertirse en un futuro cercano en una feria exitosa, para este autor que en sus últimas colaboraciones ha sido insistente en escudriñar terrenos de la difusión del conocimiento y los personajes que la deben de implementar para poner ese conocimiento al alcance de las mayorías, la feria fue de descubrimiento de esos personajes necesarios, aparentemente inexistentes, que faciliten el conocimiento al servicio del desarrollo, haciéndolo entendible y asimilable.
Estuve en la presentación de uno de muchos libros con dos personajes jóvenes, uno autor y otro presentador, ambos chiapanecos quienes, a diferencia de lo que el bostoniano Brockman dice acerca de la importancia de hacer accesible el conocimiento de manera fácil con el auxilio de empíricos destacados, estos jóvenes ya han pasado por una etapa de seria y gran formación en universidades del mundo de las que surgieron para convertirse en divulgadores de su conocimiento.
Este empresario cultural norteamericano de amplia trayectoria en el campo del arte, la ciencia, los libros, el software y el Internet —personaje que fue huésped hace poco de esta columna por la importancia de lo que dice—, habla de una tercera cultura que debe ser analizada por los vanguardistas de las ciencias pero que no lo hacen porque no se familiarizan con las bondades de los nuevos elementos de comunicación que el hombre ha puesto a su servicio y que ha provocado que otros personajes inteligentes pero empíricos del conocimiento científico lo han hecho con resultados extraordinarios, tantos que el mundo común y corriente conoce hoy, por la radio, la televisión y el Internet, los adelantos científicos fundamentales para transformar al mundo.
Pues estos jóvenes muy jóvenes que yo me encontré en la feria del libro de Tuxtla Gutiérrez parecerían ser la excepción de la regla de John Brockman.
Alejandro Pastrana, el autor del libro presentado que se llama Palabras más, palabras menos y que da nombre a mí artículo, se licenció el mismo día en el ITAM como politólogo y economista; es Maestro de Administración y Políticas Públicas por el Tecnológico de Monterrey; Maestro de Opinión Pública y Encuestas por la Universidad de Essex, Reino Unido y por esa misma universidad británica, Doctor en Gobierno. Suma a su currículum cualquier cantidad de diplomados que ha obtenido en universidades del mundo, no obstante no rebasar la mitad de la tercera década de su existencia.
El libro presentado es una compilación de ensayos sobre muchos tópicos del acontecer en el Planeta, que ya se han convertido en documentos de fácil digestión para el entendimiento de los asuntos difíciles del mundo, macro y micro, que nos rodea. Alejandro es pues, un divulgador de su propio conocimiento. Es un científico que sí sabe traducir ese pensamiento complejo que maneja, para ofrecérselo al mundo que está ávido de información sobre la explicación de los adelantos del hombre.
El presentador es otro divulgador del conocimiento. Es Doctor en Filosofía Pública y Derecho Constitucional, Magna Cum Laude, por la Universidad Autónoma de Madrid, España. Profesor de tiempo completo, miembro del Sistema Nacional de investigación —SIN—, nivel 1; editor online, miembro de la mesa de redacción de Nexos México; colaborador regular en Agenda Pública, Televisa; Primera Edición —IMER— y Nexos, sobre temas jurídicos y políticos. Saúl López Noriega también es un divulgador de su conocimiento para ponerlo al alcance de los no iniciados, para que conozcan acerca del funcionamiento de nuestros organismos legales que nos rigen.
Estos dos chiapanecos, atípicos hasta ahora —si hay más y hacen lo que ellos al servicio de la información y la comunicación clara, agradecería que me lo dijeran—, se han formado sólidamente en universidades del mundo con el auxilio del Estado mexicano. Pero no se han quedado solamente en derredor de su conocimiento acumulado para solaz y orgullo personal y familiar. Ahora lo ponen al alcance de un público que necesita de esa información, para quien no la conoce.
Pudiera ser el principio de una camada de jóvenes mexicanos inteligentes que pueden ser fundamentales para que los más de 100 millones de mexicanos puedan conocer lo que habrá de ser el México nuevo que se ha planteado para desarrollarse en los próximos 20 años.
Los empíricos habremos de hacer lo que nos corresponde. Pero la presencia de talentos formados en su conocimiento pudieran acaso hacerlo mejor si, como Alejandro y Saúl, aprenden además a manejar el lenguaje de una manera simple para que pueda alcanzar a la gran masa que la necesita urgentemente.
Palabras más, palabras menos.