23 de Noviembre de 2024
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ACERTIJOS: LAS ESTATUAS  

 

Por Gilberto Haaz Diez

 

*La talla de las estatuas, disminuye alejándose de ellas, la de los hombres, aproximándose. Camelot.

 

 

Suelen las estatuas ser referencia a algo, o a alguien. Cuentan que en Marruecos, hace unos 400 mil años, se descubrió un objeto que podría ser la primera estatua del mundo. Hallada entre el polvo y tapada al paso de los siglos. Otros dicen que en 1831 el italiano Pietro Tenerani hizo la primera estatua sobre pedido de Simón Bolívar. Aunque ya había una sobre George Washington del mismo Cánovas, su maestro.

En México pululan muchas. En el mundo ni se diga. Suelen los dictadores querer ser inmortalizados arriba de sus caballos, desde Napoleón hasta Francisco Franco. De este último, en España han limpiado las plazas públicas donde el generalísimo solía montar a caballo. La que quedaba en los estertores con vida, se ubicaba en Santander, los vientos de la democracia la hicieron ir a otro lado, a que Franco cabalgara por otra parte. No en sus parques. No a la vista de todos. Ahora allí no saben qué hacer con el Valle de los Caídos. Otro monumento a la guerra.

Carlos Fuentes aseguraba que las estatuas solo sirven para que las caguen las palomas.

Y muy cierto. Pase usted y véalas, todas bien cagarruteadas.

Las palomas no respetan a los próceres de la patria. Ellas cagan y se van. Emprenden el vuelo bien satisfechas, y se van. Hay infinidad de estatuas en el mundo. Unas muy famosas, otras, muy saladas. Algunas, infumables. En CU los antecesores del #Yosoy132 dinamitaron una de un expresidente, que no les gustó nadita de nada. Con todo su toga y birrete. La estatua tenía una altura de 7.50 metros. Había costado 409 mil pesos de la época. Era obra del escultor Ignacio Asúnsolo, quien la hizo mientras se edificaba Ciudad Universitaria, durante el gobierno de Miguel Alemán (1946-1952). En ella se representaba al entonces Presidente Alemán de cuerpo entero. Fue inaugurada el 18 de noviembre de 1952 y demolida en 1960.

La que Francia le regaló a Estados Unidos, la Estatua de la Libertad, que luce ahora toda mojada y despeinada por Sandy en Nueva York.

El Corcovado, con su Cristo de 38 metros de altura.

En Tierra Blanca, pueblo cuenqueño, hay una muy pinchona. Dedicada a un ferrocarrilero que ni de allí era, Jesús García Corona, de Nacozari, Sonora. No ha llegado el valiente alcalde que la jubile y la mande de paseo, como diría un chamaco lépero.

 

LA DE PASQUINO

 

Alguna vez, caminando por Roma, en una esquina en lo que iba baboseando (baboseando es ir despistado, viendo todo con la boca abierta) por sus calles, me topé con una escultura chica. Montada sobre un busto. Llamó mi atención y me acerqué a descubrir qué carajos era eso. Era de Pasquino, un personaje helénico, una gente como Kamalucas, un filósofo de mi pueblo, que nada se callaba. Era pregonero y decía todo, para incomodidad de las autoridades. En la estatua romana, en la Plaza Pasquino, a unos metros de Plaza Navona, mutilada de los dos brazos, la gente llega y muestra anónimamente su inconformidad. Pegan letreros a mano o impresos en contra de las autoridades. En la antigüedad romana los mandones enviaban a gente a que vieran qué carajos opinaban de ellos. Estatuas Parlantes, les llaman los citadinos romanos. De allí nació el término ‘Pasquín’, que se le adjudica a algunos diarios chismosos y amarillentos. ‘Es un Pasquín’, dicen. ‘No lo leas’, aseguran.

 

LAS MEXICAS NUESTRAS

Hay muchas estatuas en México. Paseo de la Reforma está lleno de ellas. Las estatuas son presa de los partidos políticos. Se las disputan. Riñeron un tiempo panistas y priistas por una del hombre leyenda, Fernando Gutiérrez Barrios. No lo dejaban descansar en paz con su copetito padrotón y su paliacate al cuello. Aquí en Veracruz, alguna vez Adolfo Mota y Salvador Manzur, cuando no eran lo que hoy son: picudos funcionarios encumbrados (uno, secretario duartista, otro, alcalde duartista y luego exiliado), tiraron la de Fox en un arrebato partidista. La lazaron (lázalo, lázalo que se te va) como canta el son jarocho y cayó como la de Sadam Hussein cuando las hordas de las turbamultas por encargo y cortesía del killer Yorchito Bush la doblegaron ante el mundo y ante las cámaras de la CNN (si lo sabe la CNN, que lo sepa el mundo).

Esa de Fox, prócer de la patria de Martita, cayó y se levantó como Lázaro alguna vez: Anda, levántate y anda, muchacho y tomate una Coca Cola, la chispa de la vida.

Fox daba pena, su sexenio fue un sexenio accidentado para México, el orden debió revertirse, Calderón antes y luego llegara éste a echar el relajo sexenal. Pero quiso la vida que no fuera así. La estatua ahí sigue, la de Fox, y la de Gutiérrez Barrios. Impertérritas. Una hecha en homenaje a un vivo (Fox), otra, a un difunto a quien homenajearon. Debían prohibirse todas. Dejar que se inmortalizaran las de sus guerreros: Napoleón o la de Juana de Arco en París, en la Place des Pyramides, justo al lado del Museo del Louvre. Esa sí, la de sus guerreros, Villa o Zapata, pero de presidentes y políticos mexicanos debían hacer una pila y quemarlas en leña verde, hasta que se fundan.

 

CORREO MANOLETE

Buenos días Gilberto: perrón tu columna del hospital de Río Blanco, la doctora Junco es un talento de la salud subutilizado, en el hospital de Yanga lo tuvo en un nivel bastante aceptable, en la subsecretaría le puso manicure a uno que otro tentón, sin embargo la grilla palaciega la cansó y ahora la superioridad debe apoyarla, aclaro, concepto de este chayotero en el exilio, saludos y espero que pronto nos veamos. Ramon Escobar.

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