23 de Noviembre de 2024
Director Editorial Lic. Rafael Melendez | Director General - Dr. Rubén Pabello Rojas

Piedra Imán: Hispanos en México

Manuel Zepeda Ramos

 

Rulfo. El gran fotógrafo de la vida cotidiana de nuestro país, que pudo retratarla por su trabajo de vendedor de llantas recorriendo el país para ello es, sin duda, el autor mexicano del México contemporáneo más significativo e importante. Novelista de una sola obra, su Pedro Páramo ha marcado a los mexicanos que nos hemos estremecido por su realismo mágico, interpretación del movimiento cristero del siglo XX por él vivido.

Hablo de Juan Rulfo, el jalisciense inmortal.

—Vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi Padre, un tal Pedro Páramo.

Así dice Juan Preciado, personaje de la novela, en el inicio de la puesta en escena de José Luis Cruz sobre esta gran obra de don Juan, montaje épico y multitudinario con quien el actor, director y promotor cultural chiapaneco —de Tapachula—, ha recorrido el mundo conquistando triunfos en América del Sur, España y Portugal con puestas en escena hechas en castillos, plazas y atrios monumentales a donde lleva este ilustre chiapaneco a cientos de actores que hacen que Juan Rulfo vaya más allá de la inmortalidad que ya alcanzó, seduciendo invariablemente al público asistente.

Pero si este montaje que algún día habré de hacer en Veracruz y en Chiapas con mi queridísimo paisano ha sido siempre un gran éxito en donde se presenta, no se puede decir lo mismo de la gran producción cinematográfica que Clasa Films hizo por todo lo alto, esa empresa de Manuel Barbachano Ponce que la produjo en 1967 llevando a Carlos Velo como Director, a Gabriel Figueroa como fotógrafo y a Joaquín Gutiérrez Eras como autor musical. Fulgor Sedano era Ignacio López Tarso y Susana San Juan, Pilar Pellicer. No obstante que hubo mucho dinero para hacerla y para viajar al festival de Cannes con todo el elenco, el filme fue un fracaso en todos los órdenes. Pedro Páramo, obviamente el papel principal, lo interpretaba un actor norteamericano de segunda, amigo de Ronald Reagan, a quien se le cargaron las pulgas por el fracaso. Este actor, dicen, de padre norteamericano y madre mexicana, nunca entendió el significado del personaje que llevó al filme al despeñadero.

El actor se llamaba John Gavin y, cuando su amigo Ronald Reagan fue el Presidente del país más poderoso de le Tierra, lo nombró embajador en México.  

Este actor mediocre inaugura la racha de embajadores norteamericanos descendientes de mexicanos radicados en los Estados Unidos. Eso sí, la farándula de la época y la prensa social, traía al embajador para arriba y para abajo, debido a que era un hombre atractivo que enloquecía a la burguesía de la época, la que asistía a los eventos del cuerpo diplomático.

Como embajador en México, John Gavin no trascendió.

Cuando asume el poder George Bush hijo, vivía en Texas en la frontera con México un personaje especialista en petróleo y en la industria ferroviaria, Antonio O. Garza, Tony Garza para el gran público, nieto de mexicanos y amigo de Bush desde que era el gobernador del estado que alguna vez fue territorio de México.

Tony Garza, lo recordarán, se especializó para bien de su imagen en establecer comunicación vía Internet con una base de datos muy numerosa de mexicanos en donde informaba de acciones que la embajada y su titular llevaban a cabo en territorio mexicano. Las fiestas llegaron a ser numerosas y muy saludadas por sus asistentes. En términos generales, el recuerdo de este embajador en México perdura. Sobre todo porque en su paso por nuestro país se casó con una de las mujeres más ricas de México, la heredera de un imperio cervecero, María Asunción Arámburuzabala Larregui, actual propietaria de las Universidades del Valle de México en todo el país. Ya está divorciada del exembajador Garza y él vuelto a casar con una dermatóloga norteamericana.

El Presidente Obama acaba de nombrar hace unos días como embajadora en México a María Echaverte, hija de migrantes mexicanos que trabajaron en Texas en la pisca del algodón y la fresa. Ella y sus hermanos muchas veces acompañaron a sus padres a esa difícil tarea “que solo los mexicanos hacen”, diría alguna vez Vicente Fox en su cadena infinita de dichos para la posteridad.

María Echaverte, de 60 años, educada en california y asesora de la oficina del presidente Clinton durante su gobierno —fue la funcionaria adjunta del jefe del Gabinete—, no obstante que espera la ratificación del Senado, ha recibido ya el apoyo de los legisladores demócratas. La decisión del presidente Obama vuelve a ser noticia importante para la comunidad latina toda vez de que se trata de la primera mujer embajadora del país vecino en México y ésta producto del esfuerzo y la vida difícil en la infancia.

María Echaverte habrá de ser de gran utilidad para la administración Obama porque es una especialista en los asuntos migratorios, pero también conocedora del intercambio comercial entre México y Estados Unidos. Su trabajo en las fundaciones para el desarrollo como miembro del consejo directivo de la fundación US/México y como asesora del Instituto México del centro de investigaciones Woodrow Wilson le dan a la posible nueva embajadora de Estados Unidos en México una gran visión y entendimiento de las relaciones delicadas de los dos países para llevar la fiesta en paz.

María Echaverte viaja constantemente a nuestro país desde hace mucho tiempo. Lo conoce como lo conocemos los mexicanos, o más. Su nombramiento ha sido muy bien recibido entre el pueblo norteamericano que ve en ella un vehículo ideal para el futuro de las relaciones.

Personalmente puedo afirmar que Barack Obama me vuelve a sorprender, para bien por supuesto.

¿Usted con quién de los tres embajadores de origen latino se quedaría?

¡Hasta la pregunta ofende!