Por Teófilo Cancela
Durante 11 meses nos olvidamos casi por completo del patriotismo a menos que haya juego de soccer con la selección mexicana y si gana hay celebración y si pierde también hay celebración.
Septiembre es distinto, las calles haciéndole competencia a los chiles en nogada se pintan de tricolor. Las calles se ven invadidas por hordas de vendedores de banderas, banderines, collares, moños, aretes, colgantes para autos, todo esto con el tricolor mexicano. Y somos pocos los que recordamos los símbolos y su significado.
Un símbolo es la representación perceptible de una idea, con rasgos asociados por una convención socialmente aceptada y esto nos lleva en este caso en particular a lo que podríamos tomar como un simbolismo que se traduce en sinestesia (del griego συν-, ‘junto’, y αἰσθησία, ‘sensación’) es la asimilación conjunta o interferencia de varios tipos de sensaciones de diferentes sentidos en un mismo acto perceptivo. En otras palabras al ver y oír los símbolos que nos dan identidad como nación se produce una sensación de orgullo de alegría por pertenecer a esta gran nación (grande en muchos aspectos incluyendo su problemática social, económica, política, etcétera).
Pero es época de celebración y jubilo por aquellos que en la primera década del siglo XIX por distintas circunstancias hicieron una nueva nación (ya mucho se ha dicho y escrito al respeto). Hay discursos, panegíricos, llueven las coronas en los monumentos que están dedicados a estos personajes de la guerra de indecencia.
Fue mucha la sangre derramada en ambos bandos sobre todo en los años de 1810 a 1811 y de 1813 al 1816 después la cosa se volvió un poco estática, solo una guerra de guerrillas que no llegaba a nada. El mismo General y exvirrey Félix María Calleja decía que solo un hombre podría dar a estos lares la independencia de la Metrópoli, Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu y como fue.
Veracruz en la última etapa de la guerra independentista tuvo su lugar destacado, no hay que olvidar los aspectos de que fue el lugar en donde salió el penúltimo virrey y llegó el último O’Donoju y que éste al ver la situación del virreinato solo le quedó sin tener la autorización de la coron firmar como el legitimo representante de ésta la independencia que reconocía, en la ciudad de Córdoba en los tratados que llevan su nombre, y posteriormente el H. Puerto de Veracruz fue el último bastión español hasta 1825 ya habiendo pasado por el primer imperio e instaurada la república.
Es romántico pensar en Iturbide a la entrada en la Ciudad de México y dice “Mexicanos: Ya estáis en el caso de saludar a la patria independiente como os anuncié en Iguala… Ahora os toca a vosotros buscar el modo de ser felices”.
Romántico y triste porque no lo hemos logrado, si a caso llegamos a ser una nación que sonríe pero que sufre por dentro. A pesar de tener todos los recursos naturales que más de 100 de otras naciones quisieran tener no hemos logrado el objetivo de otros que no cuentan con todo lo que nosotros tenemos. Pero como dice la canción vamos al “pasito tum-tum”, sí con tumbos, pero ahí vamos.
Sea pues septiembre para reencontrarnos con nuestros fantasmas pero también con nuestras aspiraciones y sueños. Y no hay peor intento que el que no se hace.
Una pequeña nota: si nombro solo a Iturbide es por falta de espacio y además es uno de los padres de México aunque las autoridades no estén de acuerdo (tema de discusión…) y la historia se hace por hechos, no por decreto.