23 de Noviembre de 2024
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¡ADELANTE!

La era de los secuestros…

José Valencia Sánchez

El 28 de agosto de 1974, integrantes de la hoy desaparecida Liga Comunista 23 de Septiembre secuestraron en Guadalajara a José Guadalupe Zuno Hernández, suegro del entonces presidente Luis Echeverría Álvarez.

Fueron los mismos guerrilleros que un año antes, el 17 de septiembre de 1973, habían asesinado, en un intento de plagio, al industrial regiomontano, Eugenio Garza Sada.

Recién se había iniciado en nuestro país la era de los secuestros famosos, cuando el legendario Lucio Cabañas mantuvo en cautiverio durante casi tres meses al senador y candidato a gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa, del 30 de mayo al 8 de septiembre de 1974.

El Ejército rescató a sangre y fuego al bravucón político guerrerense, quien después pretendería modificar la versión de los hechos y platicaría a quienes quisieran escuchar y creerle que no hubo tal plagio, sino un invento para aumentar su popularidad y ganar la elección.

Hace unos días, el presidente Enrique Peña Nieto declaró que el secuestro va a la baja, pero organizaciones civiles, entre ellas la encabezada por Isabel Miranda de Wallace, sostienen exactamente lo contrario: este delito ha aumentado.

Hoy nos hemos acostumbrado a los levantones y ejecuciones. Igual se llevan a políticos o empresarios millonarios que a modestos ciudadanos sin grandes recursos económicos.

Sobre algunos se proporciona información. En otros casos se oculta.

En cierta ocasión del año 2000 visité al exgobernador, exsecretario de Gobernación y senador electo, Fernando Gutiérrez Barrios, en la Ciudad de México. Le pregunté: ¿Es verdad que a usted lo secuestraron? ¿Cómo estuvo?

Lo negó. Fingí creerle y no insistí en el tema.

Sus allegados y otras personas aparentemente bien informadas corroboraron la especie de que sí fue secuestrado. Ignoro por qué los políticos se empeñan en negar los hechos, como si pudieran tapar el sol con un dedo.

Por desgracia, los secuestros, extorsiones y ejecuciones constituyen el amargo pan de cada día, sin que hasta el momento haya poder humano capaz de acabar con este flagelo.

No nos enteramos de todos los casos. Apenas de unos cuantos.