De Perote y la región.
FLAVIA MORALES/AVC
PEROTE
Esperanza hace cuentas en su memoria y asegura que tiene más o menos 20 millones de hijos: son los árboles en promedio que ha visto crecer y son parte de su vida desde hace 11 años.
Hace una década formó una cooperativa campesina que creó el vivero La Gloria en Sierra de Agua municipio de Perote. Hoy siete mujeres y dos hombres trabajan produciendo diversos tipos de pino forestal de coníferas.
En la explanada del vivero se observan los procesos de la siembra: las semillas, la germinación, el trasplante y cientos de pinos de varias especies. La meta para el ciclo 2020- 2021 es sembrar al menos 400 mil árboles.
Esperanza Jurado Hernández ve con orgullo su trabajo: son pinos que van a reforestar, que crecerán y darán servicios ambientales como oxígeno y agua, eso le da ilusión.
Uno de los proyectos más importantes en los que ahora participan es la reforestación de la reserva de San Juan del Monte en Las Vigas luego de que en 2019 fue devastada por un incendio forestal.
En apoyo solidario para su vivero comunitario, la Organización Sendas AC, quien está a cargo de la reforestación de 170 hectáreas, les comprará casi 100 mil plantas, esta oportunidad les servirá además para generar empleos adicionales.
Su vivero es famoso en la región porque sus plantas tienen un porcentaje de prendimiento alto. Esperanza lo explica fácil: aunque no es un vivero tecnificado, le ponen amor a su trabajo, pero también profesionalización para la adquisición de semilla.
La semilla está certificada, tiene un código de colecta, una remisión de trasladado y una ficha técnica que avala la viabilidad de la semilla para el cliente.
La pandemia del COVID-19 no ha parado el trabajo, los árboles necesitan cuidado y mantenimiento para sobrevivir, pero otros proyectos federales como Sembrando Vida han afectado la producción.
Antes tenían un contrato de producción de hasta medio millón de plantas con la Comisión Nacional Forestal (Conafor), pero el contrato fue cancelado con el nuevo programa de Sembrando Vida. “Con el recorte tuvimos que despedir a 30 personas del vivero, son familias que se quedaron sin sustento”.
Ahora están produciendo plantas para los ejidos locales, pero también tienen pedidos para otros estados como Oaxaca y Tamaulipas.
Antes de dedicarse a la producción de pinos, Esperanza trabajaba en un laboratorio médico mezclando medicamentos, la vida le cambió cuando llegó a Perote. Hoy dice que se siente satisfecha y el éxito del vivero lo concentra en un consejo: todo camino debe tener corazón.
Y el suyo lo es: para ella los trabajadores son como familia. Afirma que no hay jefes, y todos se apoyan en el trabajo, hacen más fácil el empleo para las mujeres y se apoyan económicamente.
“Esto es mi vida, mi pasión, vengo al vivero hasta los domingos, es mi casa, mi respiro”, dice.
Yeimi Ortiz Jurado es la generación que le sigue al proyecto, es hija de Esperanza: “Me siento orgullosa de pertenecer a este proyecto, contribuimos al medio ambiente, en unos años veremos frondosos los árboles que ahora cosechamos”.
Para Yeimi el vivero también es una oportunidad económica para las mujeres que da facilidades para la crianza de sus hijos, pues los horarios son flexibles.
Esperanza va de un lado a otro mostrando sus pequeños pinos, entre sus manos muestra las diferencias entre las semillas y asegura que el trabajo del viverista no termina en la venta del árbol.
Dan continuidad a su crecimiento, vigilan los procesos, se cuidan, como hijos que en un futuro serán árboles que alcanzarán más de 40 metros de altura y servirán para dar agua y aire.