27 de Noviembre de 2024
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Una pulsera azul, el último rastro de Carlos, desaparecido por el ex jefe de readaptación social

 

 

Xalapa, Ver. (AVC) Una pulsera azul con letras rojas hallada en la casa de un ex jefe policiaco es el último rastro de Carlos David Bautista López.

Dos años antes, al menos siete policías recibieron y ejecutaron la orden de desaparecer al joven, que fue víctima del terror la mañana del 15 de septiembre, el día más lúgubre de su existencia.

Ese día David se encontró atrapado en una camioneta Nissan blanca, con tres policías a sus costados, mientras avanzaban por la carretera Cardel-Nautla, hacia Palma Sola.

Ni el sol, ni el aire cálido o el sonido de las olas al chocar con las rocas que se vislumbra en la zona lograron darle tranquilidad, y lejana era entonces la noche anterior, cuando Carlos David se divirtió en casa de su amigo Guillermo Ortiz.

La velada previa al 15 de septiembre de 2015 se llenó de pláticas ligeras y algunos tragos que circularon casi al mismo compás. Llegada la madrugada, David pidió a su anfitrión que le permitiera dormir un rato.

Corrían las 3 de la mañana cuando el empleado de una agencia de motocicletas decidió dejar a su amigo y salir a buscar a su ex pareja Olga, según la reconstrucción ofrecida por los fiscales del caso.

Sólo él y ella saben qué los motivó a reunirse; porque después de todo habían logrado permanecer juntos por casi un año antes de que terminaran.

A esa hora, el sonido de una motocicleta se escuchó en la calle Ángel Carbajal en la colonia Unidad del Valle de esta ciudad, y apenas se apagó el motor Olga salió de su casa al encuentro de quien antes fue el causante de sus risas y sus besos.

Casi cinco horas transcurrieron, nadie sabe qué pasó, pero el tiempo de David se agotaba rápidamente y ni en sus más terribles pesadillas pudo adivinar lo que estaba por ocurrir.

Una mujer relató que cerca de las 8 de la mañana caminó apurada por sus citas pendientes y logró ver a los dos jóvenes platicando.

Nada fuera de lo usual, era su vecina Olga platicando con un joven, pero rápidamente la escena cambió por la llegada de una camioneta blanca que frenó en seco frente a la pareja.

De ésta se bajaron tres hombres que forcejearon con David, y la sorpresa de la mujer se convirtió en temor cuando vio cómo lo subieron al automóvil y emprendieron el rumbo.

La relatoría poco puede decir sobre lo que pensaba David en esos momentos, pero sin duda el corazón le comenzó a latir de tal manera que golpeaba fuerte contra su pecho.

Tal vez fue una hora, tal vez más, pero el recorrido entre Xalapa y la carretera Cardel-Nautla lo llevaría a la localidad de El Paraíso en Palma Sola, en donde viviría su peor infierno.

Lo que ocurrió en el vehículo es un misterio, tal vez las mentadas de madre, los golpes y las amenazas contra él abundaron y entonces el terror convertido en voz taladró sus oídos.

"Ábreme el portón que llego en 10 minutos", reveló a la autoridad un trabajador que identificó la voz de su jefe en el teléfono, era la actual pareja de Olga y todavía director de Reinserción y Readaptación Social, José Óscar Sánchez Tirado.

Al llegar a la propiedad en la zona de La Mancha, es posible que el treintañero se preguntara qué habían planeado para él, que solo unas horas antes pudo decidir seguir en la fiesta o quedarse dormido toda la mañana y no seguir sus impulsos de buscar a Olga.

En el lugar había siete personas, siete policías que según el relato de los fiscales obedecieron la orden de su jefe. Esos mismos que en algún momento juraron proteger a los veracruzanos, ahora borraban de la faz de la tierra a David.

La narración cesa de tajo. Si acaso una breve descripción de cómo horas después partió José Óscar y sus escoltas, y tras ello el silencio en la sala de audiencias de Pacho Viejo, toma su lugar junto a la zozobra.

Pasaron seis días antes de que alguien volviera a mencionar lo que ahí había pasado. Tres policías en el estacionamiento de la Dirección General de Reinserción y Readaptación Social cuchicheaban y presumían lo valientes que fueron, cómo se chingaron a David y hasta le robaron su moto.

Pero ese tipo de secretos no duran mucho en penumbras, y una mujer logró escuchar la conversación de los escoltas de José Óscar: "Ella y el jefe lo mandaron a su casa de La Mancha, pero el que fue más gandalla fue Carlos, porque se quedó hasta con la moto...", relató luego a la autoridad.

"Sí, los dos son bien cabrones porque se lo chingaron", reparó uno de los policías que presenció lo ocurrido en esa casa.

Mientras, la familia de David lo buscó por todas partes; su madre habló con Olga, con sus amigos, con todo el que pensó que podría saber el paradero del muchacho, pero obtuvo la misma respuesta de todos: Había ido a una fiesta, tomó, descansó una hora y luego fue a buscar a Olga.

Para entonces la denuncia sobre la desaparición de David ya se había hecho, pero a pesar de las horas de angustia de la madre, ni los ex policías Jaime, Abel, Abraham, Carlos, Jorge, Rafael o José Guadalupe, sintieron la necesidad de revelar su secreto.

Dos años han pasado desde la desaparición forzada de David, y el único indicio de él es la pulsera azul con letras rojas que fue hallada en la propiedad de 582 metros cuadrados del ex funcionario.

Esta es la única prueba, pero también el último recuerdo, la última posesión preciosa que tienen sus padres porque aún ahora, sentados frente a la jueza, vestidos en tonos naranja, los seis ex policías logran sonreír mientras el fiscal relata e intenta dejar claro lo ocurrido parte de esa mañana.

"Tengo hambre", gesticula uno de ellos a su esposa que está sentada en la fila de junto, que lo mira y le contesta con una mueca que muestra que nada puede hacer mientras la audiencia continúa.

David no ha llegado a su casa desde entonces, pocos saben dónde está y en qué condiciones, pero no lo revelarán, y hasta ahora sólo uno de los siete ex policías logró burlar la orden de aprehensión de las autoridades que lo buscan.

El terrible relato de la fiscalía hace pausa tras casi ocho horas de audiencia, la jueza mira al cielo, respira, decreta un receso y al volver, estos seis que aún reían escuchan que han sido vinculados a proceso y permanecerán en la reclusorio hasta el día de su juicio.

La madre de David observa atenta las reacciones de los imputados y sus familias, es respetuosa; no dice nada porque antes ya lo ha dicho todo: "No descansaré hasta saber dónde está mi hijo":.