El impacto de la pornografía, la violencia intrafamiliar y contra las mujeres, la precariedad económica, la homosexualidad y el aborto son amenazas a la familia en el contexto actual, indicó el Papa Francisco.
“La alegría del amor” es el título de la exhortación apostólica, firmada por el pontífice el pasado 19 de marzo pero cuyo contenido fue dado a conocer este viernes por el Vaticano, en el documento más largo y profundo de su pontificado.
Compuesto por nueve capítulos y 325 puntos, incluye también una larga serie de recomendaciones para los matrimonios, con un análisis detallado de las dificultades que deben afrontar todos los días y consejos prácticas para mantenerse fieles.
Entre otras cosas, el pontífice consideró “legítimo y justo” que se rechacen “viejas formas de familia tradicional”, caracterizadas por el autoritarismo e incluso por la violencia, advirtió que esto no debería llevar al desprecio del matrimonio.
“La fuerza de la familia reside esencialmente en su capacidad de amar y enseñar a amar. Por muy herida que pueda estar una familia, está puede crecer gracias al amor”, indicó.
En varios pasajes del documento se reforzaron posiciones ya establecidas por la doctrina de la Iglesia, como el rechazo al aborto y los “matrimonios” entre homosexuales.
“Las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo no pueden equipararse sin más al matrimonio. Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad”, estableció.
Apuntó que “de ningún modo” se puede plantear como un derecho sobre el propio cuerpo la posibilidad de tomar decisiones con respecto a la vida del niño inocente que crece en el seno de su madre, que es un fin en sí misma y que nunca puede ser un objeto de dominio de otro ser humano.
Defendió el derecho a la objeción de conciencia, rechazó ensañamiento terapéutico y la eutanasia y la pena de muerte.
“Amoris Latitae”, por su nombre en latín, es producto de un proceso de dos años de reflexión sobre el rol de la familia en la sociedad actual que incluyó una amplia consulta a todos los católicos del mundo además de dos asambleas mundiales de obispos (Sínodos), convocadas por Francisco en los meses de octubre de 2014 y 2015.
Aunque una buena parte se basó en citas a textos de la Iglesia e incluso de personalidades comoMartin Luther King, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Mario Benedetti y Erich Fromm, el escrito logra ir más allá de las posiciones preconcebidas y arroja una mirada fresca a problemas de candente actualidad.
Por ejemplo, fustigó la idea según la cual muchos de los problemas actuales de las familias tienen su origen en la emancipación de la mujer: “Este argumento no es válido, es una falsedad, no es verdad. Es una forma de machismo”.
Aunque reconoce un avance en la participación de la mujer en el espacio público, indicó que no es suficiente y lamentó que persistan “costumbres inaceptables” como la “vergonzosa violencia verbal, física y sexual” contra ellas, el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud.
Calificó de “grave” la mutilación genital de las mujeres en algunas culturas, la desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos, el alquiler de vientres o la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en la actual cultura mediática.
Instó a “admirar una obra del espíritu” en el reconocimiento a los derechos de las mujeres, aunque surjan formas de feminismo que los católicos no puedan considerar como adecuadas.
“Valoro el feminismo cuando no pretende la uniformidad ni la negación de la maternidad. Porque la grandeza de la mujer implica todos los derechos que emanan de su inalienable dignidad humana, pero también de su genio femenino, indispensable para la sociedad”, siguió el Papa.
Asimismo lamentó la difusión de ideologías llamadas “de género”, que pretenden imponer -como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños- una visión según la cual se podría intercambiar el sexo de las personas.
En otro pasaje, constató la preocupación de los obispos católicos por “una cierta difusión de la pornografía y de la comercialización del cuerpo, favorecida entre otras cosas por un uso desequilibrado de Internet”.
Pasó revista a problemas como la superficialidad al afrontar las crisis matrimoniales, la mentalidad antinatalista, la revolución sexual, el miedo a la superpoblación, los problemas económicos, la falta de una vivienda digna y de trabajo.
Estableció que la explotación sexual de la infancia constituye “una de las realidades más escandalosas y perversas de la sociedad actual”.
“El abuso sexual de los niños se torna todavía más escandaloso cuando ocurre en los lugares donde deben ser protegidos, particularmente en las familias y en las escuelas y en las comunidades e instituciones cristianas”, abundó.
Llamó a la Iglesia a movilizarse para atender dramas familiares como la migración, la prostitución, el tráfico de órganos, la persecución contra los cristianos en Medio Oriente.
Y a los esposos les dio numerosos consejos: cultivar la paciencia y la humildad, no dejarse maltratar continuamente o tolerar agresiones físicas, combatir la envidia, no dejarse llevar por el pesimismo que destaca defectos y errores ajenos, y buscar sinceramente la experiencia del perdón.
“Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad. Ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos”, sentenció.