En los últimos dos años, el yihadismo ha logrado penetrar en el núcleo de las sociedades occidentales. Entre 2014 y 2015, 4 mil jóvenes europeos se unieron a las filas del Estado Islámico en Siria e Irak; un 30 por ciento ha retornado a Europa, según datos del Centro Internacional de la Haya para el Contraterrorismo (ICCH).
El informe atiza preocupaciones sobre el trato que deben recibir aquellos que sin ningún motivo aparente viajaron a Medio Oriente y luego volvieron a casa. Para las autoridades europeas es difícil determinar si dichas personas fueron combatientes del EI y desertaron, o si son terroristas en potencia.
Los últimos datos recabados por las agencias de inteligencia revelaron que el yihadismo cuenta con entre 30 mil combatientes extranjeros procedentes de 104 países. De Europa han salido aproximadamente cuatro mil procedentes de zonas urbanas en Alemania, Bélgica, Holanda y Reino Unido. El 17 por ciento era mujer.
Cada vez es más común que jóvenes, que se sienten socialmente rechazados se radicalicen y adopten la versión más extrema del Islam. Aunque no existe un perfil concreto sobre el modo en que los chicos, que en promedio no superan los 25 años, adquieren pensamientos extremistas, el ICCH plantea dos posibles vías. La primera sugiere que los yihadistas europeos residen en zonas urbanas habitadas por inmigrantes, no son especialmente creyentes pero sí muy jóvenes. La radicalización ocurre en un mes y pueden hacer en solitario o en grupo.
La segunda plantea que algunos yihadistas retornados operan como reclutas de muchachos que comparten un sentimiento de soledad y los animan a unirse al grupo ofreciéndoles perspectivas de una vida mejor y muy superior a su realidad. Una vez convertidos al islam de los radicales son enviados a luchar en Medio Oriente. El problema surge cuando estos hombres o mujeres se dan cuenta de que el califato no era lo que les habían prometido y deciden regresar a Europa.
Algunos de ellos pueden perder la vida en el intento debido a que son considerados traidores. Las autoridades de la UE no tienen una estrategia definida sobre aquellas para reintegrar a las personas que desertan de las filas del EI y tampoco para identificar a aquellos que vuelven con miras de organizar células fundamentalistas, reclutar o perpetrar atentados terroristas. “Cerrar los ojos al regreso de gente traumatizada, desilusionada y de otros dispuestos a atentar, y aplicarles medidas policiales es un error.
Es mucho menos caro ganar la confianza de los que sí regresaron para que, cuando estén rehabilitados ayuden a evitar que otros se radicalicen”, aseguró Bibi Van Ginkel directora del informe El fenómeno de los luchadores extranjeros en la Unión Europea.