Un cansado toro fue el primero en verse obligado a salir de la balsa en donde cruzaron el río, para encontrarse de frente con una multitud a la que no le importaba lastimarlo e incluso parecía disfrutar con ello como si de un chiste se tratara. Con ello iniciaba el tradicional embalse de la fiesta de La Candelaria.
Poco a poco los seis toros, como se acostumbra, tuvieron que hacer lo mismo para, como también se ha vuelto costumbre, ser maltratados mientras buscan hacia donde resguardarse de las personas que intentan montarlos, golpearlos, jalarlos o lastimarlos.
La policía montada y los jinetes que fuerzan a los toros para salir hacia la gente no hacían nada cuando de cuidar a los asustados animales se trataba.
A pesar que la autoridad estatal trató, en ocasiones anteriores, de intervenir para que se redujera el maltrato a los astados, la población se manifestó en contra de cualquier prohibición contra sus costumbres y hasta amagaron con realizar manifestaciones contra cualquier medida que les impidiera maltratar a los astados.
Cabe señalar que la mayor parte de quienes se ocupan del maltrato, son personas que ya están alcoholizadas desde muchas horas antes y que la mayor parte de las veces, se comportan peor que los animales.