Decenas de miles de brasileños salieron hoy de nuevo a las calles para exigir un juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff, aunque la cifra de manifestantes fue menor a la de meses atrás.
Se trata de la cuarta protesta a nivel nacional –convocada en 100 ciudades- para exigir el cese de la presidenta desde que iniciara en enero su segundo mandato, ahora con índices de popularidad en caída y cuyo proceso de “impeachment” (juicio político) ya inició.
Las manifestaciones de este día se producen en un clima de extrema polarización política en el país por la apertura del proceso de juicio político hace dos semanas en el Congreso de los Diputados.
Desde hace meses la policía no da el estimado del número de participantes en las manifestaciones antigubernamentales, pero la Avenida Paulista de Sao Paulo –corazón del movimiento anti Rousseff- era un buen termómetro para medir la menor asistencia.
Apenas en marzo pasado un millón de personas coparon esta vía y este domingo la protesta sólo logró reunir cerca de 80 mil.
En Río de Janeiro la manifestación de miles de personas –los organizadores aseguraron que fueron en torno a 80 mil, aunque el acto fue menos masivo que en ocasiones anteriores- en la Avenida Atlántica del barrio de Copacabana transcurrió sin incidentes y con un ambiente festivo.
“Este es un acto de ‘calentamiento’ para acabar con el proceso. A medida que el juicio político avance tendremos más manifestaciones”, explicó a Notimex, Joao Gomes, un septuagenario carioca que aseguró ha asistido a “todos los actos de protesta contra el gobierno del Partido de los Trabajadores” (PT).
Los gritos de “¡Fuera Dilma!” y “¡Fuera PT!” se mezclaron con discursos públicos en los que se culpaba a la presidenta y a su antecesor, Luiz Inacio Lula da Silva, de haber llevado al país a la actual crisis política y económica.
Muchas personas llevaban muñecos inflables de Lula y Rousseff vestidos de presidiarios y portaban banderas de Brasil, mientras algunos manifestantes lamentaban que, en un día de mucho calor, la gente hubiera optado por ir a la playa en lugar de “luchar por el futuro del país”.
“Al brasileño solo le interesa la playa, el futbol y la cerveza. Es muy triste que en la actual situación que vive el país haya más personas tomando el sol que manifestándose”, se lamentaba Rossy Queiroz, una taxista de 62 años.
“De todas formas, no importa el número de personas que seamos, porque las situación del país es tan mala que no hay forma de que Rousseff resista al impeachment”, opinó.
Reelecta en octubre del año pasado por un escaso margen de votos, Rousseff vive la peor crisis desde que asumió en 2011 la presidencia de la mayor economía latinoamericana y de uno de los países que, hasta hace dos años, era una de las naciones emergentes más prometedoras.
La gobernante podría no terminar su segundo mandato si prospera el pedido de juicio político impulsado en el Congreso por la oposición y que actualmente se encuentra suspendido por la Justicia, mientras se revisa el protocolo que el Legislativo debe seguir para eventualmente juzgarla.
Tan sólo 11 meses después de iniciar su segundo mandato, Rousseff también enfrenta la peor recesión de Brasil en décadas y el mayor escándalo de corrupción en torno a la petrolera estatal Petrobras, en el que miembros de la cúpula de su Partido de los Trabajadores (PT) están incriminados.
Las últimas encuestas señalan que el 70 por ciento de los brasileños considera muy malo su gobierno, mientras su aprobación apenas rebasa el 10 por ciento de la población.
El pasado 2 de diciembre, el presidente del Congreso brasileño, Eduardo Cunha, aprobó la solicitud de juicio político contra Dilma Rousseff.
Pero el Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil suspendió hasta la próxima semana el proceso de juicio político, por lo que la Cámara de Diputados no puede instalar una comisión especial que evalúe la validez de la petición de enjuiciar a Rousseff.