Pese a la fuerte vigilancia, 11 personas murieron en hechos esporádicos de violencia en El Cairo y las provincias de Gizé, vecina de la capital, y las sureñas Bani Suef y Sohag, mientras los opositores al régimen quemaban neumáticos y se enfrentaban a la policía lanzando piedras y bombas incendiarias para crear una situación que ahuyentara a los votantes de la calle.
Las autoridades emplazaron una gran operación de seguridad para proteger los centros de votación y a los votantes, contra posibles ataques de extremistas leales a Morsi, con 160 mil soldados y más de 200 mil policías en una nación de unos 90 millones de habitantes. Los vehículos no pudieron estacionar o pasar junto a los centros de votación y las mujeres fueron registradas por agentes femeninos. Varios helicópteros militares sobrevolaron El Cairo y otras ciudades importantes.
Poco antes que abrieran los centros de votación, una carga explosiva fue detonada frente a un tribunal de El Cairo, que dañó la fachada del edificio pero no provocó víctimas en el populoso barrio de Imbaba, un baluarte de la Hermandad.
Cuatro murieron cuando se desató un tiroteo entre soldados y hombres armados en los techos de Sohag. Tres personas más quedaron heridas, entre ellas un oficial de policía.
Un simpatizante de Morsi murió al recibir disparos cuando, junto a unas 100 personas, trató de tomar un centro de votación en la provincia de Bani Suef, dijeron las autoridades que hablaron en forma anónima debido a que no están autorizadas a hablar con la prensa.
Se espera que la votación, que es de dos días, prepare el camino a la presidencia para el principal general del país, quien derrocó al presidente islamista Mohamed Morsi en julio pasado y lanzó una fiera persecución contra la Hermandad Musulmana.
También representa un parteaguas en la ruta política elaborada por los militares para la elección de un nuevo presidente y parlamento, después del golpe que ha dividido a Egipto entre simpatizantes de la Hermandad por un lado, y las fuerzas armadas y de seguridad por el otro.