5 de Diciembre de 2025
Director Editorial Lic. Rafael Melendez | Director General - Dr. Rubén Pabello Rojas

Eutanasia en Europa: tabú y resistencia

 

 

 

 

 

 

 

 

En el Viejo Continente los avances en este tema se registran a cuentagotas; en la parte occidental el debate está estancado y en el oriente hay un freno frente a corrientes más conservadoras

EL UNVIERSAL

MADRID

En marzo de 2021 España se sumó al reducido grupo de países europeos (Holanda, Bélgica y Luxemburgo) en los que está regulada la eutanasia.

Sin embargo, a pesar de que en el Viejo Continente existe cada vez una mayor conciencia social sobre la necesidad de regular la muerte asistida desde que Holanda lo hizo por primera vez en 2002, los avances se están registrando a cuentagotas.

La eutanasia sigue siendo un tema tabú para la mayoría de los países europeos que se resisten a legalizarla.

En marzo de 2021, el Tribunal Constitucional de Portugal rechazó su despenalización aprobada por una amplia mayoría parlamentaria debido a algunas imprecisiones en su redacción, lo que obligó a la revisión de la ley que a finales de noviembre fue bloqueada de nuevo por el presidente Marcelo Rebelo de Sousa, a fin de que los diputados aclaren conceptos y posibles contradicciones.

Pero otros muchos países ni siquiera se lo plantean. En Italia, Francia o Irlanda, la eutanasia está expresamente prohibida, al igual que el suicidio asistido que puede conllevar penas de cárcel para la persona que facilite el último trance.

Mientras el debate sobre la eutanasia está estancado en casi toda Europa occidental, en la parte oriental del Viejo Continente hay todavía más resistencias a incluir la muerte digna en las legislaciones respectivas debido, sobre todo, a las corrientes políticas mayoritarias, que son profundamente conservadoras, y a la existencia de un catolicismo muy tradicional.

Las leyes vigentes en los escasos países europeos donde está regulada contemplan de manera más o menos restrictiva la aplicación de la eutanasia que sólo procede en caso de enfermedades graves e incurables, o padecimientos crónicos e invalidantes que provoquen un sufrimiento intolerable.

El cáncer y las enfermedades degenerativas son las principales dolencias de los solicitantes de eutanasia que tienen que reiterar por escrito su voluntad de morir, además de obtener el visto bueno de un equipo de especialistas.

Los requisitos que se exigen en los diferentes países varían poco, aunque hay matices importantes.

Bélgica se convirtió en 2014 en el primero del mundo en autorizar la eutanasia para menores sin límite de edad, siempre que el niño esté gravemente enfermo, padezca grandes dolores físicos y se complique el tratamiento paliativo; además del consentimiento propio y el de los padres, el paciente deberá contar con el aval de un equipo médico.

En Holanda, las condiciones para que los menores puedan acceder a la eutanasia son similares, pero estos deben tener más de 12 años.

Un caso aparte en Europa es el de Suiza que, si bien no contempla la eutanasia, sí tolera la ayuda al suicidio mientras no existan motivos egoístas. El suicidio asistido se lleva a cabo a través de asociaciones pro derecho a morir; algunas de ellas también atienden a la ciudadanía de otros países.

En España, el derecho a la muerte asistida, impulsado por el gobierno de coalición de izquierdas presidido por el socialista Pedro Sánchez, fue respaldado el pasado mes de marzo por una amplia mayoría en el Parlamento. Solamente los partidos de derecha y ultraderecha se opusieron a ello por considerar que es una forma de homicidio, a pesar de que la eutanasia era una de las demandas populares que contaba con más apoyo: entre  70% y 85%  de los españoles estaba a favor de su legalización.

La ley de eutanasia ofrece una respuesta jurídica, sistemática, equilibrada y garantista a una petición sostenida de la sociedad actual, manifestó el gobierno socialista tras la aprobación de la normativa.

Sin embargo, los obstáculos para acceder a la eutanasia que proporciona el sistema español de salud pública no terminan con su regulación. La experiencia demuestra que, a los engorrosos trámites burocráticos que pueden llevar semanas de papeleo, hay que añadir el rechazo de algunos médicos a practicar la eutanasia por razones de conciencia, un supuesto que contempla la ley.

 Además, gobiernos regionales conservadores están poniendo trabas a su aplicación, como exigir la renovación del testamento vital del candidato cuando no es obligatorio.

Estas resistencias políticas y profesionales llevan a suponer que la aceptación plena de la muerte asistida por parte de los grupos más reticentes del país ibérico exigirá un largo proceso de adaptación, con un resultado que se antoja incierto ante el inmovilismo que muestran ciertos sectores que, aun siendo minoritarios, resultan determinantes para que no se retarde la aplicación de la eutanasia más allá de los términos establecidos.

No concibo la vida con tanto dolor; quiero morir dignamente

AGV es una mujer de 43 años cuya vida se ha deteriorado hasta niveles insoportables: está tetrapléjica, con fuertes dolores y se halla postrada en una cama sin posibilidades de moverse, motivos por los cuales ha solicitado que le sea aplicada la eutanasia, a pesar de la oposición de su familia que no comparte su decisión de morir por voluntad propia.

"Fui tomando conciencia de que quería morir dignamente desde que empecé a tener dolor neuropático por todo el cuerpo, incapacitante e intolerante. Me duele todo, menos la cara, porque ya no hay calmantes que me sirvan", señala a EL UNIVERSAL esta mujer que vive con sus padres en Madrid y que quiere preservar el anonimato.

Desde 2004, y como consecuencia de un accidente de coche, AGV padece una lesión medular que fue derivando con el tiempo en una tetraplejia que la mantiene inmovilizada y con dolores inaguantables, para los que no hay alivio. "No hay nada que me pueda calmar. He probado todas las drogas farmacológicas y ya nada me hace efecto. Estoy a solas con el dolor, postrada todo el día en una cama", lamenta, luego de apuntar que los dolores surgieron hace unos 10 años.

Al sufrimiento cotidiano, hay que agregar el hecho de que la mujer afronta sin el respaldo de los suyos su decisión de morir dignamente.

"Ninguno de mis familiares me apoyan. Mi hermana dice que no lo entiende, pero que se hará lo que yo quiera. Mis padres no lo admiten, directamente. Yo lo lamento y espero que recapaciten, pero si no lo hacen, igual lo tendré que llevar a cabo. No concibo una vida con tanto dolor. Para mí esto no es vida, no puedo más, ya he aguantado mucho tiempo", relata.

AGV es creyente, pero no católica practicante, porque no confía en la jerarquía de la Iglesia. Eso sí, está convencida de que nadie en los cielos puede oponerse a su decisión. "No creo que Dios quiera que un hijo suyo sufra tanto, porque yo estoy padeciendo más que Jesucristo en la cruz, porque él padeció sólo unos días y yo llevo sufriendo años". Y agrega: "A los que se oponen a la eutanasia les diría que me parece una falta de humanidad no conceder a alguien una muerte digna, al estar con una dolencia o una enfermedad incapacitante e insoportable".

En el momento del accidente que la marcó de por vida, AGV era auxiliar veterinaria. Trabajaba y estudiaba. Pero después llegaron los dolores intensos y, con ellos, las equivocaciones de los médicos, repetitivas.

"Hubo mucha negligencia médica que, entre otras cosas, provocó que me surgiera un dolor neuropático y que se me extendiera por todo el cuerpo a partir de la lesión medular", indica. Las lesiones iniciales se fueron agravando, ya que al principio AGV no tenía tantos dolores y podía estudiar de manera presencial y salir con sus amigos. Hacía una vida más o menos normal dentro de sus limitaciones, según reconoce. "Más tarde tuve un derrame cerebral y ahora no puedo hacer nada. Creo que me pesa más el dolor físico, pero también el síquico, sobre todo por las personas que voy a dejar aquí", refiere AGV, a quien le cuesta pronunciar algunas palabras correctamente, a pesar de su lucidez.

La asociación española por el Derecho a Morir Dignamente (DMD) se está encargando de los trámites que la mujer tiene que cumplimentar para acceder a la eutanasia, pero todavía no hay fecha. "Hay mucha burocracia, mucho papeleo y en la Comunidad de Madrid y en el resto de España existe todavía resistencia y mucha ignorancia al respecto", concluye.

Debate en América Latina, ¿muerte digna o asesinato?

¿Asesinato o muerte digna?

Como práctica milenaria que provoca miedo, rechazo, compasión, valentía, aceptación o resignación, la eutanasia genera posiciones a favor o en contra.De un lado, una postura católica repudió esa vía.

"La eutanasia literalmente es buena muerte y lo hemos traducido como muerte digna o buena muerte. Sin embargo, todo acto eutanásico es un asesinato", describió el bioeticista costarricense Luis Jiménez, doctor en bioética por el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum de Roma: "La muerte digna nunca puede ser mediante un asesinato, (…) es aquella que no es indigna de la persona humana. Una buena muerte debe ser aquella que va acompañada de la solidaridad, del acompañamiento, de asistir a todo aquel que está en estado de vulnerabilidad".

De otro, una actitud liberal la apoyó. "La muerte digna y lo que ocurre en el fin de la vida es un asunto que debe ser abordado desde el lente de los derechos humanos", alegó el abogado colombiano Lucas Correa, máster en Derecho Internacional y Derechos Humanos de la (no estatal) American University de Washington, y director de investigaciones del (no estatal) Laboratorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Colombia. "Con independencia de las creencias de cada persona, pensamos que este momento vital y el proceso en torno a él debe garantizar la dignidad, la autonomía de la voluntad, debe ser protegido del dolor y del sufrimiento que cada uno considera indigno e incompatible con su existencia", alegó.

La Corte Constitucional de Colombia despenalizó la eutanasia en 1997. Como primer país latinoamericano y caribeño, el gobierno colombiano la reglamentó en 2015. Estrictamente condicionada a enfermedad terminal con pronóstico mortal próximo de seis meses, la práctica sumó 157 de 2015 a agosto de 2021 en el país.

La Corte eliminó en julio anterior el requisito del padecimiento terminal. En una única excepción, la colombiana Martha Sepúlveda, de 51 años y con Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) desde hace tres años, se convirtió en agosto de 2021 en la primera persona en Colombia con permiso de aplicársela sin tener daño degenerativo terminal. Martha planeó su deceso para el 10 de octubre, pero un comité del (no estatal) Instituto Colombiano del Dolor (Incodol) lo canceló el 8 de ese mes y adujo que se incumplió con la terminalidad. Un juzgado colombiano la autorizó el 27 de ese mes a cumplir su deseo y alegó que el comité vulneró su derecho a muerte digna. El desenlace está pendiente.

La polémica

La eutanasia en América es legal en Colombia y Canadá e ilegal en Brasil, Ecuador, Cuba, Perú y México.

EU, Argentina, Uruguay, Chile y en parte de México, entre otros países del área, usan el método pasivo legal: rechazar tratamientos para alargar la vida.  Un fallo judicial de Perú autorizó en febrero anterior a la peruana Ana Estrada, de 45 años y víctima de polimiositis, mal inflamatorio, crónico y degenerativo, a una muerte asistida sin castigo penal. El "homicidio piadoso" en Perú impone hasta tres años de cárcel a las personas involucradas.

"Legalizar la eutanasia pareciera suponer el beneficio de algunos. Sin embargo, representa un riesgo para la mayoría de la población porque (…) podría darse por intereses de terceros. Se perdería la confianza depositada por el paciente a su médico”, dijo Jiménez a EL UNIVERSAL.

"El acto eutanásico es médico. Procede de la voluntad con conocimiento del fin del médico y los médicos están para aliviar el dolor y preservar vidas", recalcó. "Toda vida merece ser vivida hasta su muerte natural", insistió.

Correa planteó que la muerte digna es "el derecho a no prolongar artificialmente la vida” y que “el momento de la urgencia médica es el peor momento para preguntarse sobre el fin de la vida y tomar decisiones sobre la muerte digna". Es necesario "conocer, educar y difundir el derecho a morir dignamente, particularmente entre personas jóvenes, saludables y, aparentemente, con mucho tiempo de vida por delante", sugirió.