
EL UNIVERSAL
CIUDAD DE MÉXICO
Cada ideología determina cómo se representa el pasado, expresa Jaime Cuadriello, investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Así pasó hace 500 años y así pasa en el siglo XXI, incluso con el gobierno actual. ¿Cómo la pintura representó a los indígenas?, ¿qué podemos saber de sus vidas a t,ravés de ellas?, ¿cuándo se hicieron?, ¿quiénes las hacían? y ¿para quién eran esas obras?
Jaime Cuadriello, historiador del arte y doctor en Historia, quien colabora para la exposición El Tornaviaje de las Imágenes, que se pondrá en octubre en el Museo del Prado, explica que, por ejemplo, la imagen jugó un papel importantísimo en la segunda mitad del siglo XVI no sólo recogiendo los hechos sino manipulándolos en beneficio de las élites indígenas.
De acuerdo con el poder de cada grupo —indígenas, criollos, virreyes o independentistas— hubo representación o invisibilización de figuras, un Juan Diego cristianizado, por ejemplo.
Por otra parte, "hubo pintores de extracción indígena, cultos, que participan del gremio, algunos muy buenos: Pascual Pérez, Miguel de Mendoza, discípulo de Villalpando; eran caciques indios y excelentes artistas y trabajaron con sus comunidades". Los indígenas crearon más retablos y esculturas que pinturas; los jesuitas, en los colegios, alentaron mucho su creatividad.
Desde el siglo XVI
Después de las crónicas vinieron las imágenes, explica el investigador: "Tenemos muestras maravillosas, tanto en pintura mural como en la tradición de los códices, de muchas representaciones que entre 1550 hasta 1620, en promedio, van a estar conmemorando, como los murales de Jiquilpan, los hechos de la Conquista. Las representaciones son ricas en pintura mural, códices y en la fiesta, en las danzas".
Ubica un primer momento de representaciones figurativas a mediados del siglo XVI: "Establecidos los cabildos, empiezan a representar sobre todo en las casas reales de Tlaxcala cómo concibieron la guerra y la alianza, el pacto, del cual fueron compañeros en la Conquista".
A la par, en el altiplano, y más allá de la derrota de la nobleza mexica, se inician otras representaciones: "Fueron muy importantes los franciscanos, los mejores aliados de las élites indígenas; vemos cómo surge en el contexto del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco el Códice Florentino, los informantes y pintores de Sahagún compusieron esta enorme y maravillosa enciclopedia que en el libro 12 recoge los hechos de la Conquista".
Otro caso que cita es en Malinalco, donde los agustinos, del brazo de los caciques indígenas, pintan temas no solamente de la Conquista, sino la flora y la fauna locales. "Hay una representación de la realidad más lírica, exenta de violencia, pese a que por ejemplo en algunas ilustraciones de Sahagún y del Lienzo de Tlaxcala se ve el castigo a los indios, pero no la violencia de la Conquista en el Valle de México. Es un proceso de representación que va a llegar hasta el siglo XVIII, se usa la memoria justo para defenderse".
El relato de las apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego dará pie a numerosas obras. "Aparece un indígena construido, desde luego, y sobre todo cristianizado y preferente en los planes de Dios".
Representaciones criollas
En la segunda mitad del siglo XVII, los criollos, descontentos por sentirse desplazados de los puestos públicos, "van a recuperar en la pintura de la ciudad los temas de la Conquista, pero desde una forma de expropiación de la memoria indígena", dice el investigador. Surgen los biombos, de los cuales existen más de 12 que contienen, casi todos, en el anverso una imagen de la Conquista y en el reverso un mapa la Ciudad. Eran muy costosos, y de uso privado. Jaime Cuadriello describe que en ellos "se da una visión idílica de la gesta de Cortés, del mito de Moctezuma como un vehículo que concede y pacta con la Corona".
El investigador dice que estos biombos operan como amortiguador social, su mensaje es: "aquí no pasó nada": "De un lado está la Conquista y del otro una Ciudad de México política, pacífica, con vistas espléndidas, orgullo de América". Hoy se pueden ver en los museos Nacional de Historia, Soumaya, Citibanamex, Franz Mayer, del Vierrinato, y en museos de Europa: del Prado, de América y de Trieste.
Las pinturas de castas son otra forma de representación. "Desde 1692 se generan las primeras, son la principal serie de mestizajes, y donde los indígenas aparecen en lo doméstico, en los oficios; como los biombos, son un tipo de pintura de exportación para dar idea de que se vivía una sociedad bien avenida, con un régimen sí de castas sociales, pero donde el papel del mestizo no era mal visto, aunque el negro era un elemento perturbador. Son muy exitosas en el siglo XVIII, y muy importantes porque son cuadros costumbristas que nos dejan ver los oficios, la calle, el comercio, la diversidad de estas poblaciones".
La colección más grande de ellas está en el Museo de Historia Mexicana en Monterrey.
Como pasó con la figura de Hernán Cortés (recuperada en el XVIII y atacada en el XIX), la ideología determina cómo representar el pasado. Jaime Cuadriello asegura que lo mismo ocurre con el gobierno actual:
"En vez de tener un compromiso con los hechos, con la memoria, el pasado se lee en clave ideológica, como se leyó a mediados del XVI. ‘Me conviene jurídica e ideológicamente cambiarle los nombres a la ciudad para quedar bien’ ¿Con quién? ¡Con los grupos indígenas que ya no existen! Es una vergüenza. Es en agravio de las propias comunidades indígenas; ni siquiera tiene un poder de restauración, es en agravio ahora de la propia identidad de los mexicanos que con estos actos simbólicos quieran manipular algo que ya es parte de la vida cotidiana de la ciudad, como sus nombres, sus calles y plazas como lugares de la memoria. En ese sentido, a la Catedral de México habría que llamarla Teocalli de México. Parece que no hemos entendido las lecciones del pasado, que lo que importa más es la manipulación ideológica que el compromiso con la verdad y, sobre todo, la diversidad. No puede haber perdón sin justicia; al Estado mexicano le toca lo segundo: la justicia. Hoy en América Latina los indígenas no son víctimas de los hechos históricos sino de los Estados Nacionales. Estamos ante una realidad que lo que se tiene que hacer es transformarla, no negarla".
Desinterés en España por los 500 años de la caída de Tenochtitlán
El V Centenario de la caída de Tenochtitlán pasa desapercibido en España, que desaprovecha la oportunidad para estimular el debate y la reflexión, además de contribuir a la visibilidad de un hecho histórico que sigue alejado del gran público.
Salvo algunos congresos previos en universidades españolas y dirigidos al mundo académico, hacen falta convocatorias y recordatorios más populares de esta efeméride en un país donde hay un amplio desconocimiento de la derrota del imperio mexica a manos de los hombres de Hernán Cortés y sus aliados indígenas.
A diferencia de la lluvia de eventos en España y América Latina en 1992 con motivo del V Centenario del llamado Encuentro entre dos Mundos, la caída Tenochtitlán no ha suscitado mayor interés en España, a pesar de que los foros abiertos, conferencias, documentales, exposiciones y otras iniciativas podrían haber contribuido a la divulgación y esclarecimiento de un capítulo de la historia que aún genera posiciones encontradas en las dos orillas.
Pero no hubo planeación; y tampoco inventiva de ninguno de los dos países, aunque según los especialistas también México tiene su grado de responsabilidad por la falta de coordinación con España para promover aquí acciones conmemorativas.
"Ni la diplomacia española ni la mexicana han tenido voluntad, imagino que con la conciencia de que se generaron muchísimos conflictos con el V Centenario del Descubrimiento cuando la diplomacia española, especialmente con México, tuvo que afinar tanto que al final se celebraron dos cosas diferentes. Hay mucha sensibilidad hacia estos temas", señala a <i>EL UNIVERSAL</i> Pablo Fernández Sánchez, catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Sevilla.
En este caso correspondía a la diplomacia mexicana ocuparse más de la organización de actos conmemorativos a nivel bilateral, pero es cierto que la diplomacia cultural española tampoco se ha movido, reconoce el doctor en Derecho que preside el Instituto Hispano-Luso-Americano y Filipino de Derecho Internacional.
"En México, además, no se dan las mejores circunstancias para que España realice este tipo de conmemoraciones, con el presidente López Obrador insistiendo en que el rey Felipe VI pida disculpas por los agravios de la conquista. Es impensable que España vaya a conmemorar hechos de la conquista que molestan. Eso es antidiplomático, por lo que algunos pueden considerar que es mejor no remover esas aguas".
Experto en historia militar y catedrático en Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona, Antonio Espino López, considera que la cuestión fundamental es que España nunca ha acabado de asumir que la conquista de América tuvo aspectos oscuros, muy negativos.
"Ante el hecho de que en los últimos años hay un revisionismo acusado, con derribo de estatuas y muchas críticas desde los países latinoamericanos a lo que aconteció, no todo el mundo en España entiende esos ataques. En los sectores que se sienten agredidos se produce lógicamente una reacción, una resistencia a conmemorar este tipo de efemérides sobre un pasado que consideran poco menos que intocable", asegura el autor de <i>Vencer o morir. Una historia militar de la conquista de México</i> y <i>La conquista de América. Una revisión crítica</i>.
"No hay voluntad de revisitar nuestro pasado más difícil, intentar entender por qué existen esos tintes oscuros, lo que nos llevaría a comprender también por qué desde ciertos ámbitos de los países latinoamericanos se nos exigen disculpas por una conquista que se vende desde la época franquista como parte de un glorioso pasado imperial que, desde luego, es difícil de rebatir", indica.
"En México hay actitudes que no calificaría de hostiles, pero que siguen observando a la academia española como parte de una imagen americanista muy trasnochada, muy conservadora. Pero esto no es del todo cierto, muchos estamos trabajando desde otra perspectiva, más crítica y reivindicativa, y no tenemos nada que ver con esa corriente americanista", subraya.
La ignorancia que tienen los españoles sobre episodios como la caída de Tenochtitlán se explica en buena parte por las lagunas de sus programas escolares. No hay libros de texto que recojan oportunamente lo más significativo de la historia de México y otros países latinoamericanos.
"En España tenemos un déficit educativo respecto a la historia de América Latina. En los contenidos de primaria, secundaria y bachillerato saltamos de la llegada de Colón a América al desastre de Cuba en 1898. En ningún momento se estudia la historia precolombina ni colonial de esos 400 años", dice María Moreno, profesora de geografía e historia en un colegio de Madrid.
En sus etapas democráticas, España ha evitado rememorar los episodios de la Conquista de forma oficial, como si el sólo hecho de evocarlos le produjera cierta incomodidad. La disección de estos sucesos históricos se suele realizar en ámbitos académicos o culturales, más allá de las manifestaciones que sobre el tema, y a título individual, puedan realizar políticos, intelectuales, escritores o artistas.
España sólo ha recuperado acontecimientos más asépticos, menos conflictivos, como la llegada de Colón a América. En esta línea, y más allá de los debates entre especialistas, el país prefiere inhibirse a la hora de escarbar en las etapas más polémicas de su pasado colonial que se prestan aún hoy a interpretaciones antagónicas y que generan reclamos políticos en la otra orilla.
El recelo que siguen despertando en América Latina hechos como la caída de Tenochtitlán dificulta que España y los países latinoamericanos puedan llevar a cabo acciones conjuntas para acordar el formato de las conmemoraciones referidas a la conquista y promoverlas luego sin reservas. A pesar de los avances de historiadores iberoamericanos hacia una comprensión más integral de esa etapa histórica, alejada de los prejuicios y las vertientes ideológicas, las diferencias de enfoque entre los implicados siguen teniendo mucho calado.
Ciertamente, hay otros factores menores que han contribuido al deslucimiento en España de los 500 años de la toma de Tenochtitlán, como las restricciones por la pandemia, que continúa ralentizando las actividades culturales. Tampoco ayuda el mes de agosto, periodo vacacional por excelencia aquí, lo que implica el cierre de centros escolares y que muchas empresas y dependencias hagan un paréntesis laboral en estas fechas.