Las estructuras familiares, hace unas décadas se presentaban estables, hoy en día en un mundo donde los cambios sociales, económicos y tecnológicos se dan a una velocidad sorprendente, la familia se enfrenta a un cúmulo de retos y oportunidades.
Agencias
México
Las familias se ven impactadas por una creciente cultura hedonista, consumista e individualista que muchas veces pondera lo material por encima de los valores humanos más profundos. En muchos hogares, la acumulación de bienes ha reemplazado el tiempo de calidad y la interacción genuina entre los miembros de la familia. En lugar de "ser", se da prioridad a "tener" o al “hacer”, y esto hace que se distorsionen las dinámicas familiares y que se genere desconexión.
Sin embargo, dentro de este contexto, también surgen oportunidades para que las familias puedan fortalecerse, nutrirse y convertirse en el núcleo de fortaleza y crecimiento personal que la sociedad necesita.
La familia no es solo un refugio, sino un espacio vital donde se forjan los valores fundamentales y se modela el carácter de las personas. Es el lugar desde donde podemos, mediante la acción educativa, transformar un mundo incierto y cambiante. Este entorno familiar, debería estar basado en relaciones de intimidad, reciprocidad y compromiso, de tal forma que podamos hacer de la familia el mejor lugar para vivir, y así convertirse en un pilar central para la estabilidad emocional y espiritual de cada uno de sus miembros.
¿Cuál debería ser la postura de la familia ante los retos a los que se enfrenta? redescubrir y revalorar la dignidad intrínseca de cada miembro de la familia. Los padres no son simplemente proveedores, ni los hijos son el resultado de una inversión educativa; cada persona tiene un valor inmutable que trasciende su utilidad. Al reafirmar y resaltar esta dignidad, fomentamos un sentido de pertenencia en cada miembro, lo cual se traduce en compromisos más sólidos y en un respeto por la autoridad y los valores compartidos. Esto contribuye a las formación de individuos comprometidos con el bien común y dispuestos a integrarse favorablemente en otros espacios de la sociedad.
Cuando las familias asumen estos valores, no solo se fortalecen internamente, sino que también se convierten en un modelo de solidaridad para la sociedad. El compromiso y la renuncia, al cultivarse en el seno familiar, permiten afrontar la fragilidad de las relaciones humanas y contribuyen a la estabilidad emocional de sus miembros.
El cultivo de una vida familiar en la que lo esencial no sea la acumulación de objetos, sino el fortalecimiento de los lazos afectivos y la transmisión de valores. Las familias fuertes, son aquellas que valoran la calidad de las relaciones por encima de lo material, son las que tienen el potencial de construir una sociedad más segura y feliz.
La familia, lejos de pensar que es una institución en declive, sigue siendo el espacio fundamental para el desarrollo integral del ser humano. Aunque los desafíos actuales, son grandes, también ofrecen oportunidades para revalorar la dignidad humana, fomentar el compromiso y la capacidad de renuncia.
Al hacer de la familia un lugar de crecimiento personal y colectivo, no solo estaremos contribuyendo al bienestar de nuestras propias familias, sino también al de la sociedad en su conjunto. Las familias fuertes, son aquellas que cultivan el sentido de pertenencia, compromiso y respeto, que son la base de una sociedad más segura y justa.
¡Hagamos de la familia el mejor lugar para vivir!
Nota tomada del Heraldo de México