- El territorio de lo que actualmente es México ha tenido una relación milenaria con los movimientos telúricos, así era como concibían los pueblos originarios estos fenómenos
Agencias
México
Por su ubicación geográfica, lo que actualmente conocemos como México ha sido, desde hace milenios, un sitio azotado por sismos de distintas magnitudes. De hecho, algunos rasgos culturales de lo mexicano están vinculados a estos fenómenos naturales.
Para los pueblos precolombinos, quienes habitaron esta tierra siglos antes de la llegada de los europeos, también eran comunes. Tanto así, que incluso existía una deidad responsable de este tipo de movimientos de la Tierra.
Según numerosos códices, entre ellos el Vaticano-Latino y el Telleriano-Remensis, este dios tiene la forma de uno de los animales más temidos, pero también venerados, por los pueblos originarios: el jaguar.
Su presencia dual, destructora pero, al mismo tiempo, creadora de vida nueva, hace interesante la presencia de este poderoso dios, cuya residencia está bajo tierra. Su nombre es Tepeyóllotl.
El Corazón de la montaña
La traducción literal del nombre de Tepeyóllotl es “Corazón de la montaña”, y se cree que tiene que ver con el nacimiento de los movimientos telúricos al interior de la Tierra, la cual es movida por este ser supremo.
Es representado con un jaguar, animal que en numerosas tradiciones precolombinas tiene fama de místico y, al mismo tiempo, despiadado. Según los mayas, en su piel se pueden ver las estrellas del cielo, por lo que se le considera un animal nocturno.
Tepeyóllotl es, pues, un jaguar que habita en el interior de la Tierra y, de cuando en cuando, sale de su cueva para roer las entrañas de las montañas con un ruido brutal, que suele anunciar desgracias.
Según lo registrado en el Códice Telleriano-Remensis, este animal fantástico no solo habita las montañas, sino que es su corazón, por lo que su sonido es, al igual que el del caracol que anuncia la guerra, sagrado.
La leyenda de Tepeyóllotl
El nacimiento de Tepeyóllotl tiene relación con la leyenda del Quinto Sol y con una de las deidades más importantes en el panteón azteca: Tezcatlipoca, el Señor del Espejo Humeante y patrono de los brujos y la oscuridad.
Según el relato, durante el Primer Sol, hecho de tierra, vivían en el planeta gigantes malvados. Quetzalcóatl logra vencer a Tezcatlipoca, lanzándolo al mar, de donde resurge convertido en un enorme jaguar que lidera a otros felinos que acaban con los gigantes.
Tiempo después, durante el segundo sol, el del viento, Tezcatlipoca derrota a Quetzalcóatl, obligándolo a exiliarse junto a sus seguidores, de los cuales nacen las aves y otros seres alados.
Según investigadores como el arqueólogo Guilhem Olivier, la relación entre Tepeyóllotl y Tezcatlipoca está bien establecida, pues ambos son jaguares nocturnos, de alguna forma, y su aparición implica un fin de ciclo.
La voz de la Tierra
Aunque tiene un lado siniestro, el jaguar era considerado por los mexicas como un animal lleno de dignidad y de templanza. Mientras el águila comía el corazón de los sacrificados, el felino se iba por la vitalidad de la sangre.
La voz del jaguar, la cual era tomada como advertencia de peligro, es también considerada anuncio de epidemias, enfermedades, esclavitud y cambios negativos. De hecho el nombre del dios de los sismos hace referencia a los ruidos previos a un evento sísmico.
“El rugido del jaguar se compara con el de una vieja (o con su llanto), pero también con el sonido del caracol de mar que servía de trompeta y, por último, con el eco”, detalla Olivier en su texto “Tepeyóllotl. Corazón de la montaña”.
Así que ya sabes, la próxima vez que te despierte algún movimiento telúrico, la culpa es de Tepeyóllotl.
Información de El Heraldo de México.