Presentamos un fragmento de Armando Manzanero, recién publicado por la Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán, libro iconográfico que hace una aproximación a la obra y vida del artista
Agencias
El universal
POR ENRIQUE MARTÍN BRICEÑO
¿Por qué, en los medios de comunicación, se menciona casi siempre a Manzanero como “el compositor yucateco”, resaltando, antes que su nacionalidad, su patria chica? ¿Por qué, en México, nadie ignora el origen regional del artista? ¿Por qué en 2016 fue nombrado embajador de Mérida, Capital Americana de la Cultura? ¿Por qué pueden encontrarse obras de grafiteros en los que aparece el rostro del cantautor junto a símbolos del estado como el faisán, el venado y la pirámide de Kukulkán?
Manzanero es —ya se sabe— el artista nacido en Yucatán más famoso de los últimos tiempos; sin embargo, ello sólo responde parcialmente a las preguntas anteriores. Otros artistas del mismo estado mexicano han sobresalido nacional o internacionalmente, pero no necesariamente se los identifica con su terruño y ni remotamente llegarían a ser considerados emblemas de su entidad. Como muchos de estos artistas, Manzanero emigró a la Ciudad de México y también, como muchos de ellos, no continuó una tradición regional ni cultivó temas costumbristas. Antes bien, como se ha visto, Manzanero rompió con la trova yucateca representada por su padre y adoptó como modelo a creadores pertenecientes al mainstream de la música popular latinoamericana. A la pregunta sobre la influencia de la trova yucateca sobre su música, Manzanero respondió: “[la trova] es la alimentación primaria, el archivo que guardo en mi corazón, por lógica, por esos grandes poetas yucatecos como el Vate López Méndez, Chispas Padrón, Lara y Lara… Luis Rosado Vega”. No obstante, prefirió escribir sus propias letras sin sujetarse a formas literarias y no componer claves, bambucos o boleros tradicionales, géneros propios de la canción peninsular. De ésta solamente “tomo no decir ninguna palabra ofensiva en mis canciones, tomo de la trova jamás en la vida agredir a lo más exquisito que este mundo dio que es una mujer; tomo de la trova el buen gusto de no hacer cosas burdas”.
¿Por qué entonces se ha llegado a identificar a Manzanero con Yucatán? Sin duda por el orgullo con que en todo lugar, a la menor provocación, se proclamaba yucateco. A diferencia de la mayoría de los peninsulares que se mudan a la capital del país, Manzanero jamás abandonó la entonación característica de la región, uno de los elementos distintivos de la cultura yucateca. Enfrentando las burlas que en la metrópoli suelen sufrir los yucatecos por su dejo propio, Manzanero mantuvo “el golpe de voz de sus acentos” (Fernando Espejo) y lo paseó por el mundo como una bandera de su yucataneidad. Por su oído musical, era bien consciente de las distintas entonaciones regionales y habría podido deshacerse de ese acento que tal vez estorbaba su ascenso en el medio artístico. Sin embargo, no se avergonzó e hizo de él, como de su apariencia física —palpable muestra de su origen maya—, un elemento a su favor, pues lo hacía distinto y reconocible. Cuando, siendo muy joven, es presentado a un tipo alto, rubio y de ojos claros al que supone el jefe de un proyecto porque “desde Porfirio Díaz son los extranjeros los que tienen los mejores puestos en el país”, dice, en son de broma: “Claro que no me sentí discriminado, la historia me había hecho creer que también podía ser extranjero, nacido en la hermosa hermana República de Yucatán”.
Y es que, en verdad, Manzanero encarnó como pocos al yucateco orgulloso de su tierra, su historia y su cultura. La abuela maya, la musical lengua que aprendió antes que el español, la trova que su padre ejecutaba, la ciudad en que aprendió a cantar y amar, el mar y el paisaje peninsulares, la sabrosa comida regional… Todo ello, si bien no estaba presente en las letras de sus canciones, sí lo estaba en sus conciertos, en sus programas de radio y televisión, en las entrevistas que concedía y en las historias que plasmó en sus dos libros de Remembranzas. Además, el cantautor hizo parte de su imagen la filipina blanca y, sobre todo, el sombrero de jipi, prendas del traje de gala del mestizo yucateco.
Manzanero nunca dejó de viajar a su tierra. No sólo para ver a su familia. También iba para comer un buen frijol con puerco, dormir la siesta en una hamaca, salir de pesca, preparar un maakuum, departir con parientes y amigos queridos… Estas experiencias, junto con la brisa marina, una puesta de sol en la playa, el canto del chiik por la mañana o el croar de los sapos después de la lluvia, nutrían su espíritu sensible. En forma excepcional, Yucatán figura en una de sus canciones, una balada interpretada por Manoella Torres en 1972 en el Festival Internacional de la Canción de Río de Janeiro e incluida en el disco Te voy a enseñar a querer. Se llama “La tierra mía” y, por contener alusiones al flamboyán, la selva, la gaviota y el cenzontle —chiik en maya—, puede suponerse inspirada en la patria chica del autor. Además, incluye esta inusitada estrofa: “En sus calles caminan los mismos ricos, / nada más que más viejos y más ariscos. / Y sus campos los llenan los mismos pobres, / nada más que más pobres o más conformes”. Aunque podría ser aplicable a cualquier ciudad latinoamericana, muy probablemente Manzanero pensó en la “Ciudad Blanca” cuyas injusticias sufrió más de una vez en su infancia y juventud debido a su origen étnico y social.
Y precisamente Ciudad Blanca es el nombre de la comedia musical que musicalizó en 2006. Su acción transcurre en la capital yucateca, más o menos en la época en que nació el compositor, y su tema es el amor entre una joven española y un trabajador yucateco, amor vedado por la distancia social. No es exactamente la misma situación, pero el cantautor narró una anécdota que ejemplifica la discriminación de que fue objeto en su ciudad natal:
Un día (tendría yo unos 14 años) y había una niña muy bonita, Aída Peniche, que me invitó a su fiesta de cumpleaños. Yo dije qué hermoso: yo viviendo en esta colonia de los negros, de los jodidos, y ella viviendo en este lado de los blancos, ojos claros, con todo el dinero del mundo. Yo dije: “Carajo, por fin voy a saltar esa barrera en mi tierra”. Entonces mandé planchar mi única guayabera buena, lustré mis zapatos, me peiné muy bien con Glostora y llegué. Y cuando llegué había un piano. Lo que mi amiga me había invitado era para que yo tocara, para que sus invitados bailaran. Y no, no me dio pena. Ni modo. Yo me sentí invitado, buscado de “la realeza”. Entonces toqué y muy bien todo. Me invitaron a un refresco, a dos refrescos. Y cuando me fui y me quiso dar dinero, le dije: “No, es mi regalo”.
Como intérprete, Manzanero grabó canciones yucatecas con el trío Los Duendes del Mayab (1989), solía incluir trova peninsular en sus conciertos —en especial “Flor de azahar” de su padre— y varias veces fue acompañado por la Orquesta Típica Yukalpetén. De esa manera rendía tributo a la música de su tierra, a la que también promovió en sus programas de radio. Así, en 1998 realizó en Mérida varios episodios dedicados a músicos de Yucatán: los compositores Pastor Cervera, Coqui Navarro y Sergio Esquivel, y la pianista y compositora Ligia Cámara. Además, en muchas ocasiones invitó a participar con él en conciertos a músicos yucatecos: la cantante Maricarmen Pérez, el grupo Los Juglares, el pianista Juan Palacios, el percusionista Julián López…
Es especial la relación del cantautor con la agrupación musical de la que su padre fue fundador. En 1992 fue productor del disco del quincuagésimo aniversario de la Típica Yukalpetén, una grabación en la que hubo de reforzar al conjunto —que no estaba en su mejor momento— prácticamente con otra orquesta. En 2007 cantó acompañado de la Típica, bajo la dirección de Pedro Carlos Herrera, en la presentación de Chichén Itzá como Maravilla del Mundo Moderno. En 2010 fue de nuevo acompañado por la orquesta en el concierto que dio en el Zócalo capitalino por el bicentenario de la Independencia. Y en 2018 cantó con la agrupación en la inauguración del Centro Nacional de la Música Mexicana-Palacio de la Música, en Mérida, y en el concierto que se organizó en Chichén Itzá por sus setenta años de carrera con la participación de Paquito D’Rivera, Tania Libertad, Alex Lora, Eros Ramazzotti, Carlos Rivera, Aranza, María Medina, Gaby Moreno y Juan Pablo Manzanero.
Además, escribió canciones con versos de Luis Pérez Sabido, poeta, promotor cultural y estudioso de la música regional, y de José Antonio Ceballos, su médico y amigo. Al primero le musicalizó dos sonetos: “Yo sé que volverás” (1993) —hit en la voz de Luis Miguel— y “Todo termina” (2008). Con el segundo, Manzanero hizo todo un disco, titulado Manzanero con Ceballos: tengo permiso (2017), en el que participaron varios cantantes. La grabación realizada por Manzanero de “Todo termina” —inédita— muestra al bolerista excepcional con influencia de Bola de Nieve y confirma el oficio y la sensibilidad poética del músico. Estas cualidades también se aprecian en Tengo permiso, donde el compositor canta el bolero “A otra parte” y “Sin noticias”.
Manzanero fue objeto de muchos homenajes en su terruño. Recibió las distinciones más altas que otorgan el gobierno de Yucatán y el ayuntamiento de Mérida; su busto en bronce se colocó en el parque de Santa Lucía junto a los de los más famosos compositores del estado; el Museo de la Canción Yucateca le dedicó toda una sala, y en 2010 el Teatro Mérida fue rebautizado con su nombre. En 2018 se montó su holograma en el museo interactivo del Palacio de la Música y en 2020 abrió sus puertas el Museo Casa Manzanero en una plaza turística situada sobre la muy transitada calle 60.
Pero, sin duda, el mejor homenaje para el compositor es el cariño que el público de su tierra profesa por él. Su imagen, inmortalizada en fotos, murales y esculturas, desde hace tiempo es conocida hasta el último rincón del estado y es ya parte de la iconografía de la región. Varias generaciones de yucatecos han crecido escuchando sus canciones y sintiéndose orgullosas de que el autor de “Somos novios” y “Esta tarde vi llover” sea su coterráneo y represente a Yucatán en el mundo. Su imagen y su música han sido usadas para promover a la entidad y sus productos (en 1980 la Cervecería Yucateca le encargó un spot memorable). Su designación como embajador cultural de Mérida en 2016 motivó estas líneas de Elena Poniatowska:
Sentado al piano, canta y ha beneficiado a todo Yucatán. Es uno de los seres fantásticos que favorece a su península al construirle un altar de canciones que bien podrían titularse “la casa del alux”. Vuela al mundo entero y cosecha para México aplausos que son una milpa, un cenote, un Paseo Montejo, una larga hilera de henequenes, un terno blanco recién planchado con almidón, un agua de horchata que limpia el alma.
La recta final
Hiperactivo, madrugador, ordenado, puntualísimo, tan amante de su trabajo como de los placeres de la mesa, entre 2010 y 2020 Manzanero no dejó un solo día de crear y trabajar como lo había hecho desde que decidió casarse con la música. Sus obligaciones como presidente de la SACM, su labor como productor y director musical, y sus programas de radio y televisión no impidieron que siguiera creando canciones, grabando y dando conciertos en México y otros países.
Con el entusiasmo de siempre, prosiguió su colaboración con intérpretes españoles: grabó “Lo haría” con Enrique Heredia “Negri” (en Mano a mano: a Manzanero, 2012), “Quiero que tu boca se desnude” con Café Quijano (en Orígenes: el bolero, 2012) y “Esta tarde vi llover” con María Dolores Pradera (en Gracias a vosotros, vol. 2, 2013). En su homenaje, Alejandro Sanz grabó con Tony Bennett “Esta tarde vi llover” en versión bilingüe (2011) y Negri produjo Mano a mano: a Manzanero, con el concurso de una pléyade de cantantes hispanos: Miguel Poveda, Farruquito, Niño Josele, Dani Martín, Coque Malla, Jerry González, Estrella Morente, Isaac Delgado, Raimundo Amador, Zenet, Bebe, El Langui, Triana Heredia, Jorge Pardo, Josemi Carmona, Sole Giménez, Moncho y La Barbería del Sur. Para este álbum, Manzanero aportó seis nuevos temas, entre ellos “Estás aquí”.
En México, el productor-compositor se prodigó en varios discos, en todos los cuales cantó a dúo con los intérpretes, incluyó temas nuevos y, en algunos, sus apreciadas “joyas de la familia”: Tal como quedamos del yucateco Eduardo Vázquez (2016), Armando Manzanero presenta a Alvera en Aquí (2016), Manzanero presenta a Fabiola Finkmann: punto de partida (2016), Manzanero con Ceballos (2017), La magia de tu amor (2017) de Fernando de la Mora, #Manzanero (2017) de Berenice Girón, Armando Manzanero presenta Feria de amor (2019) de Miriam Solís, Dinastía (2019) de Daniel Riolobos III y Sólo Manzanero (2019) de Aranza. Algunos de sus títulos nuevos: “Tal como quedamos”, “Cuando tú te quedaste a dormir”, “Cómo le haces”, “Tú”, “Mi Navidad”, “La magia de tu amor”, “Mi sueño rescatado”, “Cuando aprenda a llorar”, “Tendrías que estar en mí” y “Detrás de mi puerta”. Entre las producciones mencionadas, destaca el álbum del tenor Fernando de la Mora, derivado de una serie de conciertos.
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