Ciudad de México. Como un cuentista admirable, cuya obra corta es una "lección maestra de construcción", como un ensayista notable y erudito "que entendía el ensayo como una forma de pensar"; como un gran cervantista; un viajero y lector apasionado, un gran escritor y gran amigo, definieron a Ignacio Padilla en el homenaje luctuoso que le rindió la Académica Mexicana de la Lengua, de la que era miembro.
Ayer jueves por la noche, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, compañeros de la Academia, amigos y lectores le rindieron un homenaje al escritor, novelista y cuentista a un año de su partida.
Jesús Silva-Herzog reconoció la gran obra ensayística del escritor. "No es escasa la proporción ensayística, más de una decena de libros dispersan sus reflexiones; en ese estante destacan desde luego sus ensayos cervantinos: Los demonios de cervantes, El diablo y Cervantes, Cervantes y Compañía. Una trilogía que ocupa con tanta soltura como erudición los vastos territorios de la literatura".
El catedrático y columnista celebró la gran capacidad del autor para abordar diversos temas y enfoques, refiriéndose en específico a uno de sus últimos ensayos, La industria del fin del mundo, que "como en todas sus meditaciones zurció… enfoques como la teología y el cine, la mercadotecnia y la sociología, la literatura, la política y el entrenamiento, tejidos orgánicamente. Nacho entendía el ensayo como una forma de pensar", comentó Herzog.
La escritora Rosa Beltrán comentó que "la obra de Nacho Padilla, en especial su obra cuentística, es una lección maestra de construcción por el uso de las estructuras, tan extraordinario; es también una lección de cómo y cuantas variantes del español pueden caber en un texto…esto y sus ensayos lo convierten en uno de los mejores cervantistas".
Beltrán también recordó a Padilla como un compañero y amigo excepcional, siempre participativo cuando ambos fueron becarios del FONCA, "Nacho era el más devoto, tenía devoción a García Márquez, a las estructuras complejas, a escribir pronto y mucho, a madrugar, era devoto católico también", recordó Beltrán.
Por su parte Silvia Molina narró la pasión con la que escribía y vivía Ignacio Padilla. "Para él, viajar y escribir eran lo mismo. Había viajado él, y con los libros quería viajar para escribir con el pretexto de estudiar".
También reconoció la importancia de Padilla en el movimiento literario del Crack, "sin embargo, más que otra cosa, creo que el Crack fue un grupo de amigos", detalló la escritora, quien retomó las palabras de Jorge Volpi para decir que "el Crack terminó con la muerte de Padilla".
Al homenaje también asistieron Carmen Suárez, madre del escritor acompañada por su esposo y familia, quien se dio tiempo de conversar con algunos amigos de Nacho, entre ellos los escritores Vicente Quirarte, Margo Glantz y Felipe Garrido, entre otros.
Fuente: El Universal