Antes de comenzar su discurso, Villoro ocupó su lugar entre aplausos junto a sus amigos y la comunidad intelectual que lo acompañó la noche de ayer. Pero hubo un detalle que lo inquietó y tuvo que sopesarlo en silencio: la silla vacía a su lado izquierdo donde debía estar su padre, el filósofo Luis Villoro, quien llegó al final del acto protocolario.
Con la sonrisa de un niño, Juan Villoro subió al escenario, tomó el micrófono como si fuera un dulce y, entre más aplausos, agradeció la distinción de convertirse en miembro de dicha institución. Entonces clavó la mirada en Manuel Peimbert, presidente en turno del Colegio y le dijo: “Espero honrar la elevada responsabilidad que me confieren”.
Luego recordó que este acto sería presidido por José Emilio Pacheco. “Imaginarán ustedes la ilusión que me hacía contar con su presencia, la cual ha puesto a prueba nuestro ánimo y nos ha obligado a recordar que la literatura es la más asombrosa manera de conversar con los difuntos”.
El título de su discurso fue Históricas pequeñeces. Vertientes narrativas en Ramón López Velarde: un clásico revisitado, donde recordó que la inmortalidad le llegó al poeta aquel 15 de junio de 1921, luego que José Vasconcelos editara 60 mil ejemplares de la revista El maestro, donde aparecía La suave patria y de que el presidente Álvaro Obregón decretara tres días de luto cívico.
Poco después perfiló al poeta que creía en una democracia sin adjetivos, que apoyó a Madero pero repudió la violencia, lanzó dardos contra Zapata y luego de que en junio de 1914 una división villista asesinara a su tío Inocencio López Velarde, reforzó su rechazo a la lucha armada. Sin embargo, fue un personaje central del relato de la modernidad mexicana.
Después entró en materia y dijo que tanto Jorge Luis Borges como Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo lo admiraron, e incluso Samuel Beckett lo tradujo. “Pero sigue siendo un autor que se conoce muy poco fuera del país… y la mejor semblanza que le ha dedicado un escritor extranjero fue Pablo Neruda, la cual por cierto es ficticia”.
En su opinión, la gran narrativa del siglo XX fue una intensa aventura poética que llevó los nombres de Faulkner, Thomas Mann, Proust, Joyce, Onetti, Ramón del Valle Inclán, Navokov y Juan Rulfo.
Pero… ¿existe una línea de fuerza entre López Velarde y Joyce o se confunde el efecto con el efectismo?, se cuestionó con una media sonrisa.