El reconocido escritor Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1958) estuvo en México la semana pasada para promocionar su más reciente libro, Tres novelas exóticas (Alfaguara, 2016), conformado por Lo que soñó Sebastián (1994), La orilla africana (1999) y El tren a Travancore —Cartas Indias— (2002). Cultivador del cuento y la novela breve, ha dado a conocer varias fabulas narrativas consideradas de culto dentro de la literatura hispanoamericana: Cárcel de árboles (1991), El cojo bueno (1995), Piedras encantadas (2001), Caballeriza (2006), El material humano (2009) y Los sordos (2012) —Premio Siglo XXI a la Mejor Novela Extranjera 2013 otorgado por la Asociación China de Literatura—, entre otras, han sido recibidas con entusiasmo por la crítica especializada y los lectores.
¿Por qué decidió juntar estas tres novelas breves en un solo volumen bajo titulo tan sugerente: Tres novelas exóticas? Como suscribo en la introducción, creo que la literatura guatemalteca es exótica en su concepción: geografías exuberantes, la selva, situaciones violentas, desamparo acuciante... No es que seamos extraños, sino que estamos marcados por el sortilegio de lo insólito.
Se perciben en su escritura reflujos de la trama detectivesca y del enigma. ¿Por qué la reiteración de ese recurso? Voy siempre en busca de la trama, no sé qué va a pasar con mis personajes. Escarbo mientras escribo. No sé más que el lector. Me refugio en la ambigüedad: me atrevo a decir que ésa es mi técnica. No pretendo explicar nada, sino explicarme algo.
¿Hasta dónde la influencia de Bowles, y hasta qué punto la presencia de Borges y Conrad? Son tres escritores determinantes. De Bowles me interesan factores estilísticos. Nadie puede soslayar a Borges. A Conrad me unen muchas cosas: intento como él no alejarme de la marea de la historia que pretendo contar. Me creo cercano a algunas situaciones de Bioy Casares.
Se dice que su escritura es hermética, inquietante. ¿Apela a lo simbólico o a la experiencia vital? No dudo de mi hermetismo. Mis personajes sobreviven en espacios hostiles trazados en circunstancia de una desbordada violencia interior. Mis historias han brotado de situaciones reales. Lo simbólico está configurado en las exigencias que la imaginación impone.