· El autor, junto con Rafael Antúnez, presentaron la más reciente publicación del poeta y músico: La seña del quieto
El Ágora de la Ciudad del Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC) celebró el primer aniversario del ciclo “Palabra de autor”, y para hacerlo presentó La seña del quieto, la más reciente obra del poeta, músico y maestro de la Universidad Veracruzana, Diego Salas, quien fue acompañado por el escritor Rafael Antúnez.
Con la sala llena, Rafael Antúnez admitió sorprenderse por la gran cantidad de asistentes, y más cuando se pregona que nadie lee y que los libros en México, y sobre todo de poesía, no son leídos por ninguna persona. En ese sentido, para él, el poeta contemporáneo ya no es Homero, quien canta las hazañas de un pueblo. Ahora el poeta lo mismo canta y cuenta no lo que las historias de un pueblo, sino lo que le pasa a cada hombre. Por eso mismo destacó la labor de Diego Salas de escribir poesía en prosa, y no en verso.
Para Diego Salas el tema de la poesía es editorial, ese gran miedo de que nadie te lea ni te compre. Respecto a la forma, pensó que mucho se debió en origen a Mallarmé o Valery, quienes buscaban una poesía más oscura, más elitista. En su caso, pensó en la idea de hacer un poema contrario a eso, con un trasfondo narrativo sin ser narración. Con ello, pensó cómo hacer poesía sin verso, por lo que buscó la musicalidad de la escritura. Así fue como salió el material, además de nacer en Facebook, lo cual lo convierte en algo “posmo”.
La cuestión temática del libro se acerca y asienta en la ciudad, dijo Víctor Hugo Vásquez, director del Ágora de la Ciudad y quien estuvo presente en la conversación. Para Diego Salas, la ciudad es su obsesión, tanto que se ve viviendo en un departamento dentro de 30 años en lugar de buscar un refugio en algún bosque o en el campo. Por eso mismo, sus poemas tienen la gran carga de la ciudad, porque es algo que no se puede desvincular de él.
Para Rafael Antúnez, la cuestión de la ciudad y Facebook tiene sus asegunes. En Facebook, mucho de lo que se encuentra es contenido en realidad bastante común. Y el ámbito admite otros ámbitos que a veces salen de lo ciudadano. Pero en el libro, la apuesta temática y formal se unen, en una actualización de los mitos, con la ciudad como la libre que corre y el poeta como la tortuga que observa el avanzar de la otra. Es una actitud del poeta, pues para él, desde el pasado, todo se ve mejor.
En el transcurso de la plática, algo que resalta en los textos es la musicalidad que, sin ser verso, logra cada poema. Diego Salas admitió que mucho de lo que lee, lo hace en voz alta, porque busca la musicalidad, la naturalidad del sonido en la lectura. Así, al escribir cada texto, la respiración le ayuda para guiar el ritmo. Es una práctica que el tiempo le ha ayudado a definir y mantener.
Entre los rasgos que también definen la obra de Salas, y que tanto Antúnez como el autor notaron y admitieron, está el cine y sobre todo, el jazz, el cual practica y enseña el joven escritor. Esto permitió que el poemario pudiera abarcar varios temas en forma de variaciones sin que se perdiera el eje temático principal, sin sacrificar la calidad de ningún texto y dándole una coherencia que creó un gran libro.