CIUDAD DE MÉXICO.- Incluso el lector que dedique todas sus energías a leer —de haberlo—, se verá superado por la cantidad de libros que se publica en un año. ¡¿Un año?! ¡Un mes! Imposible abarcarlo todo. Más aún cuando se descubre el placer de la relectura. Volver a ese párrafo que nos dejó meditando y, acaso, nos habría detonado un cambio de perspectiva. Virtud exclusiva del arte genuino, según explican algunos. Diciembre tiene el honor (triste, paradójico, siniestro) de fungir como corte de caja. El desfile de libros sale a la pasarela y lo mismo críticos que editores, periodistas y promotores culturales, hacen sus apuestas respecto de aquellos títulos que, les parece, deben compartirse. Por suerte no hay consenso y cada lista trae aparejada una sorpresa. Las más tristes se limitan a ser un censo de lo publicado por los amigos, sin más búsqueda que lo que puede proveer una charla cantinera dedicada a escaramuzas de bajo pelo. No es difícil rastrear, por otra parte, de qué modo se trenzan las cuerdas de ciertos nudos.
La generosidad del libro implica que lo que unos desprecian, a otros les funciona en el momento indicado. No obstante el uso reiterado de calificativos fuera de foco (bueno/malo —mejor/peor—recomendable/inocuo), es posible fundar una conversación en las inmediaciones. El libro es una invitación al descubrimiento y no sólo otro producto del mercado, como parece después de cualquier visita a una feria libresca.
Los extremos no abandonan su forma de simplificación, además de un vaciado de argumentos que no escuchan posiciones laterales. La fuerza mediática de ciertas editoriales intentan homologar una forma de lectura, si bien es posible reafirmar el gusto y darle otro uso al tiempo, que nunca sobra. Reúno diez títulos que bien podrían esperar en el estante a un mejor momento, si es que alguien los tiene pendientes, o los recibió como obsequio en estas fechas.