CIUDAD DE MÉXICO, 12 de diciembre.- El rescate del Centro Histórico de la Ciudad de México “va bien, pero ¡cuidado!, puede salirse de las manos”, señala Carlos Flores Marini. El arquitecto piensa que si no se controlan problemas como el ambulantaje móvil o se extienden los beneficios del rescate hacia zonas “más habitables” como la zona oriente –de Correo Mayor a Anillo de Circunvalación– o el área de Tepito, el éxito podría convertirse en fracaso.
El arquitecto tiene autoridad para lanzar la alerta, este año está cumpliendo medio siglo de trabajar en la defensa del patrimonio monumental mexicano y es uno de los fundadores e impulsores de una gran cantidad de organismos e instituciones dedicadas a la protección del patrimonio en México y América Latina; el sábado, el Comité Nacional Mexicano del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) le otorgará el Premio Federico Sescosse Lejeune 2014 por su trayectoria.
“Evidentemente, dice, ha habido grandes logros en la parte fácil que es el aspecto financiero, entre el Zócalo y la Alameda, ha habido grandes restauraciones pero nos falta contener lo que es la parte más habitable, hay que entrarle con un programa integral. Va bien, estoy seguro que si se mantiene una oficina del Centro Histórico, si existe coordinación con las actividades culturales, con el INAH, el INBA, vamos a salvar el centro, hay que seguir trabajando nada más”.
Si existe una persona que merece ser reconocida por su trabajo en la defensa del patrimonio monumental, ese es Flores Marini. Otros ya partieron. Hace medio siglo, recuerda el arquitecto, fundó junto con Eusebio Dávalos Hurtado, Francisco de la Maza, Ignacio Bernal y José Villagrán –todos ya fallecidos– el organismo que ahora le reconoce. Pero eran también otros tiempos.
“Hace 50 años no existía ni el término Centro Histórico, nosotros vivíamos en el centro, yo viví 30 años en una vecindad de la colonia Guerrero y con (Carlos) Monsiváis decíamos: ¿cuál Centro Histórico?, para nosotros era el centro de la ciudad, ahí vivíamos, estaba la Prepa, las escuelas universitarias. Costó mucho trabajo para que se delimitara”, dice.
La idea fue de José Iturriaga (1914-2011). “Él era amigo personal del Presidente, insistió mucho en que había que delimitar un área, Adolfo López Mateos nunca se atrevió porque decía que ahí estaban los tres poderes de México: el económico, el poder civil y el político, y que si tu delimitabas esa área se creaba un Vaticano superlativo”.
Flores Marini se formó al mismo estilo de esos viejos defensores del patrimonio: enérgicos y conscientes de la relevancia de preservar un lugar en sus condiciones originales. “Hoy hemos olvidado que el patrimonio es el pasado y que tiene muchas raíces, pero que tiene una cosa que es fundamental y que es el patrimonio material. No es otra cosa que la casa donde nacimos, el barrio donde nos criamos, la plaza donde estuviste”.
Hace medio siglo cuando participó en la creación de la sección mexicana de ICOMOS regresaba de Italia, donde firmó por parte de México la Carta de Venecia. El arquitecto formó parte del Comité de redacción de la también llamada Carta Internacional para la Conservación y Restauración de Monumentos y Sitios, el documento en el que se establecieron los principios comunes que deben presidir la conservación y la restauración de toda obra monumental.
De esa reunión, celebrada en 1964, se desprendió la idea de fundar organismos de ICOMOS en cada país miembro, un organismo propio para cada nación que se encargara de la defensa de los monumentos y sitios, que no fuera de carácter gubernamental pero trabajara de la mano de los gobiernos. Entonces ya existía protección en México (la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos había sido aprobada en 1934) pero las condiciones eran diferentes.
El arquitecto recuerda que no existían organismos como los Centros INAH que hoy hay en todo el país. “Había un artilugio muy práctico, para poder parar una obra en otro estado, pues no había delegaciones como ahora, le hablabas a la Federal de Hacienda y con un artilugio legal te paraba la obra en cinco minutos, llegaba y te sellaba”.
Cambiar las estructuras
Carlos Flores Marini opina que la protección del patrimonio cultural mexicano ya no puede seguir funcionando como lo ha hecho hasta ahora: “hay una indiferencia total de la autoridad para salvar el patrimonio monumental del siglo XX, nuestros hijos van a conocerlo sólo en los libros, estamos peor que como estábamos en el 34. El destrozo hormiga del siglo XX es monumental, como política cultural la defensa del patrimonio monumental del siglo XX no existe”.
El arquitecto afirma que “hay que cambiar las estructuras, no podemos tener una protección del patrimonio monumental como el que tenemos ahora en donde el patrimonio arqueológico se acaba exactamente el 21 de agosto de 1521 cuando cae la Ciudad de México, más absurdo es el virreinal que se termina el 21 de septiembre de 1821 y el moderno se acaba cuando acaba el gobierno de Porfirio Díaz”. El problema radica en que existe un vacío legal en el que todo lo construido después no tiene protección.
“No hemos podido hacer ni el catálogo porque el Instituto Nacional de Bellas Artes no tiene dinero para hacerlo, le hemos ofrecido el apoyo de la Federación Nacional del Colegio de Arquitectos, somos 78 mil arquitectos en 108 ciudades, y no tienen dinero”, dice. La sorpresa del arquitecto es aún mayor cuando habla de los casos en los que el patrimonio monumental ha resultado afectado.
En el caso de la construcción que se levantó sobre el Portal de los Evangelistas de la Plaza de Santo Domingo recuerda que el propio Francisco de la Maza luchó hace medio siglo para derribar el tercer piso que ya existía ahí. “Se lo quitaron con toda la autoridad, es inexplicable cómo ahora que tenemos una Autoridad del Centro Histórico (a cargo de Alejandra Moreno Toscano) dedicada expresamente a defender el Centro Histórico, no se da cuenta de lo que está pasando a 20 metros, es inaudito”.
La historia se repite respecto a El Caballito, que resultó dañado luego de una frustrada restauración autorizada por el mismo gobierno capitalino. “No quisiera juzgarlo pero la Coordinación de Monumentos Históricos del INAH está en Correo Mayor, ¿cuánto hay desde ahí?, dos cuadras. Lo de El Caballito es realmente ridículo, nuestra máxima estatua ecuestre y una de las mejores tres del mundo, ¿a quién se le ocurre dar un permiso sin consultar a los técnicos? Uno de los mayores especialistas de metales del mundo es mexicano, Luis Torres, le llaman de todo el mundo para trabajos similares, lo tienes en la puerta de tu casa y no lo consultas, es ridículo”.
¿Dónde y cuándo?
El Premio Federico Sescosse Lejeune 2014, que también han recibido personalidades como Miguel León-Portilla y Francisco Toledo, se entregará mañana, a las 19 horas en la sede del ICOMOS Mexicano, que se ubica en Monterrey 206, col. Roma Sur.