CIUDAD DE MÉXICO, 11 de noviembre.- El escritor Enrique Krauze trazó una reflexión sobre la historia de la legitimidad en México. Recordó las ideas del sociólogo alemán Max Weber y habló sobre las tres formas de legitimidad de un gobierno: la carismática, la monárquica y la institucional. Esto, durante la primera mesa del foro Comunidad, cultura y paz, realizado en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
La mesa, en la que además participaron el también historiador Adolfo Gilly y el poeta y activista social Javier Sicilia, fue una forma de darle oportunidad a la palabra. “Puede decirse que hasta hace poco México osciló entre el caudillismo y el tradicionalismo”, explicó Krauze, quien refirió que la antigua legitimidad se rompió en 1968, para luego manifestarse a favor de que se forme una comisión de la verdad para esclarecer los hechos de Ayotzinapa.
“Como una vía de legitimación me adhiero a la propuesta de Adolfo Gilly: se tiene que crear una comisión de la verdad, una comisión cívica de derechos humanos con personas especializadas e irreprochables, nacionales e internacionales, para que si la procuraduría no lo hace, esta comisión interrogue absolutamente a todos los que se debe interrogar. Estamos en un momento crucial”, añadió.
Krauze citó a Weber, quien decía que, para que un Estado u organización política sean legítimos, existen tres variantes en la historia: el poder carismático, la monarquía tradicional y la legitimidad legal o moderna.
“El poder centrado en una persona es, digamos, el que tuvieron personajes como Mussolini o Hitler en el siglo XX o como Juan Domingo Perón”, explicó.
La otra forma de legitimidad es la monarquía tradicional, cuyos ejemplos encontramos en la francesa, española e inglesa, que no está basada en el carisma de un rey. “Y la tercera es la legitimidad legal o moderna del Estado a partir del voto”, dijo.
México tuvo una legitimidad tradicional durante tres siglos, es decir, fue un país gobernado por una monarquía, fue un reino del imperio de la monarquía y de la corona española.
Después estalló la guerra de Independencia y aparecieron muchos caudillos, como Hidalgo. Luego llegó Santa Anna, quien también fue otro hombre carismático. Incluso, Benito Juárez y Porfirio Díaz fueron dos caudillos cívicos, apuntó.
Luego vino el dominio de ese gran caudillo llamado Porfirio Díaz, terminó en una Revolución, que también produjo nuevos caudillos, como Emiliano Zapata, Pancho Villa, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza. Y fue hasta que asesinaron a Obregón, en 1928, que Plutarco Elías Calles dijo: “Se acabó la era de los caudillos y empieza la época de las instituciones.”
Pero lo que quiso decir fue: comienza la era del Partido Revolucionario Institucional (PRI), una institución tipo monárquica. La historia de México, hasta hace muy poco tiempo, osciló entre el caudillismo y la tradición monárquica, pero no la democracia ni la legalidad.
“La historia también dice que el PRI gobernó varias décadas, pero no era democrático, pues aunque había elecciones todos sabíamos que éstas eran preparadas y llenas de alquimia.”
Nuestra historia estuvo marcada por tres siglos de monarquía tradicional. Y llegamos al presente, donde estamos viviendo una crisis de legitimidad, pues ahora ya no basta con tener la mayoría, sino que los gobiernos deben convencer día a día al ciudadano de que se ejerce el poder legítimamente.
Ahora tenemos muy presente que lo pasó en Tlatelolco y lo que ha pasado en Ayotzinapa –aunque en un nivel local y estatal–, es una infamia de la misma dimensión y pasará a la historia mexicana de la infamia junto con Tlatelolco. Es un Tlatelolco en Guerrero, concluyó.