CIUDAD DE MÉXICO, 14 de octubre.- Hace 80 años Fernando Wagner puso los cimientos de la carrera de Literatura Dramática y Teatro en la UNAM. El maestro Wagner, luego de estudiar Ciencias Teatrales en Berlín, donde tomó clases con Leopold Jessner y tuvo cercanía con Max Reinhardt, vino a México y en 1934 logró establecer la materia de Práctica Teatral como asignatura optativa dentro de la entonces Facultad de Letras y Bellas Artes, de la que era secretario don Artemio de Valle Arizpe. El nuevo curso dio lugar, entre otras puestas en escena, a Las preciosas ridículas, de Moliére, y Peribáñez y el comendador de Ocaña, de Lope de Vega, que fueron estrenadas en el Palacio de Bellas Artes.
Un siguiente paso fundamental para la fundación de la carrera fue la integración de Rodolfo Usigli y Enrique Ruelas al proyecto de la enseñanza teatral en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM. Discípulos de la cátedra de Teoría y Composición Dramática que abrió Rodolfo Usigli en 1937, fueron Luisa Josefina Hernández, Emilio Carballido, Sergio Magaña y Jorge Ibargüengoitia.
Por la carrera de teatro dentro de la FFyL han pasado como maestros y alumnos (o ambos) Francisco Monterde, Carlos Solórzano, Antonio López Mancera, Nancy Cárdenas, José Luis Ibáñez, Alejandro Luna, Ludwik Margules, Héctor Mendoza, Héctor Azar, Juan José Gurrola, Miguel Sabido, Germán Castillo, Josefina Brun, Soledad Ruiz, Luis de Tavira, Gabriel Weiss, Julio Castillo, Néstor López Aldeco, Aimé Wagner, Armando Partida, Óscar Liera, Manuel Capetillo, Zaide Silvia Gutiérrez, Ignacio Escárcega, Alejandro Ortiz Bullé-Goyri, Ricardo García Arteaga, Jaime Chabaud, Edgar Chías, Mónica Raya, Haydé Boetto, Alberto Villarreal, Carlos Corona y Richard Viqueira. En cuanto a mi generación están Luis Mario Moncada, Raquel Araujo, Rocío Carrillo, Gonzalo Valdés Medellín y Luis Miguel Lombana. Sobresalen entre los más jóvenes David Gaitán y Diego Álvarez Robledo.
Para festejar estos 80 años de enseñanza teatral, y 25 de que se le dio a la carrera el rango de Colegio de Literatura Dramática y Teatro, la UNAM ha planeado una serie de actividades, entre las que destaca la ceremonia del 9 de octubre pasado en el Aula Magna de la FFyL, a la que asistieron cientos de estudiantes que desbordaron el recinto y fueron acomodados en espacios contiguos, donde siguieron el acto a través de pantallas electrónicas, entre exclamaciones y aplausos.
La fiesta comenzó con la proyección de un documental con la historia sucinta de los estudios de teatro en la FFyL. Siguió una breve escenificación, coordinada por Óscar Armando García Gutiérrez, con los alumnos del grupo de Expresión Verbal y Corporal, a cargo de Carmen Mastache.
Como parte de la recreación de lo que podría haber sido un ensayo en 1935 de Peribáñez y el comendador de Ocaña, bajo la dirección de Wagner, con sus alumnos de entonces, entre otros Carmen Toscano, Rodolfo Echeverría y Rafael Solana, se invitó al maestro José Luis Ibáñez a leer un fragmento del mencionado texto, lo que mereció una ovación. Siguieron los discursos de la Dra. Gloria Villegas, directora de la Facultad de Filosofía y Letras, Miguel Sabido y el Dr. Óscar Armando García. El acontecimiento culminó con la participación del coro del Colegio, un estruendoso goya originado desde el público y la repartición de un enorme pastel.
Días antes de esta ceremonia entrevisté al Dr. Óscar Armando García Gutiérrez, quien asumió el cargo de Coordinador del Colegio de Literatura Dramática y Teatro en diciembre de 2013. El Dr. García Gutiérrez egresó de la Licenciatura en Literatura Dramática y Teatro de la UNAM en 1981. En la misma universidad obtuvo el grado de Doctor en Historia del Arte y cuenta, además, con el título de Maestría en Historia por la Universidad Católica de Lovaina. Su labor docente suma tres décadas.
Sobre su experiencia durante la licenciatura y su valoración del plan de estudios de ese entonces, afirmó: “Nos daban generalidades que constituían una valiosa guía para desarrollarnos. Me tocó el último semestre de Teatro Japonés con Kasuya Sakai, el seminario que daba Óscar Zorrilla, donde conocimos las teorías de Schechner. ¡Estamos hablando de 1978! Daban clases Carlos Solórzano, José Luis Ibáñez, Luisa Josefina Hernández, María Gustava Sten, por mencionar algunos. No había engaño, te daban lo básico y si querías ser actor, te decían: ‘Vete al CUT, ésa es su especialidad. Si quieren ser dramaturgos o investigadores, están en el lugar correcto’”.
¿Cómo evaluaría el plan de estudios de 2009?
Repelé del plan del 85, porque canceló las optativas y tuve críticas en su momento al de 2009. He comprendido que se trata de adaptaciones necesarias. La carrera ha ido a la par de lo experimentado en el teatro universitario. Este último plan abre más el perfil, porque el teatro universitario sigue siendo un modelo.
¿Qué piensa que debe enseñarse sin falta a los hacedores del teatro?
Hay que retomar una situación histórica del actor y en general de quienes hacen teatro, que es saber cuál es su público. Si tú no les enseñas a los chavos que enfrente de ellos tienen a un público, están perdidos. Es lo que nos identifica como teatro y lo que dejamos de ser cuando el público se aleja. Debemos estar muy informados de lo que pasa afuera.
¿Cuál es la función del teatro?
Es la convocatoria a un evento vivencial. Me haces recordar lo que un día, después de una función de Hedda Gabler, de Ibsen, dirigida por Emilio Méndez, donde yo hacía el papel del Dr. Tessman, me dijo un espectador: “Lo quiero felicitar, porque vengo al teatro a escuchar verdades que están ausentes en la prensa, la televisión, en los debates del Congreso y en la vida cotidiana. El teatro tiene esa posibilidad de ofrecernos verdades.
¿Qué planes tiene para el Colegio?
Lo que ha ofrecido siempre el Colegio es que se estudia el teatro, más que estudiarse teatro, lo que implica que se reflexiona sobre el mismo. Se aprende su historia, a teorizar a partir de la práctica, porque no se puede conocer o investigar el teatro si no se practica. Nuestros grandes maestros de la Facultad nos han enseñado la teoría a través de la práctica. Eso hay que enfatizarlo. Los maestros deben, en la medida de lo posible, estar activos en el ejercicio teatral. Quiero proyectar al Colegio, que se conozca mejor su historia, sus talentos. Me he propuesto como una meta la dignificación de los espacios. Vamos a tener un nuevo teatro para el Colegio, que gestionó mi antecesor, Lech Hellwig-Górzynski, que me he empeñado en que se concrete. Me interesa mucho apoyar la línea de teatrología, que permita a los egresados integrarse en una propuesta creativa desde el principio del proceso y aportar elementos teóricos que un escenógrafo, un actor, otros participantes no tienen el tiempo de investigar. Me propongo dar todo el apoyo para los intercambios con otras universidades, que vengan alumnos de Colombia, Brasil, Argentina, Estados Unidos y otras partes del mundo y que los alumnos del Colegio salgan. Esto ya está sucediendo y hay que continuar. Hemos superado una absurda rivalidad que hubo durante décadas entre escuelas de teatro dentro y fuera de la UNAM. Participamos activamente en el Festival de Teatro Universitario, en el Proyecto Incubadoras, con la dirección de Teatro UNAM y el CUT. Existe la necesidad de integrarnos con la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT) y los proyectos del Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli (CITRU) del INBA, así como con instituciones hermanas como el CADAC. La Facultad es la única de las escuelas superiores de teatro en el país que tiene la línea de dirección escénica. Estoy peleando para que se reinstale el posgrado en teatro. Somos la única carrera de la facultad que no tiene un posgrado. Desde 1945 lo teníamos y de un plumazo desapareció. Las licenciaturas en la UNAM comenzaron en 1972. Hay que recordar que antes de ese año estaba el bachillerato y de ahí pasabas directamente a la maestría. Nuestros estudios iniciaron apegados a Letras. Nos independizamos para convertirnos en una figura de posgrado en Arte Dramático. Cuando se instituyó la licenciatura en 72, pronto se aplicó una tabula rasa para ver qué posgrados se quedaban. Parece que Arte Dramático no contaba con suficientes alumnos y ahí nos abandonaron. Pero esto ya lo expuse a las autoridades, porque ahora el Colegio tiene 550 estudiantes inscritos y 93 profesores. De 1945 a la fecha se han hecho mil seiscientas tesis. De primer ingreso son 120 alumnos. Terminan como 80. La deserción es mínima.