Yasmín Mariche/Veracruz.- Llegada la temporada de lluvia, los cortadores de mango tienen que trabajar a marchas forzadas para sacar adelante la cosecha que ya han comprometido, ya que entre más bonitos estén los ejemplares mejor posición alcanzan en el mercado, especialmente si están destinados a salir del país.
“Bueno, estos mangos Tomy que sacamos aquí en Veracruz no salen hacia Estados Unidos, los de Chiapas sí porque son de mejor calidad. Vea usted, el mejor mango es el que se les lleva a los gringos, aquí los mexicanos nos quedamos con lo más jodido, las cosechas de baja calidad”, cuenta Mateo Castillo, cultivador y recolector de mangos.
Es un trabajo que requiere de todo el día. Mujeres, hombres y hasta niños que se dedican al corte del mango salen a los terrenos desde las 9 de la mañana y regresan a casa hasta que se oculta el Sol. Pese al sacrificio y la devoción el precio por kilo de mango viene resultando en unos 90 centavos.
“Ayer me fui al Soriana, ahí el mango estaba en 14.50 el kilo, se imagina, nosotros venimos ofreciéndolo a unos 90 centavos, para todo el trabajo que hacemos, yo recuerdo que hace unos diez años los mangos tenían un mejor precio, nada comparado con ahora”, replica.
Desde hace 20 años don Mateo llega a Medellín de Bravo cada año para recoger la cosecha de mangos; Tomy, ataúlfo, manila y otros tantos más. Acompañado de su esposa llegan procedentes de Alto Lucero y se instala ahí durante dos meses para que puedan llenarse las 6 mil cajas que mandaron a encargar desde la Central de Abastos, del Distrito Federal.
“Estos se van a la Central de Abastos, lo que se agusana ya no se puede vender, y pues como también te cobran por tirarlo, mejor lo regalamos. Ahora la fundación de Lolita Ayala anda recogiendo los productos que ya no quisieron comprar, se le regala y ya ellos van por todo el mango, están buenos y ni modo de que se echen a perder”, comenta Mateo.
Han pasado algunas horas desde que dejó de llover, sin embargo se encuentran dudosos de salir a cortar, la camioneta espera repleta de jacales, baras y canastas para ir por más, pero algunas nubes grises los desalientan a emprender el viaje inmediato.
Explica que peor tratar de sacar el trabajo cuando llueve, porque el mango se mancha, se pone feo y luego cuando se cargan con agua de más se agusanan y así nadie los compra.
¡El tiempo es oro!
El trabajo comienza aún con la tierra reblandecida por la lluvia, con el olor a tierra fresca y con algunos que otros charcos. Mientras uno acomoda las cajas para el empaque, otros van directo a los cargados mangales para comenzar a bajar los frutos.
Ya sea amarrados con una cuerda al tronco o desde tierra con un firme palo de bambú que lleva una canastilla en la punta, el trabajo es arduo y preciso; de la rama a la canasta y de ahí directo a la caja, no se limpia porque se le quita esa capa ceniza que les permite conservarse bonitos.
La lluvia es tal vez, uno de sus peores enemigos al igual que aquellos que revenden el producto. Eso sí la actitud no se pierde a la hora de regresar al campo, con todo y que durante el corte les caen mangazos, les brinca encima la leche que tira el árbol y les deja manchas o un tremendo ardor de ojos.
“Todo va a estar bien aquí mientras no me encuentre un panal de abejas”, afirma uno de los cortadores mientras se amarra al mangal.
Don Tomas asegura que cuando llega la lluvia, lo único que se puede hacer es tratar de sacar adelante la cosecha, porque ya fue pagada y si no se cumple con el pedido entonces “la casa pierde”.
“Me hablan de México que quieren la fruta, entonces yo les digo ‘Tú quieres la fruta y qué el tiempo yo lo hago, mi trabajo depende de la gracia de Dios’, si llueve no podemos salir a trabajar, sale hasta peor porque se arruina el producto”, dice el productor mientras sigue jalando la vara cargada de jugosos mangos.