Carlos Navarrete/Veracruz, Ver.- La presencia casi insignificante tres indigentes que a diario piden limosna a los transeúntes de la Central Camionera del Puerto de Veracruz, se pierde entre la basura y el smog de los automóviles.
Con más de 30 grados centígrados bajo el sol, los tres adultos permanecen recargados en la pared, bajo el techo del edificio que da a la calle, mientras estiran la mano ennegrecida por tanta suciedad para alcanzar alguna moneda.
“No tengo”, responde una joven que a paso veloz camina sobre la calle Tuero Molina mientras jala una maleta de rueditas.
Los hombres y mujeres que pasan a un lado de los vagabundos, ni se inmutan al observar palma de la mano con la cual piden para un taco.
“Deme una moneda señito”, es la súplica que desde el suelo, hace un hombre de avanzada edad a los transeúntes que pasan de largo.
El anciano postrado en el pavimento caliente lleva poco menos de quince pesos recaudados gracias a la caridad de terceras personas, los cuales conserva celosamente en un pedazo de tela.
Con los pies descalzos, una gorra roja para proteger su cabellera y un par de muletas al lado, el hombre de tez morena suplica para que le regalen cualquier moneda.
Casi treinta metros más adelante se encuentra una mujer sola, envuelta en un rebozo indígena, sin zapatos, comida o bebida; “regáleme para un taco”, son las escasas palabras que apenas se alcanzan a escuchar de su aguda voz.
Personas van y vienen de un lugar a otro, sin darle importancia a la súplica de la fémina.
Unos metros más adelante, justo a las afueras de una panadería que se sitúa a un costado de la terminal de Autobuses Unidos (AU), permanece sentada una mujer vestida con harapos que apenas la protegen.
Ella prefiere esperar a que los encargados del negocio el obsequien uno de los productos para poder apaciguar el hambre.