* Adicciones, traumas e incluso el suicidio, resultado de este tipo de agresiones
José Miguel Bautista Hernández
Martínez de la Torre, Ver.- Las consecuencias a corto y largo plazo para las víctimas de bullying son diversas, para conocer más al respecto acudimos con la psicóloga Abigail Félix Andrade, quien refirió que las personas que sufren o han padecido estos abusos es porque albergan cuestiones difíciles en su vida, ya que generalmente son niños o jóvenes que padecen falta de atención adecuada.
Esto no sucedería si tienen seguridad en su entorno familiar, regularmente las personas que lo padecen no buscan apoyo, por lo que se habla de personas inseguras, personas que pueden sufrir depresión, así como trastornos de ansiedad y angustia, con frecuentes terrores nocturnos, dependiendo del tipo de maltrato que se le esté proporcionando.
Los chicos agredidos en casos extremos son propensos a tener adicciones e incluso suicidios, pues aseguró que aun cuando no son reportados, existen estos casos en las escuelas e instituciones tanto públicas como privadas, por lo que deben ser los maestros pero ante todo los padres de familia quienes tienen que darse cuenta del problema por el que atraviesa el infante o los jóvenes, este tipo de maltratos también pueden verse en diferentes tipos por ejemplo en el físico, verbal, psicológico, sexual y social (a través del internet), siendo este último uno de los más comunes.
Aun cuando no existen estadísticas confiables, la especialista aseguró que en promedio uno de cada 10 estudiantes lo padecen y la mejor forma de ayudarlos como uno de los primeros pasos a seguir es que expresen lo que sienten, así como conocer su entorno, investigar si se lo ha dicho a alguien y si se ha hecho caso omiso del comentario y por último, acercarse a su entorno familiar, ya que regularmente tanto el abusador como la víctima provienen de familias desintegradas.
Expresó que mucho depende de los padres el conocer bien a los hijos, por ejemplo qué sienten, qué piensan, gustos y conflictos, los miedos que tienen, su felicidad, entre otras muchas señales de una buena salud mental y social, así como también conocer con qué tipo de personas se relacionan, los nombres de sus amigos, el tipo de lugares a los que acuden y ser muy observadores, pues una conducta diferente de los niños o jóvenes podría ser una señal de alarma.