23 de Noviembre de 2024
Director Editorial Lic. Rafael Melendez | Director General - Dr. Rubén Pabello Rojas

Coatzacoalcos-Jorge Zarza: de corrector a estelar de TV Azteca

 

Enterado circunstancialmente de que en Coatzacoalcos tiene algunos integrantes de su familia, decidió venir a visitarlos y de paso, conocer esta redacción. Acompañado por el subdirector Editorial de El Heraldo, y de algunos colaboradores, habló de cómo fue forjando su exitosa carrera:

 

“Comencé en El Heraldo de México, por eso le tengo gran cariño. Fue el primer trabajo que tuve; a los 17 años entré a trabajar en las rotativas. Cuando yo entré a trabajar a El Heraldo, estamos hablando del 88, no sabía ni qué quería. Entro por un letrero que decía: Solicitamos correctores de estilo”. Entonces voy, estaba yo en el primer año de la carrera en la Escuela de Periodismo Carlos Septién.

“Pues fui esa misma tarde y me hicieron un examen de ortografía. Y me dijeron: Se queda usted a trabajar, pero era a las 8 de la noche. Pues mañana, no. No, no. Si se queda, se queda ahorita. Y pues a qué horas salen. Al cierre, me dicen. Y pues el cierre del periódico es a las 4 am.

“Obviamente, me chamaquearon. Me dijeron: vaya al almacén por su material de trabajo. Me dieron una lupa, un pincelín y una navaja de rasurar, de las que se atornillaban. Y me dijeron: baje a donde están los restiradores, al lado de la rotativa. Es remontarte a los 80, pero el periódico se hacía con una impresión primero en tamaño natural, en negativo y el plumín era para ponerle los puntos y las comas manualmente, pues no había una computadora y si había, estaba en la oficina de don Gabriel y apagada, porque era una cosa como del demonio.

“La navaja era para sacarle punta al plumín porque el trabajo tenía que ser muy fino, el palito de la ñ, el punto, la coma. Y ese fue mi primer trabajo. Y lo recuerdo con cariño, porque entraba yo a las 8 o 9 de la noche, salía a las 4 o 5 de la mañana, dormía un ratito y me iba a la Septién a las 8 de la mañana.

“Pero entendí que el periodismo es así. Y fue cuando realmente me enamoré del periodismo. Llegaba Enrique Garay a hacer su crónica del futbol americano. Y en ese entonces yo estaba marchando, porque yo no fui seleccionado con bola negra. Iba a Cuernavaca a marchar los sábados y regresaba saliendo de marchar al periódico, porque no descansaba sábado y domingo, yo descansaba lunes o martes, como cuando empiezas”.

 

¿Cómo ves esa evolución tan tremenda que han tenido los medios de comunicación, de aquello que era análogo o manual, a lo actual, que es totalmente digital?

“Creo que es muy importante el brinco, en cuanto a la rapidez de la información. El periódico hoy. Pues a lo mejor en ese entonces a la fecha, redujo el tiempo a horas, que son vitales en el periodismo. De aquí a que lo haces a mano, la computadora te lo resuelve. Aun con la velocidad de la información, aun con la velocidad del Twitter, aun cuando la gente puede convertirse en un reportero, porque hoy con un teléfono, te toca un accidente, tomas la fotografía, editorializas el choque, generas una información. Tiene todos los elementos: la inmediatez, la oportunidad, el hecho, pero no tiene algo, que el periodista sí tiene y es que la gente elige la información editada.

“Había un periódico que decía: ‘Lo leí en Novedades’. Hasta que la gente no lo leía. Así hubiera visto el partido de futbol, la gente compraba el periódico al día siguiente o El Heraldo, o leían la crónica de Pepe Alameda que daba de los toros. Aunque hubieran ido a la corrida y el toro había sido malo, si Pepe Alameda decía que era bueno, la gente decía: estuvo buena la corrida.

“Yo creo, en este siglo XXI, la gente todavía elige la información editada. Sí ve las noticias. Sí confía en que lo que sale en la televisión es verdad, y aún así, al día siguiente compra el periódico y dice: ¿Ves? Lo que salió en la tele sí es verdad, salió en el periódico. Es como un testamento”.

 

–Se da ahorita que hay gente que ve a las redes sociales como informativas y hay quienes tratan de hacerlas informativas, y eso mueve a la desinformación.

“Sí. No está comprobado, porque es una cuestión personal. El reportero para publicar algo tiene que tener la regla básica, de por lo menos tres fuentes confirmadas y eso no lo hace un tuitero. El tuitero tiene muchos elementos, insisto, rapidez, veracidad, pero no tiene otros, como es la credibilidad, la confianza, la experiencia, el sustento de un afirma. Tienes una visión  personalísima de la situación. El periódico es un testamento oficial de la verdad”.

 

–Lo que sí hay es una interrelación entre redes sociales y el periodismo.

“Sí, y fundamentales, porque hoy en día ellos son los que nos alertan. A veces llega más rápido el reportero que el policía, el reportero que el bombero a un incendio. No sé si a veces también nuestro ímpetu entorpezca la labor que naturalmente debe tener el policía o el Ministerio. Como llegamos más rápido. Hoy por el teléfono se transmite la tele, cosa que no existía antes. Grabas un minuto, lo subes a la red”.

 

–Inclusive, permite tener documentos que no se habrían podido tener si no fuera por la abundancia de medios para hacer pública una información.

“Y más aún. Hoy con tanto acceso a la información, con tanta rapidez de los medios de comunicación, con un instituto que costó sangre crear. El Instituto de Acceso a la Información Pública, el periodista es de los que menos pide información. Los académicos, la UNAM es el primero que solicita; luego académicos independientes, médicos, las mismas instituciones y en el quinto lugar están los reporteros. ¿No queríamos el acceso a la información? Como que no hay un afán por hacer periodismo de investigación a profundidad”.

 

–El reportero se sigue quedando en lo inmediato…

“Exacto. Y si quieres me brinco al asunto de la tele. Para que salga algo en la tele, no es lo mismo que el periódico. Hay muchas más manos, es otro proceso. Aun con lo inmediato que puede ser. Cuando tú tienes enfrente a la misma hora dos productos que manejan noticias, la gente dice: Le prendo, voy a ver lo mismo. El presidente no habla en exclusiva para Televisa o para TV Azteca, él habla y todos agarramos la nota.

“Uno es el cómo. Cómo tú tratas la información que es igual para todos. Y eso sí es un plus. La agente leerá a tu cronista, a tu columnista. Sí hay ganchos. En el caso de la tele, igual. Yo creo que el gran éxito de AM es cómo nosotros entretenemos a la gente para que se informe y no cómo informamos a la gente para que se entretenga.

“La gente dice está bonito el noticiero. ¿Qué tiene? Que está ameno. Es como si estuvieras en la sala de tu casa, que te despiertes y te pongas de buenas, que veas una chica guapa, que veas el estilo de una persona para vestirse. Claro. Son ganchos, la información es la misma. A menos que realmente ganes una muy buena entrevista, pero que se murió el señor Zulaimán, esa la vamos a llevar todos. ¿Quién hace la mejor crónica? ¿Quién saca las fotos más reveladoras? En el cómo es donde ganas”.

 

–Y viene definiendo ya un estilo, un concepto.

“Sí. Y competitivo. Yo nunca he negado que Televisa es un monstruo. Para empezar, tiene más edad. Pero hoy Azteca tiene 20 años. Tampoco puedes decir: somos los novatos. Decíamos que éramos los novatos cuando teníamos cinco años. Era un logro sacar una novela como Mirada de Mujer y tener de rodillas a la competencia.

“Hoy, por muchos años que tenga Televisa, pero con los 20 que tiene Azteca, caray, un árbol crece en 20 años, fuerte. Yo creo que es muy buen roble como para poder competir con la otra televisora a nivel nacional y a nivel mundial. Tiene todo, tiene la experiencia, tiene los jóvenes. Los que entramos jóvenes tenemos hoy 18, 20 años en la empresa. Ya tienes experiencia. Ya no hay un pretexto para decir que estamos rezagados o que no es igual la competencia”.

 

–El tener un avance importante en la comunicación, tanto física como tecnológica, ¿da un mejor producto del reportero, en comparación con lo que era antes?

“Yo creo que sí. Y al mismo tiempo, tiene que obligar al reportero al oficio. Me tocó dar clases en la Universidad Anáhuac, en la Ciudad de México. Cuando veía que los trabajos eran iguales, les decía que les iba a recibir el trabajo a máquina. Era un lío conseguir una máquina de escribir, pero por lo menos obligabas a que el chico no copiara. Y si copiaba, por lo menos lo escribiera.

“Creo que el copy-paste a veces pasa en la redacción. Estos grandes buscadores entorpecen la creatividad. El periodismo de copy-paste puede dañar mucho al país. El periodista que destaca es porque tiene olfato. Éramos las narices, así les dice la gente: el sabueso. Tú ves lo que nadie ve, tú oyes lo que nadie oye, tú respiras lo que nadie huele. De eso se trata. Tienes un reportero así. Ese tipo va a ser muy bueno, tienes que motivarlo, tienes que traerlo a raya, porque vas a hacerlo crecer.

“Por eso es que las redacciones hoy están muy ligeras, muy descafeinadas. Tampoco te digo que regresemos a los 80, donde la gente al calor de una botella de coñac hacía la primera plana. No, por fortuna superamos esos tiempos, pero por ahí hay redacciones donde no se dicen malas palabras. Y te puedo decir que hay varias. Si el sentido periodístico es pasional, de arrebatar.

“Tiene que haber un sano equilibrio. Hoy tú regañas a un reportero y el reportero puede demandarte a la corte, cuando anteriormente el regaño de un jefe implicaba que el que era el jefe, de entrada, traía años de carrera y de pluma. Era un honor que se detuviera a decirte: tu nota es una porquería y te la rompiera en la cara. Hoy eso es ofensivo. Entonces, ni tanto ni tan poco. Creo que es momento que hagamos el equilibrio”.

 

–O sea, que se aproveche lo que se tiene actualmente, sin perder la esencia de lo que es el periodismo.

“Yo creo que sí. Un sano equilibrio. El amor a la profesión no necesariamente tiene que ser cursi. Amarla de verdad, porque esto es lo bonito. El reconocimiento y la foto. La otra es cuando la gente te señala en la calle y te agrede y periodista mentiroso o prensa vendida. Porque eres público”.

 

–¿Cómo podemos rescatar esa vocación con los periodistas de las nuevas generaciones y lograr que hacer que sean buenos?

“Una cosa. Motivar a los chicos a mitad de la carrera o a principios de la carrera, como fue mi caso. Había una necesidad, sin ser extrema; pero a mí alguien se me acercó en la escuela y me dijo: si tú no das a tu casa, no quites. Y eso se me quedó grabado. Mi papá trabajaba en el gobierno, en el hospital del Issste; mi mamá una maestra. Normal, clase media, no tengo pedigrí. Soy un hijo de una familia normal de Cuernavaca, como muchas otras en Coatza, en Tabasco. Hicieron un esfuerzo por llevarme a la escuela; pero efectivamente yo salía de la escuela, iba a la escuela cuatro horas y después a estar de ocioso.

“Entonces, entro al periódico, un poco por aprender, pero también un poco por el ingreso. Y el ingreso te das cuenta que no te sirve para nada. Yo seguía ganando más con lo que me daban mis papás que lo que me pagaba el periódico. Así es, pero también es parte de la vocación, porque es una realidad. Este es un reflejo de que esto es vocación. ¿Quién pretende hacerse millonario y ser bombero? Ser bombero es porque realmente ama esa profesión.

“La otra cosa. Y que en cuanto terminen de trabajar, estudien otra cosa, para que entonces sea un periodista veterinario, un periodista médico, un periodista abogado, porque si no te especializas aquí. Antes era más fácil. El gran reto es que los chicos no esperen los cuatro o cinco años que dura la carrera y entrar a trabajar. No. Estudia y trabaja. Y aporta a tu casa, si puedes.

“Esto, si no aprendes de los 17, los 18, no te va a servir. A los 20 ya hay otro chavo en la redacción. No te hace daño, porque aquí un chamaco de 18 años que ya está en primer año de la carrera, claro que puede ser un hueso en la redacción. Sirve. Que haga alguna nota, que haga un encabezado. Que empiece a tirar la pluma, si es lo que quiere. Que vaya a acompañar a algún fotógrafo. A lo mejor tiene buen ojo.

“Nunca lo descubrimos hasta que le entrega el título a la mamá. Cuando es bueno entregarle el título. Normalmente en estas carreras hay gente que entra a trabajar y no termina la carrera. A mí nunca me pidieron el título en Azteca, pero no por eso no me lo pidieron en mi casa. Hasta que me titulé me dejaron de jorobar y se los agradezco.

 

“Sí, habla bien de una persona que empieza y termina algo. No creo que me sirva para algo más en la vida. A mí en Azteca no me dijeron: ¿Usted se tituló? ¿Usted cargó la bandera en la primaria? ¿Me puede enseñar su boleta? No. Trae la entrevista. Si la traes, te contratamos. Si no la traes, no te contratamos. Hay que enfocar la vocación.